Ciudad-mendigo

Esta noche me descubrí
durmiendo con gorriones en la frente
y carteles luminosos en el cielo.
Acomodé el brazo debajo del pecho de adoquines,
y sentí los subtes corriendo por mis venas.
Con la mano izquierda sacudí las moscas del espanto,
mientras los ojos circularon en sus órbitas nocturnas.
Mastiqué la bronca cotidiana y tragué saliva,
y ojos de niños mendigando —sin mirada.
Por un momento, en mi sueño reducido,
subieron ángeles para ver la madrugada.
Y otra vez la gente con sus rostros,
con sus gestos desgastados,
espiando desde el fondo de la nada.
No te quiebres —me dijo la conciencia—,
no te quiebres aunque te cueste el alba.
Acomodé una vez más la nuca en el misterio
de plazas amanecidas,
y sentí rodar por las mejillas los sueños de mi gente,
cayendo como lágrimas.

Liliana Carmen Vinelli



El monociclo

Con su monociclo a cuestas,
subió la cuesta.
Pescó estrellas. Dejó huellas.
Pulverizó verdades.
Guardó pelusas.
Sonrojó piedras con sus obscenidades
inconclusas.
Monoteísta por naturaleza.
Por no ser malabarista,
perdió su vista en la maleza.
¡Oh, sorpresa!:
Cayó de bruces por la cuesta.
Con su monociclo averiado,
siguió su viaje, ahora infortunado.
Tomó coraje, una taza de café.
Y se fue.

Liliana Carmen Vinelli


Jeroglífico

Escribo.
Escribes.
De la primera inspiración
a la última expiración.
En hojas de rutina;
con lápiz de placer,
de dolor.
Un dibujo,
tal vez un jeroglífico indescifrable.
Por momentos,
presumes la luz en la sombra.
Inventas colores.
Sin embargo tu trazo se pierde
en infinitos trazos
de otros enigmas:
parecidos, diferentes.
Acaso faltos de sentido
desde la punta de nuestras narices.

Liliana Carmen Vinelli


Laberinto

Paredes de cristal, marcan límites.
Dibujan caminos ineludibles.
Gastadas rutas cotidianas, atajos.
A veces el precipicio o la montaña
nos demoran un segundo, una vida.
Y siempre, la gracia del olvido.
La ley es el laberinto:
la piedra en la mano de David, Goliat que cae.
La siembra y la cosecha.
Nada se escapa: ni el astro ni el susurro.
Nada se detiene,
todo avanza irremediablemente hacia el abismo.
Todo resurge y todo fluye, una y otra vez.
Pero las paredes de cristal,
marcan límites.

Liliana Carmen Vinelli









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