Canción errante

Van cayendo los tonos amarillos
tras la sierra lejana. Y en el monte
su unánime lamento alzan los grillos
y se angustia de pena el horizonte...

Todo tiene un matiz raro y confuso
e inmóviles están todas las cosas...
En el jardín y en la arboleda puso
la tarde sus tristezas misteriosas...

De la iglesia arruinada se desprende
una lechuza que en su sordo vuelo
gira sobre la torre, granza y hiende
con su sombra la lámina del cielo.

Bala un toro a lo lejos. Su balido
tiene angustia y pesar como un lamento,
y en el vetusto murallón caído
su trémula canción suspira el viento...

Por las rendijas de las casas viejas
salen hilos de luz que dentro alumbra
y errantes por los muros y las rejas
las luciérnagas pueblan la penumbra.

Tras la gata jovial que más admiran
y que es culpa de riñas y despechos
maullando amores trágicos se miran
los gatos vagabundos por los techos.

Cruza una hembra la calle. Va tras ella
como siempre, don Juan, que el paso apura;
y arriba, en el cenit, brilla una estrella
como un diamante en una tela oscura...

¡Yo gozo mis ensueños, mis visiones
intimas, mis borrosas remembranzas
de las novias que van en mis canciones
consteladas de angustias y esperanzas!

Pienso en el porvenir vago y distante,
en la gloria, que siempre tarde llega,
en el destino del cantor errante
y en la Muerte que todo anhelo siega;

en el amor que nuestra almas muerde
con furia inevitable y sin sentido,
y que es inútil, pues su luz se pierde
en las pálidas sombras del Olvido;

en lo fugaz de nuestro nombre, llama
que extingue siempre el soplo de los años,
¡en lo difícil de domar la Fama
y en lo fácil de hallar los engaños!

Sopla el viento en las calles, se levanta
del jardín el perfume de las rosas,
y en mi estrella interior la vida canta
sus eternas canciones poderosas.

Desde un viejo portón vibra un silbido.
En las sombras un perro se lamenta,
y pone en su fantástico gemido
cierta extraña tristeza que atormenta...

Todo queda en silencio. Yo camino,
y pensando que hay alguien que me espera,
un encantado ruiseñor divino
canta en mí su canción de primavera.

Se entreabre una ventana. Se oye un leve
rumor de pasos tímidos... Y siento
en mis manos temblar su mano breve
y en mi boca sus frases y su aliento...

Joaquín Soto


Crepúsculo

Son de liras, lejano son de liras...
Suena el viento en los trémulos ramajes
y se borran los últimos paisajes
de la tarde... Yo sueño. Tú suspiras,

y estrujas, impaciente, los encajes
de tu falda, creyendo en las mentiras
que te dice esa flor... Mientras me miras
yo miro deshacerse los celajes...

Y absorto ante la tarde me reclino
en mi mundo interior... (Suena un divino
son de cítaras vagas en el viento...)

Mas se rompen mis leves sueños vanos
cuando, locas de amor y angustia, siento
tus manos refugiadas en mis manos...

Joaquín Soto


Esperanza

Mi corazón que sabe viejas sabidurías
porque el Dolor es fuente constante de Sapiencia
Arranca su existencia de sus melancolías
y ha puesto su esperanza en la mística ciencia.

Las cosas terrenales, tristezas o alegrías,
no alteran el resumen de su inmutable esencia,
y así van desfilando las horas y los días
entre un anhelo vago y una sutil creencia.

Es todo cuanto lleva mi corazón: un vago
anhelo de encontrarme lejos de todo...
sin llantos, sin efectos, sin sensación ni halago;

y una sutil creencia que perfuma mi vida
al pensar que en mi cuerpo de transmutable todo
hay el germen futuro de una estrella encendida.

Joaquín Soto


Mis lágrimas

¿Florecerá de nuevo la caricia
llena de sol, que imaginó mi anhelo,
para poder, mientras tu amor se inicia,
llorar sobre la noche de tu pelo?

Tu trenza desenvuelta, ¿no es propicia,
con su serenidad de terciopelo,
para que en tanto mi alma te acaricia
recoja mi dolor, como un pañuelo?

¡Mis lagrimas serán sobre tu vida
un recuerdo brumoso que en la hora
de repasar tu juventud perdida,

te hará pensar con inquietud postrera
en el poeta triste que en tu aurora
lloro sobre tu oscura cabellera!

Joaquín Soto


Misterio eterno

¿Qué habrá tras de la sombra
donde acaba la vida,
donde el beso concluye
tras la muda partida,

que agota de las almas
el misterioso aliento
en un fugaz martirio
de ignorado tormento?

¿Qué habrá tras de la sombra
indefinible y larga,
después de aquella hora
supremamente amarga?

¡Acaso en la aroma
de extrañas emociones
el alma vuela al mundo
de las constelaciones!

O tal vez en la fosa 
nuestra ascensión se trunca
y el alma, de su polvo,
no se levanta nunca...

Joaquín Soto



Nocturno

En el silencio de la noche
alza mi corazón un vago canto...
Suspiro por la amada que está lejos
y me pongo a pensar: ¿Hasta qué día
vendrá? ¿Por qué no viene?...
¿En qué estrella remota vuela su alma?
¿Cuando habrá de encenderse su sonrisa?
... Del jardín se alza un lánguido perfume;
el viento hace sonar las hojas secas;
reposa la ciudad; calla la vida...
¿Quién acompaña mi hondo pensamiento?
Estoy solo. En los rincones de la estancia
muere la luz. De pronto se acelera
mi corazón. ¡Y en el silencio
de la noche, sueña con la amada
que ya tarda en venir! Sueña y solloza.
¿La vida? ¿El porvenir? ¿La muerte? ¿El llanto?
¿Quién hallará el enigma pavoroso
del más allá, de lo que no miramos
con nuestros pobres ojos pensativos?
¡Se cansa el pensamiento!
Y del jardín sombrío se levanta
una tenue fragancia... ¡Escucho el grito
de mi corazón y me figuro
que mi alma se desprende y va al encuentro
del alma que ha esperado y que palpita
en el alma de luz de las estrellas!

Joaquín Soto
















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