¿El Amor...?

¿El Amor...? El amor tocó a mi puerta
con su florida y hechicera mano,
y al corazón hastiado llamó en vano:
¡en toda pasión estaba muerta!

Agotada de arder, estaba yerta
la que fue llama de mi amor pagano;
era en balde que amor gritara ufano;
"Despierta, corazón, –soy yo–, ¡Despierta!"

Ya el corazón su voz no comprendía,
de aquel dulce lenguaje la armonía
cantaba ahora como amargo llanto

que en lo más hondo, con desdén, lo hería,
y latiendo con ritmos de agonía,
gimió: "No puedo más... ¡he amado tanto...!"

José Agustín Balseiro


El boricua ausente

Quisieron que te olvidara
cuando de ti me apartaron
sin saber que nunca olvida
el corazón borincano.

Ausencias y viajes flechan
mi vagar por mundos anchos;
mas mi vida se recoge
como una flor en su ramo
cuando me busco hacia dentro
todo vestido de llanto:
porque dejarte es morir
sin que se cierren los párpados.

Te llevo, rojo, en las venas,
como tu sol de verano;
te llevo, azul en mis sueños,
como tus cielos intactos.

¿Qué habrá de ti que no viva
en mi visión y en mis pasos?
Tus canciones y tus ríos,
tus árboles y tus pájaros,
toda el alma de lo mío
–que es lo tuyo y lo entrañado–
se me atormenta en el pecho
ansioso de tu regazo.

Cuando tu mar te recuerdo
–corcel de espuma y de canto–
vuélvese mi oído música,
sutileza y sobresalto;
y cabalgar yo quisiera
sobre fugaz potro alado
por acercarme por magia
a tus montes y tus prados.

¡Madre Isla, cómo es dulce
el refugio de tu claustro!

José Agustín Balseiro


Enlace

Igual que ola desatada al viento
sobre el ruedo de luz del oceano
se encrespan las pasiones de mi mano
al respirar tu abrazador aliento.

Cada caricia es buzo que sediento
busca en tu ser el goce más arcano
y del tesoro de tu amor humano
se enriquece en ardor mi pensamiento.

Aspiro gloria de amapola y heno
cuando vuelva a nacer la primavera
en el campo florido de tu seno.

Como el aire y la llama de la hoguera,
fibra a fibra se funde el ígneo lazo
que eslabona tu abrazo con mi abrazo.

José Agustín Balseiro


Saudades de Puerto Rico

Te quiero más porque los años pasan
sin mirarte a diario, trecho a trecho;
porque a veces no sé si eres presencia
o si eres más la evocación de un sueño.

Si echo atrás a la memoria, me parece
que acabas de nacer para mí, nuevo;
pero no olvido que se pasa pronto
y que mañana volveré a ti muerto.

De tanto amarte ya tan solo cuenta
el don fugaz de retener tu aliento:
de sentir la emoción de tu paisaje
y la ilusión de regresar al puerto.

Quise guardarte junto a mi, y la vida
me echaba siempre de tu lado, lejos;
por caminos de angustia y soledades
que no fueron tus lúcidos senderos.

Te busqué entre mis sombras, como busca
perdido el paso de quien anda ciego:
sin recobrar la ruta atrás dejada,
porque no vuelve -pero pasa- el tiempo.

¿Adónde fue mi andar de Continentes
que no me acompañaras pecho adentro?
Pero ¿y la imagen de tus costas tibias
y el hechizo lontano de tu cielo?

Verte un instante no es volverme todo
al calor maternal que hay en tu seno.
Y cuando, vuelva, no seré, habré sido
para hundirme en la entraña de lo eterno.

José Agustín Balseiro










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