Búscate a ti mismo...

Búscate a ti mismo, si quieres hallarte,
mas no en tus palabras, ni en tus obras, ni en
tus actos, ni en nada que pueda enturbiarte
la visión, y te haga pensar que eres quien

habla, actúa, crea; tan sólo al negarte
podrás poseerte; si ciñen tu sien
coronas, de todas has de despojarte
antes de ser libre y alcanzar el Bien.

Por que tus coronas te son tan extrañas
como los torrentes, como las montañas
–que, al igual que todo, son sueño y no más–.

En la oración tácita que pronuncia el hombre,
él es el sujeto, sin forma y sin nombre,
y es el predicado todo lo demás.

Luis Rodríguez-Émbil


"Desde aquel día en que la vi por primera vez en coche en el paseo, no hubo paz para mí en este mundo, ni pensamiento que hacia ella no se encaminase como hacia su único norte, ni palpitación en mi cuerpo y en mi alma que no fuese un homenaje á ella.
A los dos días le fui presentado en una tómbola de beneficencia aristocrática, una de esas diversiones anodinas é hipócritas en que las más banales pasiones de nuestro egoísmo se cubren con un manto altruista. Aquel día fatal y perdurablemente recordado en que por vez primera hablé con ella, es uno de los más sutiles tormentos de mi mente. Cada una de las vulgares palabras que con ella cruzara quedó grabada, como incrustada en mi memoria, quedó resonando en ella con la armonía gloriosa de un hosanna. Y el gesto con que alzaba ella hacia mí la frente para escuchar mis frases, y la incomparable euritmia de su mano al recoger el vestido, y su paso único, y su mirar único, el cual parecía iluminar las cosas qué acariciaba con un resplandor nuevo... ¡Oh, qué loco estaba, qué loco estoy, Dios mío!
Mi memoria, como un pájaro inquieto y asustado, salta de una á otra rama del árbol ígneo del Recuerdo, abrasándose las alas trémulas... No puedo referir, con el detenimiento con que querría hacerlo, todos los detalles de mi tragedia. Sangra mi corazón por todas partes, apuñaleado sin piedad... Porque esta breve parte de mi amor, en que yo gocé todas las fugaces y divinas venturas del idilio, es la que necesito hacerme más terrible violencia para relatarla sin que la pluma se resista á hacerlo.
La hice una corte apasionada, asidua. Tenía yo casi todo el tiempo libre, y nada en qué pensar sino ella. Algunas obras mías, expuestas en el Salón de primavera dos años
antes (había olvidado decir que soy –que era– escultor), habían sorprendido y asombrado á la crítica, entusiasmado á varios amateurs, que las adquirieron á altísimos precios, y hecho mi reputación y mi fortuna de un golpe. A la sazón preparaba un cuadro para el año siguiente; pero no siéndome necesario dinero y habiendo perdido súbitamente el gusto á los pinceles, que habían sido hasta allí mi amor supremo, me dediqué con todo el fuego de mi temperamento á este nuevo amor definitivo que había entrado como una inundación en mi alma."

Luis Rodríguez Émbil
Gil Luna, artista



Quisiera, como el bienaventurado...

Quisiera, como el bienaventurado, Francisco,
haber llegado a ver, a saber, a sentir
que son hermanos míos el hombre, el agua, el risco,
pues que es una la Vida, y es uno el existir;

que todo es uno, y todo, el nacer. el morir,
es un acto de amor o no es nada el ventisco
y la nieve y el cielo y el aire y el aprisco
mensajes de otro mundo donde es bello vivir,

y este Universo todo una hermosa y divina
parábola del Cielo, que hacia el Cielo encamina,
un enigma divino, cuya clave está en nos,

que todo cuanto existe es un misterio santo,
y una parte del manto, y una parte del manto,
que oculta a nuestros ojos la realidad de Dios...

Luis Rodríguez Embil








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