Eros

Desnudo ostenta el hombro alabastrino,
gallarda como rosa en primavera,
y del pecho la comba lisonjera
de encajes orna y transparente lino.

Voluntades rendir es su destino:
si ruega, manda; si suplica, impera;
que no la vio el placer más hechicera
de la hermosura en el altar ciprino.

En ti clavando los ardientes ojos,
con tierno halago su pasión delata
y al ósculo supremo te convida.

Acude, ven sobre sus labios rojos...
¡Y no importa morir, que si Amor mata,
del beso del amor nace la vida!

Jacinto Gutiérrez Coll



Vertió su sangre en la feral jornada
por su patria y su fe, buen caballero,
y del combate en el tropel guerrero
la frente alzó de lauro coronada.

Con su pluma, feliz más que su espada,
al mundo echó su Hidalgo y su Escudero;
y el error que campaba aventurero
murió bajo su inmensa carcajada.

Pasaron ya las rojas claridades
con que brilló en Lepanto su victoria,
timbre de España y del muslim azote;

pasan los tiempos, mueren las edades;
mas del ingenio humano para gloria
como sol inmortal vive el Quijote.

Jacinto Gutiérrez Coll
Incluido en Parnaso venezolano, Barcelona, Casa Editorial Maucci, s. a., pp. 210-211. Lo cito, con algún ligero retoque en la puntuación, por Juan Uribe-Echevarría, Cervantes en las letras hispano-americanas (Antología y crítica), Santiago de Chile, Ediciones de la Universidad de Chile, 1949, pp. 150-151.








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