Dormir

La noche cierra su verbena de luces,
la mentira de día aletargada,
y el hombre se desploma,
cae su pena dislocada
sobre el cristal de acero más oscuro;
no hay techo que cobije su mirada
ni desagüe que destile su penumbra
y es el tiempo de hablar contra el deseo
y es el tiempo de hablar de cuanto abruma.

La noche muere al nacer
como grito ahogado
y la vida huye en silencio
entre Dios y el hombre.

La noche abre la serpentina de voces
y truenan las sábanas
y estalla el pensamiento,
que ya es el último sonar del tiempo
y el solitario perecer del alma.

José Cuadrado Morales



Nana para un adulto

No llores, adulto mío, por lágrimas lloradas
Ni rías por risas ya reídas,
admitidas fueron en un lupanar de olvidos
y sembraron púas de paz en la locura.
Mi sangre es lengua que sorbe
al aire sus instantes de maldad
y un periódico sucio se encierra en mis anginas
pidiendo tregua al dolor y al miedo.
Aún busco el cáncamo
que cuelgue mi racimo de frustraciones,
mi hombre-perro ladra, grita, muerde veneno de dos razas
y enfunda su orgullo entre cenizas.

No llores: las pupilas se gangrenan
al paso de agua infectada
y no hay recreo para la vista
ni somero descanso para el alma.
No llores: los dientes mordieron
el núcleo de las piedras.
No llores: la última mujer dejó a tu lado
la fatiga enlutada de yodo y semen.
No llores por el negro de los números
ni las cuentas que no salen exactas:
tus ojos son inocentes y desde el principio
la muerte agotó tu esperanza.
No llores si vomitas
sobre cieno de gloria mundana: Dios nació de nadie
y mantiene alto su orgullo
escondido en invisible muralla.
No llores: las encías anestesian los labios
de tanta barata lágrima
y el paladar tiene cáncer
de mojar las entrañas.
Ríe como el rayo que quiebra
solamente una mirada y protesta con infinita
bilis contra el daño que te causas.

No llores ni rías:
permite que el tiempo difumine cuanto pasa.

José Cuadrado Morales














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