1

El bufeo:

Acróbata de las olas
con su cuerpo embetunado
ejecuta mil cabriolas

2

El pez espada:

Pirata de los mares
con la espada en los dientes
enluta calamares

3

La medusa:

Sombrillita de los peces:
 no cubras a los bañista
porque al punto los escueces

4

El caracol:

Por temor a un ratero
anda con su casa a cuesta
este caracol viajero.

5

En la arena

Turba de filisteos: aquí tenéis el libro,
convidando a los bárbaros al lírico festín.
Venid a hincar el diente y veréis cómo vibro
con el afinada éxtasis de un mágico violín.

¡Tropa de zoilos poéticos! Venid a graznar todos
cerca del capitolio que mi estrofa labró,
yo he de ver alzaros, tambaleantes de beodos,
después que en nuestros labios el néctar se vertió.

¡Venid, venid ansiosos! Que una rima quisiera
cada uno de vosotros, a modo de bandera
se lleve entre las garras batiendo contra el sol;

Que entonces esos miles de pedazos dispersos
reflejaran policromos en millares de versos
como aristas de un fino diamante tornasol.

José Antonio Falconi Villagómez



Arte Poética (Nº 2)

Como la rosa de los vientos sea tu musa
atenta al alisio del Norte
voltaica, dinámica, ultracósmica,
como al viento venido del Austro,
cuya brújula mire hacia un Polo
y al otro;
más allá de los límites cardinales,
de las latitudes remotas,
de los meridianos terrestres
y de los equinoccios.

Y tú, Poeta, sé la antena
que recoja las vibraciones del Cosmos
espectacular y polifónico
como el órgano de una Catedral.
Y canta todo lo que veas
sobre la tierra, digno y loable
de acuerdo con una personal estética,
pasando por la Venus rubia
y la hotentote calipgia…

Y sé también un poco enciclopédico
y otro poco cosmopolita,
para hablar el universal lenguaje
con todas las sirenas del Mundo
y olvídate de la Retórica
de la Academia y la señora Polilla
porque ya no hay gramáticos en el Orbe
y los últimos románticos
murieron en Flandes o en las Argonas
o en otro cualquier lugar de Europa,
luchando por esto o aquello
para que triunfe Artropos.
Así, pues, arroja tus dados al aire,
Poeta dadaísta,
sin que te importe el prójimo una higa
pues asistes a tu propio espectáculo
sin cobrar tarifa.
Y que rujan los Zoilos y Sanchos,
los “estupendos críticos”
que te miran con ojos oblicuos
y por toda respuesta, regálales,
de vez en cuando,
como miel hiblea
o una esencia sutil por gotas,
la palabra eficaz y oportuna,
talismánica y heroica
de Cambronne.

José Antonio Falconi Villagómez


La lluvia, mi hermana

Siempre la lluvia gris... ¡Qué intensa
pena esta tarde de melancolía!
Su alma en nosotros a la par resuena
como una novia triste en agonía.

Y es otras veces una hermana buena
que al oído nos da su letanía,
intermitente entre la paz serena
de alguna noche desolada y fría.

¡Oh, la lluvia!... Mi hermana confidente
que me vela como a un convaleciente
y en mis labios su breve ósculo imprime...

¡Entre todos el único sincero!
Siempre la lluvia gris... Yo sólo quiero
su silenciosa música que oprime.

José Antonio Falconi Villagómez









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