"Amo a esas pobres gentes
sobre cuyas gargantas
se rompen, al hablarnos
temblando las palabras."

Jesús Castañon


Cada mañana

Cada mañana casi en vuelo,
como un preciado carillón,
escucho el carro del lechero
ir salpicando su canción.
Luego me duermo, sigue el viento
entre la niebla del balcón
entretejiendo olas y sueños
con la caricia de su voz.
Cuando despierto, nunca entiendo
el laberinto del reloj.

Jesús Castañon


Romance de las madres palentinas

Mujer de corazón en hondo surco,
y nunca, inútilmente, a flor de tierra,
la madre palentina ha soportado
con dignidad espartana, guerra a guerra
el lento desangrarse de sus hijos
y el nublo que destroza las cosechas.
Con temblor, ha oteado el horizonte,
con temblor se ha asomado a las almenas,
ha entreabierto con miedo las ventanas:
mujer para su casa y de su hacienda.
Su varonil esfuerzo está premiado
con la banda dorada y su paciencia
ha sido proverbial siglo tras siglo,
lo mismo que su celo y su prudencia.
Después ha contemplado estoicamente
la emigración del hijo a otras fronteras
o ha esperado impaciente los ronquidos
del tractor, cuando vuelve de las tierras,
el agua ya caliente y la comida
a punto y preparada ya la mesa.
Cuando hubo que espigar, fue espigadora;
cuando hubo que estudiar, fue la primera;
humilde en el hogar como en el trono,
hábil y astuta y dulce compañera.
Citar nombres ilustres supondría
no acabar esta larga sementera:
María de Molina o de Padilla,
o Blanca de Castilla o Berenguela....
o tantas ignoradas heroínas,
que a su paso dejaron honda huella.
Mujer inteligente, aunque sencilla,
siempre en su puesto y firme la cabeza,
de los cuatro cuarteles del escudo
vivo ejemplo y vibrante pregonera:
rojo de sangre y llanto con el duro
batir de las lombardas en la guerra,
azul para el esfuerzo cotidiano
de parca austeridad y honda paciencia,
y, a la hora de empuñar libros y espadas,
mujer para las armas y las ciencias.

Jesús Castañon














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