Agreste raza que el matiz lucía…

Agreste raza que el matiz lucía
del torso bronce en el desnudo cuello,
sobre el que grave la cabeza erguía
orlada en torno de áspero cabello;
la frente adusta, la expresión bravía,
negros los ojos de vivaz destello;
ancha la espalda, desenvuelto el busto,
pequeño el torso y ágil y robusto.

Blando en la condición y al trato esquivo.
Sobrio y frugal en el sustento diario,
en la campiña, labrador activo,
en el peligro, audaz y temerario,
en la vida exterior, rudo y altivo,
pero franco en su hogar y hospitalario.
Tal era el ser, que en nómada pandilla,
poblara un tiempo la feraz Antilla.

José Gualberto Padilla


Bella señora, quizás

Bella señora, quizás
enojada estáis conmigo:
me llamaréis falso amigo
y tornadizo además.
Hay ya dos años muy largos
que está vuestro álbum aquí…
¡Ay! ¡Han sido para mí
esos años tan amargos…!
Un hijo solo tenía…
¡No lo tengo ya, señora…!
Murió… ¿Comprendéis ahora
mi marasmo, mi atonía?
Joven, gallardo, discreto
era aquel hijo a la vez
orgullo de mi vejez,
de mis afanes objeto;
y padre y médico al par
ha sufrido el alma mía
dos años de su agonía
sin saberla remediar…
Así, herido el corazón
en su fibra más sensible,
¿era señora, posible
para mí la inspiración?
Aun hoy, que llamo por vos
a mi complaciente musa,
¡Está llorando!; rehúsa
¡complacernos a los dos…!
Madre sois también… juzgad
y ante mi dolor insano,
al seno llevaos la mano…
¡Comprended y perdonad!

José Gualberto Padilla



El indio antillano

Agreste raza que el matiz lucía
del torso bronce en el desnudo cuello,
sobre el que grave la cabeza erguía
orlada en torno de áspero cabello;
la frente adusta, la expresión bravía,
negros los ojos de vivaz destello;
ancha la espalda, desenvuelto el busto,
pequeño el torso y ágil y robusto.

Blando en la condición y al trato esquivo.
Sobrio y frugal en el sustento diario,
en la campiña, labrador activo,
en el peligro, audaz y temerario,
en la vida exterior, rudo y altivo,
pero franco en su hogar y hospitalario.
Tal era el ser, que en nómada pandilla,
poblara un tiempo la feraz Antilla.

José Gualberto Padilla


El maestro Rafael

Pobre y humilde artesano
de oscuro y modesto nombre,
hubo en borinquen un hombre
caritativo y cristiano;
con la dádiva en la mano
y en el corazón la calma,
ciñó por única palma
la pura y dulce alegría
con que sus dones hacía
para provecho del alma.

Es una historia de ayer,
que está viva en la memoria;
aún recuerdan esa historia
los que nos dieron el ser.
Ellos que pudieron ver
que el modesto menestral,
en combate desigual
con el tiempo y la ignorancia
a la pobre y tierna infancia
daba el pan intelectual.

Sacerdote de la idea,
de la ilustración obrero,
tuvo el noble tabaquero
la fe que redime y crea.
En la fecunda tarea
a que dió su vida fiel,
conquistó como laurel
de la tumba que lo abriga,
que hoy el nombre se bendiga
del maestro Rafael.

Y cuando el naciente sol,
que a iluminarnos empieza,
brille en toda su grandeza
en el cenit español,
a su candente arrebol
otra edad verá lucir
con letras de oro y zafir,
grabado en el mármol duro,
ese nombre ayer oscuro,
glorioso en el porvenir.

José Gualberto Padilla




Este, que vate fue...


Este, que vate fue de numen rico
tanto allegado amenos y a tan pobre
que por lograr el mísero algún cobre,
hace en la sociedad papel de mico.

Pretende, cual la víbora este chico,
que entre sus labios la ponzoña sobre,
y el chiste inmundo, fétido y salobre
usa como en verano el abanico.

Un tiempo sus arpegios deliciosos
hacían Mas hoy, de su guitarrazos allegros
han llegado a tal punto en lo asquerosos

que repugna a los blancos y a los negros.
bailar la suegras y los suegros
las esposas también y los esposos.

José Gualberto Padilla



Zoopoligrafía – Canto I

Canto I

Allá en una península lejana,
de animales diversos patria y suelo,
tuvo lugar en época cercana
una historia de lucha y de desvelo;
historia cuya página galana,
dejando aparte tímido recelo,
para gloria de dichos animales
voy a contaros en octavas reales.

