Ama al cisne salvaje

No intentes posar tus manos sobre su inocente
cuello (hasta la más suave caricia le parecería el
brutal manejo del verdugo).
No intentes susurrarle tu amor o tus penas
(tu voz lo asustaría como un trueno en mitad de la noche).
No remuevas el agua de la laguna no respires.
Para ser tuyo tendría que morir.

Confórmate con su salvaje lejanía
con su ajena belleza
(si vuelve la cabeza escóndete en la hierba).
No rompas el hechizo de esta tarde de verano.
Trágate tu amor imposible.
Ámalo libre.
Ama el modo en que ignora que tú existes.
Ama al cisne salvaje.

Luis Rogelio Nogueras (Wichy el Rojo para sus amigos)


Defensa de la metáfora

El revés de la muerte (no la vida)
el que clama por agua (no el sediento)
el sustento vital (no el alimento)
la huella del puñal (nunca la herida)
Muchacha antidesnuda (no vestida)
el pórtico del beso (no el aliento)
el que llega después (jamás el lento)
la vuelta del adiós (no la partida)
La ausencia del recuerdo (no el olvido)
lo que puede ocurrir (jamás la suerte)
la sombra del silencio (nunca el ruido)
Donde acaba el más débil (no el más fuerte)
el que sueña que sueña (no el dormido)
el revés de la vida (no la muerte)

Luis Rogelio Nogueras


El entierro del poeta

A Víctor Casaus

Dijo de los enterradores cosas francamente
impublicables.
Blasfemaba como un condenado
y a sus pies un par de águilas lloraban pensando
en las derrotas.
En el entierro estaba Lautréamont,
yo lo vi desde mi puesto en la cola:
dejaba el sombrero al borde de la tumba
y cantaba algo triste y oscuro
(lloraba honradamente, ya lo creo, y los
caballos devoraban higos en silencio).
Hubo discursos,
sonrisitas de Rimbaud junto a la cruz,
paraguas abiertos a la lluvia como
a él le hubiera gustado.
Hubo más:
hubo viernes y
canciones funerarias,
palomas que volaban sin sentido, como niños,
versos oscuros,
la hermosa voz de Aragón,
suicidios deportivos de Georgette y nunca más
y hasta siempre.
A la hora más triste del asunto
no quería bajar porque decía que allí estaba
oscuro.
Pero estaba muerto y hubo que bajarlo.
Los sombreros abandonaron las cabezas,
se alzaron copas, adioses, letreros de nunca te
olvidamos.
(Un joven poeta a mi derecha le mesaba las
rodillas a la muerte).
Lo bajaron.
Se aplaudió en forma delirante;
la gente corría como loca asumiendo lo grave
del momento.
Lo bajaban.
Las mujeres lloraban en silencio
porque bajaban las águilas, los sueños, países
enteros a la tierra.
Se intentó una última sentencia:
Nerval se acercó con una tiza y escribió con
letra temblorosa:
Su cadáver estaba lleno de mundo.
Desde el fondo, Vallejo sonreía sin descanso
pensando en el futuro,
mientras una piedra inmensa le tapaba el
corazón y los papeles.

Luis Rogelio Nogueras


El último caso del inspector

El lugar del crimen
no es aún el lugar del crimen:
es sólo un cuarto en penumbras
donde dos sombras desnudas se besan.

El asesino
no es aún el asesino:
es sólo un hombre cansado
que va llegando a su casa un día antes de lo previsto,
después de un largo viaje.

La víctima
no es aún la víctima:
es sólo una mujer ardiendo
en otros brazos.

El testigo de excepción
no es aún el testigo de excepción:
es sólo un inspector osado
que goza de la mujer del prójimo
sobre el lecho del prójimo.

El arma del crimen
no es aún el arma del crimen:
es sólo una lámpara de bronce apagada,
tranquila, inocente
sobre una mesa de caoba.

Luis Rogelio Nogueras


Labios sim beijos

Otra boca besa la boca que mi boca ya no besa
otras manos tocan las manos que mis manos
ya no tocan
otros ojos se miran en los ojos que ya no ven
mis ojos

boca que te fuiste
manos que se fueron
ojos que se fueron

mi mano escribe el poema
que mi boca no quiere repetir, no
que mis ojos no quieren leer, no
mi mano escribe el poema de tu boca
(que tampoco repetirá tu boca)
el poema de tus ojos
(que tampoco leerán tus ojos)
el poema de tus manos
(que tus manos no tocarán)

se fue la boca, sí
se fueron las manos, sí
se fueron los ojos, sí

sólo queda el poema
manco
ciego
mudo

Luis Rogelio Nogueras


Oración por el hijo que nunca va a nacer

Éramos tan pobres, oh hijo mío,
tan pobres
que hasta las ratas nos tenían compasión.
Cada mañana tu padre iba a la ciudad
para ver si algún poderoso lo empleaba
-aunque tan sólo fuera para limpiar los establos
a cambio de un poco de arroz-.
Pero los poderosos
pasaban de largo sin oír quejas
ni ruegos.
Y tu padre volvía en la noche,
pálido, y tan delgado bajo sus ropas raídas
que yo me ponía a llorar
y le pedía a Jizo,
dios de las mujeres encintas
y de la fecundidad,
que no te trajera al mundo, hijo mío,
que te librara del hambre
y la humillación.
Y el buen dios me complacía.

Así fueron pasando años sin alma.
Mis pechos se secaron,
y al cabo
tu padre murió
y yo envejecí.
Ahora sólo espero el fin,
como espera el ocaso a la noche
que habrá de echarle en los ojos
su negro manto.
Pero al menos
gracias al buen Jizo
tú escapaste del látigo de los señores
y de esta cruel existencia de perros.
Nada ni nadie te hará sufrir.
Las penas del mundo no te alcanzarán
jamás,
como no alcanza la artera flecha
al lejano halcón.

Luis Rogelio Nogueras



Súplica pública y más

Poesía
no dejes que madure
lejos de mis versos
el corazón de esa muchacha
no permitas que se vaya
hazla zozobrar en mí
dame la salvaje marea oscura
de su pelo
el huracán rojo
de su risa desnuda.
No demores
poesía
devuélmela.

Luis Rogelio Nogueras


Vida de un poema

El poema nace
mira con ojos asombrados e inocentes su primera
mañana en el mundo
–aún no sabe que lo que le acontece
aconteció ya muchas veces–

El poema balbucea una palabra pura
descubre los objetos cercanos y distantes
toca su propio rostro
sonríe
–aún no sabe que lo que le acontece
aconteció ya muchas veces–

El poema crece
rompe sus juguetes
da unos pasos
cae
vuelve a levantarse
–oye decir que lo que le acontece
aconteció ya muchas veces–

El poema sale a la calle
tiene su amor imposible
su pedazo de dicha y un rencor
–comienza a sospechar que lo que le acontece
aconteció ya muchas veces–

El poema se hace adulto
derriba ídolos de barro
gana amigos y enemigos
se casa fecunda un vientre
–tiene ya casi la certeza de que lo que le acontece
aconteció ya muchas veces–

El poema madura
aprende a comportarse en la mesa
perfila su estilo
suple pasión con experiencia
aprende a hacer posibles los amores imposibles
–está absolutamente seguro de que lo que le acontece
aconteció ya muchas veces–

El poema envejece
mira con paternal ternura
a los jóvenes poemas inexpertos
les envidia en secreto su fuego y desaliño
–no les dice que todo lo que les acontece
aconteció ya muchas veces–

El poema agoniza
mira con ojos tristes y culpables su última
noche en el mundo
–no lo consuela saber
que también su muerte es simple repetición–

Luis Rogelio Nogueras
















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