El dorado fuego y la lluvia

El fuego de la tarde
una y otra vez
ha sido hostigado por la lluvia.
El tronco quebrado de un flamboyán
cae sobre las buganvilias
y los pétalos rojo naranja
derraman su delicada sangre
sobre las aceras.
La humedad deshace los montículos
donde viven las hormigas locas,
la casa en el filo del aire
de las mariposas
y los nidos.
Pasa el viento en sus violentos
caballos ciegos.
Y el fuego de la tarde
crepita y canta en agonía
hostigado por los puñales de la lluvia.

Luis Suardíaz



El venado

Es como la tristeza.
Mira como los hombres en invierno.
Y, como el huérfano, apenas pone
Sus huellas en la yerba.
Es como la tarde.
Crece su piel hacia la soledad oliendo el monte.
(Por su perfil transcurren el disparo y la noche,
La memoria imprecisa del acoso.)
Pero bajo su angustioso ramo de cuernos
No cabe el pensamiento y muere, como de un salto,
Con los ojos abiertos.

Luis Suardíaz



Elogio

Nadie sabe
las lágrimas que vierte
el agua
para llegar a ser
la fuente cristalina.

Luis Suardíaz



En lugar de la tristeza

Los clásicos laureles y los almácigos de la ciudad
caminan hacia los transeúntes. La noche reciente es
de un extraño violeta y será de un azul relampagueante,
cuando resuene el golpetazo de las nueve. El invierno trajina
en las cúpulas predominantes y en los sótanos.

Está más alto que nunca el cielo. 

Acaso es el momento de atosigar los pájaros dormidos,
bajo las ramas colmadas por la lluvia. Las ramas metálicas,
resonantes, de árboles cuyo nombre un día aprenderemos.
Aunque no habrá otros pájaros que tus manos, ni otro color
sino el tuyo entre las hojas. Una hoja cálida y fría
anda dentro de mí, temblando, y es tu ausencia. 

Mejor será adentrarse en la sombra propicia
de las cafeterías. 

Luis Suardíaz


La simiente

Nos dijeron:
esta es la belleza.
Para que no pudiéramos
verla con nuestros ojos
ni hacerla con nuestro
propio esfuerzo.

Por ahora sería difícil
decir: esta es la belleza.
Y no lo hacemos porque
fatalmente nos equivocaríamos.

Luis Suardíaz



Leyenda árabe

Cruzado de brazos
sintió llegar
madurar y apagarse
una tras otras
las estaciones.

Y una tarde sin sol
vio pasar el carro fúnebre
de su último enemigo.

Cuando intentó
alzar la copa del brindis triunfal
su mano se volvió una flor rota
y su cabeza llena de odio
se inclinó por última vez.

Luis Suardíaz



Los héroes

Unos están por arriba de los hechos
E instrumentan la historia. Otros
Acometen acompasadamente los múltiples
Oficios y hacen la humanidad, la masa
Que nunca irá delante de lo ya expresado
Y sin la cual nada sería posible.
Ante las disyuntivas memorables,
El héroe desabotona su camisa en público
Y toma, directamente, el toro por los cuernos.
Como la esposa que distribuye el orden doméstico,
Él suma los engranajes de una época y bebe su agua
O duerme (únicamente lo necesario) o se pone a pensar
En los amigos de mucho antes, por ahora
Fatigados entre la muchedumbre.
Con cuántos de nosotros están hechos
Estos desapacibles, estos desemejantes.
Creo que fueron siempre inmortales;
Pero no como los dioses de la mitología,
Sino porque no se anticiparon a sí propios,
Sino porque anduvieron al ritmo de sus vidas,
Hasta moldear todo ese mundo
Que les cupo en las manos.

Luis Suardíaz



Ponte el alma

  "ya va a venir el día..."
                                     [Vallejo]

Otra vez amanece
en mi fardo de deberes pendientes.
Porque hago cosas que no tengo
por qué hacer,
pero que debo. 

La historia, que es el ayer,
y que también es la vida,
me conduce y me asedia. 

Y si pospongo
la trama del poema,
en beneficio de otras honrosas demandas,
puede ser para siempre. 

Así lo denuncian
las flores secas
que un día
se dejaron tentar
por requiebros del viento. 

Más vale el canto
muerto de amor
que la prosa viva de los deberes,
los pulcros informes
y las cortesías. 

Luis Suardíaz




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