Anhelos hondos

Allá en el camposanto
que esmaltan las auroras de amaranto
y las tardes de sándalo y carmín,
allá donde la hiedra
abraza con amor la cruz de piedra
anhelo ahora descasar al fin.

Allá donde los vientos juguetones
columpian los rosales en botones
y lloran al pasar;
allá donde lo lúgubres cipreses
me esperan hace meses
anhelo descansar.

En mi pueblo que doble campana
bajo el oro del sol de la mañana
por este su nativo trovador;
en mi pueblo ... y que manos cariñosas
me lleven a la huesa muchas rosas
cortadas con amor...

Lisímaco Chavarría Palma


Bodas campestres

Cantan los gallos, es la del alba,
“coge las bestias –dice el abuelo–
hay ya clarores sobre el Turrialba
y las palomas bajan al suelo.”

“Muchachas, vamos, arriba todas,
ya se oyen gritos sobre la cuesta”;
así se anuncian aquellas bodas
y los cohetes cuentan la fiesta.

La novia es joven, el novio sano,
del barrio al pueblo distan dos leguas;
diez montañeses bajan al llano
y van alzando polvo sus yeguas.

Va el novio alegre, feliz la moza
y la noticia va a los confines...
otros aguardan allá en la choza
con dos guitarras y dos violines.

Lisímaco Chavarría


El violinista

Es ñor Juan Pelos, o ñor Veintiuno,
(son sus apodos), un viejo artista,
toca dulzaina como ninguno
y es del villorio gran violinista.

Las piezas nuevas y las de antaño
forman unidas su repertorio:
Toca Las Olas y El Desengaño
y canta salves en el velorio.

En los rosarios de Nochebuena,
da gusto oírle los villancicos;
cuando sus danzas él desenfrena,
bailan de gozo viejas y chicos.

Él es el alma de la alegría;
él regocija la villa entera,
y él toca en bodas, más otro día
duerme en las calles su borrachera.

Lisímaco Chavarría


En tu ausencia

Es un pétalo blanco de flor leve,
sobre la oscuridad de una tristeza,
tu mano, de blancor terso de nieve,
poniendo una caricia en mi cabeza.

Murmurándome alguna gentileza,
tu enamorado susurrar de ave
es una dulce música suave,
fluyendo en el jardín de la tristeza.

Queda el cielo, al triunfar de la tiniebla,
en un huerto de rosas convertido:
así, mi alma, en tu imagen deleitada...

Mas queda, sobre un otro gris, perdido
el cielo en los cendales de la niebla:
¡así, lejos de ti, mi alma angustiada!

Lisímaco Chavarría



No supe nada

Por la vereda que baja al yurro
marchan dos mozos bajo la tarde;
hay en los fuetes como un susurro
y el Sol poniente parece que arde.

Ella es descalza, de trenza doble,
de ojos muy negros y muy risueña;
él es robusto, –tal es un roble,–
de manos fuertes y faz trigueña.

Ambos, unidos, marchan del brazo,
entre güitites de fronda verde,
cantando bajan por el ribazo
y la pareja por fin se pierde.

Venus que atisba desde la altura,
los vio ocultarse tras la enramada...
“¡Nunca me olvides!”, ella murmura,
y al fin de todo... no supe nada.

Lisímaco Chavarría


Promesas de la tierra

Hay un olor de vida
en el huerto, en el aire y en las cosas;
es un olor a la tierra humedecida
que va anunciando la precoz venida
de la mies y del fruto y de las rosas.

Hay nuncios y promesas en el rayo
que el Sol derrama encima de las eras;
durmió la tierra como en un desmayo,
pero las lluvias del florido mayo
fecundarán las mustias sementeras.

Hay regocijos hondos en los prados
y enrojecen sus flores las piñuelas;
van peinando la tierra los arados;
y el labriego labora sus parcelas.

El campo reverdece y fatigosas
tornan las yuntas de mover la tierra
tan pródiga en ofrendas hechas rosas
y las espigas... Vida nueva hay en las cosas
y en las verduras que el cercado encierra.

Lisímaco Chavarría








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