Coloristas
               
Hay en ese bosque de Cezanne
la impresión de que ese bosque no está
ni estuvo.
No porque sea sueño, trama de sueños,
sino porque ha sido pintado en parte en
una tela,
en parte en la nada y -en gran parte-
en el lugar donde vimos un bosque.

Jorge Ricardo Aulicino


Espejan, amarillan

Espejan, amarillan, los crisantemos inaútenticos,
porque sólo los hemos visto filosóficamente.
Pero, fijate, tantas cosas hemos sido, y todas igualmente
inauténticas; todas espejan, luego amarillan.
Y hemos sido, incluso, crisantemos,
en busca de una paz provisoria de cocina
en la tormenta invernal; flores presumo que pulposas
en la cellisca que soplaba en la casa misma.
Espejan, amarillan, nuestros crisantemos,
en la medida que damos mayor consistencia a nuestras vidas.
El problema, te lo diré sin vueltas,
es que yo podía, digamos hace cuarenta años,
entrar en un café, que era oscuro y verdadero:
verdadero en el sentido que era nuestra posesión y había
sido la posesión de los viejos, de los nuestros y de desconocidos
viejos, aunque familiares, pues estábamos seguros
respondían a consignas migratorias; podían nombrar sus pueblos,
tan antiguos como el café al que me refiero: antiguos por igual
en su conciencia, no en la medida matemática del tiempo.
Oscuros en el café éramos sin embargo radiosos de espera.
Tocábamos la tela de nuestro saco y decíamos: cierto.
Nadie nos sacaba de nuestro vacío ensimismamiento
pues era un puro ensimismamiento: estar en uno.
Y con nadie nos habíamos citado, éramos al paso,
pero el café lo poseíamos, y la ciudad, y el subterráneo.
Espeja el crisantemo y aquel clavo doblado en la pared.
Amarilla todo en abstracto. Te lo digo sin vueltas.
No poseo ahora los cafés, ni el subterráneo.
Son cafés nuevos, no tienen bordes en los cuales
la mirada podía raspar, dejar su marca.
Como te digo: no es el problema la inautenticidad
de nuestro crisantemo. Porque espeja, amarilla,
pero es sólo conciencia de aquella vieja ciudad.

Jorge Ricardo Aulicino


Otoños en flor

Bajo nubarrones rosados
paradójicamente puede esperarse
que se aclare el sentido de todo.
Pero estás hecho para la muerte
que es nada.
El enigma seguirá en otra parte,
tu muerte personal no aclara
ni oscurece el panorama.

Jorge Ricardo Aulicino


Preferiría hablar de cualquier modo
               
Como quien con la uña saquea una pera
así creyó que saqueaba la realidad;
en verdad dijo que las lluvias no lo contenían
y que las flores de jacarandá no lo contenían
y sintió como ráfagas en los techos
que la realidad vaciaba en el terreno verdadero, el
de las metáforas.
Empezó de nuevo:
como campanas que suenan en otra región
un ángel descendió sobre él y le dijo
nada queda de ti infeliz porque
creíste guardar tu tesoro de las analogías
y en verdad custodiabas una pista de maniobras abandonada
donde crece el cardón, azotan los alisios
y hay un como un rumor -gritos de amor- en los hangares vacíos.

Jorge Ricardo Aulicino


Tomo café
               
¿Estoy preso de mi dolor
o miro un papel de diario en el balcón?
¿Estoy muerto y miro absorto lo intranscendente?
¿O estoy preso en mi papel y miro mi dolor?
















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