No desdeñéis, porque animales sean,
de sus preclaros hechos la lectura
pues a la par que la razón recrean
graves lecciones cubren de amargura;
y fácil es que semejanzas vean
los que su relación sigan segura,
que a veces obra el hombre como bruto
y este toma del hombre el atributo.

Si en torno vuestro dirijís la vista
de la virtud buscando la morada
muy rara vez encontrareis que exista
entre la raza humana cobijada,
habréis de descender tras su conquista
y en el irracional simbolizada
en formas varias, la veréis que asoma
entre el perro, el león y la paloma.

Seguidme pues para saber la Historia,
que de esos seres referir ofrezco,
tan digna de renombre y de memoria
que de intentarlo solo me envanezco:
seguidme por la huella de su gloria,
que noble inspira y dócil obedezco,
hasta aquella península escogida
con el nombre de Iberia conocida.

Derramó Dios con mano generosa
todos sus dones sobre aquella tierra,
flores y frutos diola en red copiosa,
árboles gratos para llano y sierra,
fuentes y ríos de agua caudalosa,
copa de luz que dora cuanto encierra
y partiéndose en dos la mar altiva
sus playas con afán besa lasciva.

Leyes dictola en código prudente
que a cada cual señalan su derecho,
reyes la dio con mano diligente
para que guarden su camino estrecho
y temiendo sin duda inteligente
que rebosasen en turbión deshecho
ambiciones tiranas en los reyes,
superiores al rey, dictó las leyes.

Eran de aquella tierra pobladores
en baraja común entremezclados
mansas ovejas, perros guardadores,
garzas, palomas, leones esforzados,
zorras astutas, cuervos graznadores,
sierpes dañinas, lobos redomados,
juntándose  otras varias alimañas
en número infinito las arañas.

Esta reunión exótica y contraria
entre tan barajados elementos
como una consecuencia necesaria
dio frutos muy amargos y sangrientos;
que entre sí, con afán y suerte varia
devorábanse torpes y hambrientos
convirtiendo su tierra bendecida
en un charco de sangre fratricida.

Ya desde antiguo en infernal contienda,
por la avaricia y la ambición alzada,
a bastardas pasiones dan la rienda
y batallan en lucha encarnizada;
sin comprender que de la lucha horrenda
ha de quedar su tierra destrozada
llevándolos al cabo su porfía
al desorden funesto y la anarquía.

Como reina y señora soberana
mandaba a la sazón aquel estado
una garza gentil de edad temprana,
que por la ley el trono había heredado,
y ya hubo entonces quien con rabia insana
su derecho creyendo defraudado
a la garza gentil disputó el trono
durante siete años con encono.

Mas de la garza tierna e inocente
alzose el pueblo en liberal defensa
y un gallardo león noble y valiente
lo condujo a la lid con gloria inmensa
humilló la cerviz del pretendiente
ganando lauros en carrera extensa
añadiendo por título a su gloria
al nombre de León el de Victoria.

La paz entonces se creyó segura
del invicto león bajo la egida,
mas la traición que germinaba oscura
fue minando el sosiego fementida:
maquina diestra el golpe que asegura
y ocultando entre tanto su guarida
arrastrábase falsa por el suelo
ganando el paso con fingido celo.

Zorras y lobos, cuervos y serpientes
se reúnen en liga tenebrosa,
acuden las arañas diligentes
y la legión refuerzan poderosa,
forman su plan mañeros y prudentes,
cubren su rostro en mira cautelosa
y colocando un tigre a su cabeza
adelanta la liga con destreza.

Y en el funesto lazo, que tendido
fue por el dolo y la bastarda intriga
el invicto león cayó vendido
desamparado al cabo ante la liga
y errante y solitario y perseguido
albergole por fin nación amiga,
yendo a llorar desde su playa oscura
de su patria infeliz la desventura.

Sierpes y lobos en tropel eterno
con el astuto tigre que los guía
se apoderan entonces del gobierno
disputando sus riendas a porfía;
hablan al pueblo con acento tierno
para mejor cubrir su bastardía,
que el pueblo nunca ve que todo halago
es el velo no mas de algún amago.

Entretanto con maña encubridora
atrevidos la planta van fijando
ofreciendo la garza encantadora
como bandera sola de su bando
y a su sombra real y protectora
la fementida máscara arrojando
su ambición se desborda con audacia
y en la Iberia infeliz brutal se sacia.

