A Enrique

He comido del pan que te alimenta
y habito bajo el techo que te guarda;
te he visto reflejado en mis pupilas
y llevo tu semilla en mis entrañas.
Estás latente en mí, latente y vivo,
irremediablemente prisionero,
girando por mi pulso y mi contorno,
cautivo de mi esencia y de mi cuerpo.
No servirán el tiempo ni la muerte
para borrar de ti mi eterna huella:

te quedarás prendido en esta urdimbre
en que el hijo nos funde y nos moldea;
te quedarás unido a mi recuerdo
y, aunque el recuerdo a su final llegara,
el gozo y el dolor que te produje
habrán sido la forja de tu alma.
Nuestra raíz común -raíz de tierra-
la siento que se injerta y que se agranda
permitiendo que tengan más perfume
las flores que ofrecemos a la nada.
Nuestros cauces se mezclan en el punto
en que el amor fue vida y fue palabra.
Y hoy vamos por un río de misterio
hacia la gran verdad que nos aguarda.

Acacia Uceta



"Dejaron los pies al aire,
le cubrieron con periódicos
que no empaparon la sangre.
Niño roto en el asfalto
sobre la cruz de dos calles,
desde el colegio a la muerte
apenas vuelo que nace, apenas alba de espiga
entre la guerra y el hambre."

Acacia Uceta


Por el hombre

Voy a cantar al hombre,
al hombre sólo.
Tapaos los oídos con cera los cobardes,
volved la espalda los indiferentes:
no callaré por eso.
No podría callar aunque me echaseis
un puñado de rosas a los ojos.
Imposible es hallar cumbre o crepúsculo
que arrasar no quisiera
por levantar del polvo a un desvalido.
Apagaría todos los luceros
por devolver a un ciego la mirada,
a un triste la esperanza,
o simplemente
por llevar un minuto de alegría
al ser más humillado de la tierra.
Sólo el hombre me importa,
sólo el hombre:
su vacío infinito,
su valentía y su temor trenzados,
su alma interrogante
azotada de siempre por la duda,
atada a una cadena de preguntas
sin posible respuesta;
su postura intermedia
entre la Nada y Dios
y su impotencia
para negar el pecho a la tristeza.
Tan sólo por el hombre,
por nosotros, hermanos, los pensantes,
los desvelados y los oprimidos,
seguiré golpeando y golpeando
en la hermética puerta clausurada;
seguiré suplicando
desde todas las voces ignoradas,
desde todos los nombres conocidos,
por los que han de venir y los que fueron,
por los niños enfermos,
por los soldados muertos,
por los muertos en el comienzo mismo de la vida,
por los triunfantes y los ajusticiados
de todas las prisiones de la tierra,
por el hombre de siempre
con su destino oscuro
abierto a los confines
lo mismo que una cruz irrevocable,
por su infancia marchita,
ensuciada por todos
sin compasión alguna a su pureza;
por su alocada juventud vencida
a golpes de renuncia y de fracaso,
por su vejez de plomo
vertiendo como alero
su mínimo caudal en el vacío…
Por esta sucesión interminable
de pasos vacilantes monte arriba,
por esta des de altura
de la que siempre fuimos rechazados,
por esta sumisión agradecida
hasta el límite mismo de la muerte,
yo vuelvo a alzar mi ruego
y vuelvo a alzar mi canto
en millones de voces repetido.
Y hablo otra vez del hombre,
de nosotros, hermanos,
en un plural abierto
sin frontera de tiempo ni de raza.
Y ahora que el ademán es aún pujante
sobre esta tierra dura que me aguarda
y bajo estas estrellas que me ignoran,
me descubro la herida,
la herida mía y nuestra,
tan vieja y tan dolida como el mundo,
a ver si la ve Dios, a ver si existe
una gota de gracia que la cure.

Acacia Uceta
Frente a un muro de cal abrasadora



"Quien tuviera la limpia pureza de la estatua, esa entraña de piedra que nada profanó. Las manos sin caricias, sin tacto ni deseos, abiertas en el aire igual que una canción. Nacer perfecta y pura bajo el cincel del genio, que atónito se inclina ante su creación."

Acacia Uceta
sobre Victorio Macho










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