Camposanto rural 

En este camposanto rural descansar quiero
para siempre,
aquí, junto a los míos.
Cubierto de altas hierbas
con nidos de palomas y conejos,
los árboles hojosos
agobiados de flores y de mieles,
los pájaros brillantes
tirando, chupando, revoloteando,
la tierra olorosa siempre tierna
como tierra de mayo,
y los lentos mugidos de las vacas
llegando a yacer sobre las tumbas de los amos. 

Aquí descansar quiero,
muy cerca de los muertos de los barrios,
de mis compañeritos de vagancia,
Luis Campos, José Castro, los Lagunas,
que envejecieron y murieron,
y se vinieron aquí desde hace tiempos,
y acostados están oyendo el río,
las aguas oyendo de sus baños y sus risas,
oyendo y recordando para siempre.
Aquí descansar quiero,
aquí junto a los míos,
no en polvo convirtiéndome:
en tierra fresca y tierna de mi tierra.

Luis Alberto Cabrales


Desolado canto

Un gallo canta en el fondo de la noche,
lejano canta e íngrimo.
Cantó a Pedro en el Santo Evangelio
y en coros cantó al Cid
en la madrugada del Romancero.
Pasó Pedro, pasó el Cid,
¡y yo he de pasar también, Dios Mío!
y sólo queda el canto de los gallos,
el desolado canto íngrimo.

Luis Alberto Cabrales


Invitación a Miriam

¿Te has dado cuenta, Miriam, de que las lluvias han llegado?
El sol rabioso del verano se enterneció de pronto,
y amanecieron charcos,
y caballitos de San Vicente y mariposas
sobre las aguas de los charcos.

Y de nuevo ese canto en la noche,
el lejano canto de las ranas en la noche,
el dulce canto de amor entre la noche.

Recuerdo, Miriam, cuando ya desfallecida,
desfallecidos los dos en la orilla del sueño,
ese canto oímos lejano,
y en la sombra caíamos, hundiéndonos, hasta el fulgor del alba.

Ha venido el tiempo del amor, amada mía,
los más pequeños animalillos de Dios se están amando,
y tú, terca, en tu rincón, enfurruñada.

Piensa en los poetas tontos que al ruiseñor cantaron,
oye ese dulce canto de los nocturnos charcos,
ven a oírlo conmigo en el revuelto lecho.

La pobre carne busca el arrimo de otra carne.
No es bueno que el hombre esté solo, dijo el Señor compadecido.
Y Eva, nuestra madre, y tú, vinieron a la vida.

Obedece al Señor, Miriam querida.

Luis Alberto Cabrales



Piches entre la luna y las nubes

Pasa el viento, pasan las nubes,
pasa la luna con las nubes.
Gritos de aves sollozantes rasgan el silencio:
Piches entre la luna y las nubes.

Año con año pasan,
y sus gritos llenan de tristeza el mundo
y mi vida.
¿Estaré contigo, estarás conmigo,
cuando pasen de nuevo
entre la luna y las nubes?

Luis Alberto Cabrales


Primer aguacero

Anoche, toda la noche,
cayó el primer aguacero.

Por eso
alegre estaba el campo en la mañana
con su camisa blanca de todos los domingos
y el pantalón azul de la Semana Santa.

Alegre estaba el campo
de azul y de blanco.

Silbando se fue a la ciudad
con su nuevo sombrero de pita;
trascendía a hierba, a fruta y a humedad.

Como viera los árboles todos llenos de trino,
como viera las nubes todas llenas de sol,
compró para el colocho un centavo de olor
en la venta que puso mayo en el camino.

Luis Alberto Cabrales











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