Nada hay seguro en ella a su codicia
que insaciable y voraz todo lo abarca,
medios inventa su infernal malicia
para llevar el oro hasta su arca
y corrompidos bañan su codicia
de sangre y cieno en asquerosa charca,
que en reino de serpientes y de lobos
solo pueden caber muertes y robos.

Y para colmo de los fieros males,
que sufre Iberia desolada y muda,
de serpientes y lobos y chacales
una águila rapaz vino en ayuda:
aun más feroz que aquellos animales
con el nombre de madre allí se escuda,
que a la garza gentil llevó en el seno
centro después de lúbrico veneno.

También en la nación clavó su garra
rebuscando afanosa cuanto encierra:
a sus empresas rápida se agarra,
con sus inventos destructora cierra,
toca su industria y fiera la desgarra,
baja hasta el seno de la misma tierra
mostrando siempre con audaz recreo
oro en su mano como vil trofeo.

Sobre lobos y tigres hambrientos
protectora tendió sus regias alas
escondiendo tras ellos sus intentos,
sus misterios, sus robos, sus cabalas;
sirviéronla de viles instrumentos
que ocultaban el crimen con sus galas
y sumisos sus leyes acataban
porque haciéndolo así también medraban.

Luego entre ellos la discordia apiña
motivos de disgusto y de quebranto
y al tigre audaz, el ave de rapiña
retiró al fin de su amistad el manto
trábanse airados en mañosa liña
y el tigre cae con mortal espanto,
yendo a ocultar a una nación vecina
la vergüenza y la rabia de su ruina.

Cayó el chacal, entre la grita fiera
con que acompaña el pueblo su caída
que harto gimió durante su carrera
larga y funesta cuanto aborrecida;
cayó el chacal y la nación ibera
de sangre noble por doquier teñida,
aquella sangre recogiendo clara,
como un adiós se la arrojó a la cara.

El águila quedó sola en el mando
que la gentil garzota le abandona,
tal vez su orgullo por cumplido dando
con lucir en sus sienes la corona
los consejos del águila escuchando
que un nuevo bruto con su fuero abona
elegido ministro fue al instante
mofletudo y rollizo un elefante.

Grave, sesudo, con cachaza suma
el enorme animal miró el terreno
y un programa lanzó con larga pluma
de la nación al esquilmado seno:
y la nación que la miseria abruma
acogiolo de gozo el pechó lleno,
que el programa magnífico decía
como lema y bandera «Economía.»

Sarcasmo horrendo, burla sangrienta
con que del pueblo insulta la desgracia
la bestia innoble que el programa inventa
como pantalla de encubierta audacia:
sufrió la Iberia triste y macilenta
su duro peso y gravedad rehacía,
hasta que al cabo tras embate recio
entre el desden cayó y el menosprecio.

Listos entonces llegan en bandada,
ávidos todos de agarrar la presa,
brutos diversos de ambición sobrada
nulos, si es buena, para toda empresa:
brindan su celo al águila taimada
mientras la garra cada cual la besa,
y ella eligió temiendo hallar rivales
los mas brutos de aquellos animales.

Osos fueron los que allí elegidos,
osos también en el gobierno fueron
pues los actos por ellos dirigidos
su necia raza nunca desmintieron;
de intimidar trataron con gruñidos
y risotadas solo recogieron,
haciendo el papel vano y majestuoso,
como suelen decir, de hacer el oso.

Al águila rapaz llenó el coraje
y de su lado despidiolos presto
maldiciendo de raza tan salvaje
como la raza que dejaba el puesto;
otra buscando de mejor linaje
con empeño sagaz y manifiesto
llevó por fin hasta los pies del trono
ágil y necio y atrevido a un mono.

Y aquí en la Historia, que narrando vamos
con firme empeño del estado ibero,
nuevo período a relatar entramos
también de lucha y de destino fiero:
por eso aquí la narración cortamos,
que en el segundo canto por entero
del mono audaz contando las proezas
manifiestas haremos las bajezas.

Seguid aun de la veraz Historia
el camino que juntos recorremos
y como en juego de óptica ilusoria
ante los ojos fieles os pondremos
páginas nuevas de amargura y gloria
que corren juntas anudando extremos
y admiraréis en la nación ibera
vicio y virtud en rápida carrera.

FIN DEL CANTO I

José Gualberto Padilla








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