Amigo de las nubes

Forastero perdido en el planeta
entre piedras ilustres, entre máquinas
reparto el sol del trópico en monedas.

Ciudadanos de niebla, hombres del viento
y del disfraz azul, de la alcancía
y del dios de los números:
Yo leo en vuestras máscaras floridas.

Manjar de espinas con sazón de hielo
me brindáis cada día. Nada os pido
cínicos hospederos de este mundo,
guardianes de un incierto paraíso.

Mercaderes de avispas:
Soy hombre de los trópicos azules.
Os espío por cuenta de la luna.
Soy agente secreto de las nubes.

Jorge Carrera Andrade


Amor es más que la sabiduría...

Amor es más que la sabiduría:
es la resurrección, vida segunda.
El ser que ama revive
o vive doblemente.
El amor es resumen de la tierra,
es luz, es música, sueño
y fruta material
que gustamos con todos los sentidos.
¡Oh mujer que penetras en mis venas
como el cielo en los ríos!
Tu cuerpo es un país de leche y miel
que recorro sediento.
Me abrevo en tu semblante de agua fresca,
de arroyo primigenio
en mi jornada ardiente hacia el origen
del manantial perdido.
Minero del amor, cavo sin tregua
hasta hallar el filón del infinito.

Jorge Carrera Andrade


Colibrí:

El colibrí, aguja tornasol,
pespuntes de luz rosada da en el tallo temblón
con la hebra de azúcar que saca de la flor.

Jorge Carrera Andrade


"...Mis labios en tu espejo palpitante
apuran manantiales de dulzura..."

Jorge Carrera Andrade


¡Oh país de mi infancia!

Jorge Carrera Andrade
¡Oh país de mi infancia,
cordilleras y ríos,
corazón triturado
en todos los molinos!

Con los años yo perdí
el frenesí de vivir.
Hoy vivo pacientemente,
asceta junto a la fuente.

El alba llama a la puerta
y cada día despierta
mi sed de cielo y de sol
y mi apetito de Dios.

Jorge Carrera Andrade


Soledad y gaviota

Cuaderno albo del mar,
la gaviota o mensaje
se despliega al volar
en dos hojas de viaje.

Su marítima hermana
la soledad, la mira
y, en una espera vana,
en la costa suspira.

Insectos, vegetales,
se enredan en el suelo:
torcidas iniciales
de un subterráneo anhelo.

Aquí, en el centro, vivo
con las aves marinas,
de mí mismo cautivo,
compañero de ruinas,

y mirando y oyendo
sólo la lluvia armada
la soledad batiendo
con su líquida espada.

Jorge Carrera Andrade




Tu amor es como la piel de las manzanas

Tu amor es como el roce tímido
de la mejilla de un niño,

como la piel de las manzanas
o la cesta de nueces de la pascua,

como los pasos graves
en la alcoba donde ha muerto la madre,
como una casa en el bosque
o más bien como un llanto vigilante en la noche.

Jorge Carrera Andrade



Tu cuerpo es un jardín

Tu cuerpo es un jardín, masa de flores
y juncos animados.
Dominio del amor: en sus collados
persigo los eternos resplandores.

Agua dorada, espejo ardiente y vivo,
feudo de terciopelo,
paraíso nupcial, cielo cautivo.
Comarca de azucenas, patria pura
que mi mano recorre en un instante.

Mis labios en tu espejo palpitante
apuran manantiales de dulzura.
Isla para mis brazos nadadores,

santuario del suspiro:
Sobre tu territorio, amor, expiro
árbol estrangulado por las flores.

Jorge Carrera Andrade


Viaje de regreso

Mi vida fue una geografía
que repasé una y otra vez,
libro de mapas o de sueños.
En América desperté.

¿Soñé acaso pueblos y ríos?
¿No era verdad tanto país?
¿Hay tres escalas en mi viaje:
soñar, despertar y morir?

Me había dormido entre estatuas
y me hallé solo al despertar.
¿Dónde están las sombras amables?
¿Amé y fui amado de verdad?

Una geografía de sueño,
una historia de magia fue.
Sé de memoria islas y rostros
vistos o soñados tal vez.

Sobre el botín del universo
-fruta, mujer, inmensidad-
se echaron todos mis sentidos
como ebrios corsarios del mar.

En un puerto, joven desnuda,
forma cabal, por fin te hallé:
en tu agua grande, estremecida
yo saciaba mi humana sed.

Luego fue la niña de trigo,
fue la doncella vegetal;
mas, siempre, desde cada puerta
me llamaba la Otra eterna!

Desde la nieve a la palmera
la tierra de ciudades vi.
Dios limpiaba allí las ventanas
y nadie quería morir.

Vi la seca tierra del toro
-postrer refugio del azul-
y el país donde erige el pino
su verde obelisco a la luz.

¿Soñé ese rostro sobre el muro,
esa mano sobre mi piel,
ese camino de manzanas
y palomas, soñé, soñé?

¿Las bahías cual rebanadas
de una sandía de cristal
y sus islas como semillas
fueron un sueño y nada más?

¿Ceniza mortal este polvo
que se adhiere aún a mis pies?
¿No fueron puertos sino años
los lugares en donde anclé?

En los más distintos idiomas
sólo aprendí la soledad
y me gradué doctor en sueños.
Vine a América a despertar.

Mas, de nuevo arde en mi garganta
sed de vivir, sed de morir
y humilde doblo la rodilla
sobre esta tierra del maíz.

Tierra de frutas y de tumbas,
propiedad única del sol:
Vengo del mundo -¡oh largo sueño!-
y un mapa se enrolla en mi voz.

Jorge Carrera Andrade



Vocación extraña

No he venido a burlarme de este mundo.
Sino a amar con pasión todos los seres.
No he venido a burlarme de los hombres.
Sino a vivir con ellos la aventura terrestre.

No he venido a hablar mal de los insectos
a descubrir las llagas del ocaso
a encarcelar la luz en una jaula.
No he venido a sembrar de sal los campos.

No he venido a decir que la jirafa
quiere imitar al cisne, que los pinos
sirven sólo de adorno entre las rocas.
No he venido a burlarme de los nidos.

He venido a mirar el mundo hasta la entraña
y acariciar las cosas simplemente
único patrimonio de los hombres.
No he venido a burlarme de la muerte.

Jorge Carrera Andrade












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