Ariadna

La vela de traición y viento llena,
con la vista cansada y el deseo
sigue Arïadna, del traidor Teseo,
desde la playa que a su llanto suena.
Sus hebras de oro, de piedad ajena,
injuria, y deja en su dorado empleo
al aire rico, y al azul Nereo
con perlas que llorando da al arena.
“Vuelve, ingrato -le dice-, y al engaño
con que el honor me quitas no le aumentes
la soledad de estos peñascos fríos.
Mas, ¡triste yo!, que esfuerzo el propio daño,
pues que te dan con que de mí te ausentes
el viento en popa los suspiros míos".

Luis Martín de la Plaza


Cubierto estaba

Cubierto estaba el Sol de un negro velo,
luchaba el viento con el mar hinchado
y él en huecos peñascos quebrantado
con blanca espuma salpicaba el cielo.

El ronco trueno amenazaba el suelo,
tocaba el rayo al monte levantado
y pardas nubes de granizo helado
el campo cobijaban con su hielo.

Mas luego que su clara luz mostraron
los bellos ojos que contento adoro
y a quien el alba envidia los colores,

calmó el mar, calló el viento y se ausentaron
los truenos, pintó el Sol las nubes de oro,
vistióse el campo de olorosas flores.

Luis Martín de la Plaza



La sombra de la noche

Cuando a su dulce olvido me convida
la noche, y en sus faldas me adormece,
entre el sueño la imagen me aparece
de aquella que fué sueño en esta vida.

Yo (sin temor que su desdén lo impida)
los brazos tiendo al gusto que me ofrece,
mas ella (sombra al fin) se desvanece,
y abraza el aire donde está escondida.

Así, burlado, digo: " ¡Ah falso engaño
de aquella ingrata, que aún mi mal procura!
tente, aguarda, lisonja del tormento."

Mas ella en tanto por la noche oscura
huye; corro tras ella. ¡Oh caso extraño!
¿Qué pretendo alcanzar, pues sigo al viento?

Luis Martín de la Plaza





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