Distintos

Allí todos los caminos
siguen la luminosidad
de la misma estrella
y, entre sorbo y sorbo
del néctar de la vida,
surge el poema definitivo.

José Gerardo Vargas Vega



"El tiempo me empuja hacia el abismo caótico del olvido. Las palabras, poco a poco, perderán todo su sentido y mis poemas huirán por caminos extraños en busca de comprensión. Tal vez, quieran redimir los errores cometidos y pedir perdón por tantas tonterías vertidas en los silencios amargos del atardecer, no tenían ningún derecho a gritar semejantes barbaridades y a ensombrecer la blancura de las hojas con nieblas ausentes, cubiertas de lágrimas desesperadas por amores imposibles.

     Sin apenas ser consciente, el tiempo me arrastra por la incierta senda del adiós definitivo, mis versos se niegan a partir, no quieren el aliento de otros compañeros que no entienden nada. Es demasiado tarde, completamente absurdo luchar por esperanzas que nunca podrán cumplirse.

     El destino se cumplirá, el tiempo me robará todas las imágenes de la vida con sus rostros amados, aquellos que me entregaron desinteresadamente su confianza, los seres queridos que me alentaron a seguir, ayudándome a superar grandes obstáculos, todos juntos desaparecerán por los deformes espejos de la soledad y el mundo, de repente, se volverá extraño, confuso. Detrás de cada esquina surgirán rostros familiares que ya no están, partieron un atardecer grisáceo en el que la nostalgia inundó, de repente, sus almas envejecidas, cansadas de soportar el peso doloroso de los años, con sus alegrías y sus sinsabores. La soberbia del camino fue acabando con las ilusiones, las últimas esperanzas sucumbieron entre las lágrimas desesperadas de ingratos desencuentros, errores que no encontraron el perdón y huyeron por los recodos extraños de laberintos imposibles.

     Partieron en silencio. Sobre la mesa quedaron infinidad de versos que no se atrevieron a lanzarse al abismo blanco. No pudieron levantar el vuelo y quedaron atrapados en su propia desidia."

José Gerardo Vargas Vega



 "Los recuerdos se agolpan, regresan cargados de nostalgia. Sobre la mesa, las palabras aguardan el último aliento del poeta que les permita echarse a volar. Desean dibujar, con sosiego, el poema definitivo, quieren vagar por el paraíso oculto, allí las emociones del ayer recuperen parte de la dignidad perdida en un olvido caótico. 

     Las imágenes brotan sin cesar, y se lanzan, enloquecidas, al abismo blanco, pero el túnel es demasiado oscuro para poder divisar el resplandor, absurdos rencores tratan que las emociones se autodestruyan. Es una lucha encarnizada, las palabras huyen por la incertidumbre más dolorosa, el poeta no comprende su destino, tampoco puede llorar, por los rincones del camino sus lágrimas resecas se evaporan en amargas pesadillas que no pueden soportar. 

     Viejas ilusiones, ya olvidadas, regresan por sendas extrañas en las que sólo se escuchan murmullos de voces rencorosas, chillan, quieren regresar de su anonimato, oculto por la niebla espesa de los años. Seres queridos, añorados, se pasean, lentamente, por los valles grisáceos de la nostalgia, sus pasos, fugaces, conmueven las emociones del alma. Cuando estaban con nosotros no les agradecimos cuanto hicieron, sus desvelos y sus consejos. Nos parecían unos atorrantes, se metían en nuestros asuntos y se negaban a entender que eran otros tiempos. Se resistían a cambiar sus costumbres, no querían ver las nuevas posibilidades, ofrecidas por el destino, para seguir avanzando y conseguir llegar al horizonte. 

      Ellos, en parte, tenían razón. Pretendían que siguiéramos sus pasos, que sus huellas, cargadas de esfuerzo y experiencias, a lo largo de los años duros, años de sufrimientos, enfermedades, hambres, fueran el referente de nuestras inseguras pisadas, porque nuestras huellas no se grababan en el suelo, el viento las borraba sin misericordia. Tras nuestros pasos tan sólo quedaban ilusiones y proyectos que se difuminaban entre los cálidos brazos del atardecer. 

      Ellos siempre estuvieron ahí, dispuestos a echarnos una mano que, en muchas ocasiones, nos negábamos a aceptar. Qué pesados, ya éramos mayorcitos para aguantar el chaparrón y tomar nuestras propias decisiones! Queríamos seguir nuestro propio camino, ser independientes. 

     Sin embargo, siempre volvíamos, en busca de su ayuda y protección. A lo largo del camino, demasiadas sombras pretendían acabar con nuestra dignidad, nos empujaban al abismo y los sueños se perdían en la niebla. El horizonte soñado, tantas veces, desaparecía de pronto. Regresábamos cabizbajos, avergonzados, sin atrevernos a pedirles perdón por los reproches que, cruelmente, les lanzamos tantas veces a la cara. Nuestra soberbia no nos permitía comprender que ellos sólo querían lo mejor para nosotros. 

     Ahora que no están, nos duele su ausencia y somos prisioneros de un destino incierto quien, sin compasión, nos irá robando las imágenes grises de sus atardeceres compartidos."

José Gerardo Vargas Vega


Por el horizonte

Por el horizonte
se asoma la luna
con gran rapidez
adueñándose de todos los silencios.
Los sueños
la imploran misericordia,
las esperanzas
son convertidas en sus esclavas.
La luna ondea en el cielo
callado y melancólico.
Lentamente
comienza a dibujar
su gran poema enamorado
a lo largo del inmenso
firmamento.

José Gerardo Vargas Vega


QUISIERA ENCONTRAR

el cementerio inmenso
de los libros olvidados.

Buscaría, como un poseso,
el poema preferido
de la tarde serena.

Me adentraría entre los bucles
melancólicos de las páginas
ebrias y llenas de carmín
barato.

Entonces, sin temor a la noche,
escribiría un poema
de amor
en cualquier cuartilla
olvidada.

Quisiera perderme
y encontrarla
en las historias grises
de mis recuerdos.

¡Adiós!, parto por los caminos soñados
en busca de historias
compartidas.

José Gerardo Vargas Vega










No hay comentarios: