Los besos que yo te di

Aunque entres en una alberca
de agua fría y arrayanes
que lleve disueltas, dentro,
columnas, estrellas y aire;
aunque te frotes, después,
amontonando tu sangre,
con hilos recién hilados
que crujan al desdoblarse;

aunque en vez de agua, prefieras
pez, para purificarte,
y entres en una cisterna
de pez, de brea y de almagre,
de esas que funden troqueles
porque se tragan metales....;

aunque con buriles nuevos
acuñen, nueva, tu imagen
y un sayón bartolomeo
piel a túrdigas te arranque;
aunque nacieras de nuevo
en el vientre de tu madre
y el Padre Santo de Roma
de nuevo te cristianase,

los besos que yo te di,
no te los limpiará nadie,
que vas reluciendo a besos,
pregonando su linaje,
brillando y oscureciendo
como una luna en dos fases
que nunca apaga el creciente
aunque lo quiera el menguante.

...¡La saliva de mis besos
no se pegó a la carne...!
...Si se hubiera pegado
arrancarla fuera fácil
y pisotearla luego,
¡cosa de "Buenos" amantes...

...Pero no fue pegadiza;
no fue postura de traje
que en una feria se compra
y en otra feria se añade
y, cuando pesa, se cambia
conforme va el almanaque
con un cuarenta de mayo
que no quiere sofocarse...

¡La saliva de estos besos
te cimentó de raigambre;
la respiraron tus huesos;
la sorbieron tus hijares;
te clareó las entrañas;
te hizo crecer y esponjarte
como crecen y se esponjan
los chopos entre arroyales...

Lo canijo de tu vida
tuvo un apoyo de jaspe:
¡Mis besos!
...Y el hambre tuya
dejo de ser malas hambres
con mis besos...

La ceniza apegujada en tus llares
tuvo una lumbre:
¡Mis besos!
...Tu palabra, sin engarce,
tuvo gramática,
¡besos! que son más que frases...
¡frases! de un evangelio de lumbre
con nuestras dos iniciales...

¿Qué tienes que no estuviera
metido en mis venas antes?
¡Si eras cañamazo torpe;
hilaza que se deshace
y en los labios tuve agujas
divinas, para bordarte
de la camisa al pañuelo,
desde el tuétano a la sangre...!

...Si alguien te advirtió algún día
no fué por tí... ¡tú lo sabes!
–que tú eras de humo dormido
que no acierta ni a cuajarse...

Fue, porque yo te mostré
en un fanal delirante;
¡en este fanal de besos
–alto, denso, claro y grave–
Y dentro de él, relucías
tú, –¡que eras tristeza mate!–
como reluce una Hostia
que acaba de consagrarse,
que es pan y no es pan, porque
se amasó de eternidades...!

...¡Y ahora, quítate esos besos!,
¡date alquitrán y vinagre!,
¡entra en un río de greda
o en una selva de sables...!;
busca otros besos, que pongan
en los míos antifaces...
¿Que vas a conseguir, di;
si habrían de machacarte
y en el polvo de tus huesos
quedarían mis señales...?

...El agua se irá burlada;
la lumbre quemará en balde;
se mellarán las navajas;
caerán las caretas fáciles;
te señalarán cien dedos
–¡diana de los cobardes!–
y hasta el día que en la tierra
con otra tierra te tapen,

por encima del montón
mis besos han de notarse:
vivos ¡aunque te hayas muerto!;
nuevos ¡aunque tú te acabes!;
calientes ¡aunque te enfríes!;
verdad, ¡aunque los negaste!...,
para que Dios te conozca
por lo bizarro del traje
y sean los besos mios
–¡al cabo!– los que te salven...

José Antonio Ochaíta


Romance del Acabose

Aquello puede acabarse
del modo que te convenga.

Yo te prometo colgarme
en el pescuezo una piedra
y echarme de noche al río
sin que tú misma lo sepas.

Yo estoy dispuesto a cargar
con la pólvora más negra
un cachorrillo de hierro
y que las sienes me muerda.

Esto puede acabar
del modo que te convenga,
esta tarde o esta noche
o después cuando amanezca.

Sólo con que tú me lo digas:
“Se acabó la historia aquella.”
pero lo que no podrás
es que acabemos a medias.

Que en amistad trastoquemos
lo que fue pasión deshecha;
que tú vayas por la calle
y yo por la calle venga,
y nos digamos ¡”Adiós”!
como amigos que se encuentran.

Que tu digas: “Aquel tiempo!”
que yo diga:¡”Aquella fecha!”
y que los besos sorbidos
boca a boca, vena a vena,
no se nos pongan de pie
como claras bayonetas
y nos claven por cobardes
sobre la cruz de las piedras.

Amantes fuimos los dos
que amarse no da vergüenza;
comimos del mismo pan;
pisamos la misma hierba,
y las paredes calladas
huelen al que oler sepa,
a vida que hicimos juntos
llevando la misma senda.

Amantes fuimos los dos:
el fuego tú; yo la yesca;
tu, la soga; yo el caldero;
tú, el aire, yo la veleta.
Años enteros unidos
en una misma cadena
de sobresaltos y besos,
de conciencia y de inconciencia,
de quietud y de inquietud.
¡Ay, Dios que si lo barruntan!
¡Ay, Dios que si lo comentan!
¡Ay, que si me ven contigo!
¡Ay, que si contigo me ven!

Besos entre sobresaltos;
entre amarguras promesas.
Saber engañar a todos
y tener la verdad nuestra;
de estar por dentro casados
en una alianza secreta.

Casado estuve contigo;
arras fueron las estrellas,
y en el libro de la vida
quedó por siempre una fecha;
que era junio y era un día
que olía a cosas eternas.
Amantes fuimos los dos,
que amarse no da vergüenza.
Amantes fuimos de llanto,
amantes de complacencia,
amantes porque te di
todo lo que tú me dieras.
La vida tuya fue mía:
la mía, tú te la llevas.

Hasta ayer. Ayer me dices
claramente, por las buenas,
que nos conviene acabar
con aquella historia. ¡Aquella!
Eso no nace de nuevo
no la improvisas a ciegas;
eso, razón razonada,
“agua que viene de alberca
no se detiene ante nada”.
¿Qué vamos a acabar? Bueno;
como mejor te convenga.
Y estoy dispuesto a colgarme
en el pescuezo una piedra
y echarme de noche al río
sin que tu misma lo sepas.
¿Tú que harás? ¿Entrarte a monja?
¿Beber solimán a ciegas?
¿Ponerte un ascua en las sienes
para que derritan su cera?
Sólo así podrá acabar
pasión que fue tan entera.
¿pues otra cosa creías?
¿Pues otra cosa alimentas?
¿Qué amor se puede cambiar
en amistad sin ojeras?
¿Qué amantes y amigos son
como dos varas gemelas,
y que se corta la una
cuando la otra se seca?

¿Qué quien te tuvo en sus brazos
y saboreo tu lengua,
y hundió contigo la almohada
junto a tu misma cabeza
puede ser el amigo ese
que, cuando se le tropieza,
se le dice: “Adiós, amigo!”,
y se sigue la vereda?

Pero ¿quién te ha trastornado
quién te ha dado esa ceguera?
El amor cuando es amor,
sólo tiene dos certezas:
el odio, verdad de sangre;
la muerte, certeza negra.
¿Qué vamos a acabar? Bueno;
como mejor te convenga.
Pero ¿amigos? ¡Nunca! ¡Nunca!
Te estoy deseando muerta,
me estoy deseando muerto,
pero sin amor a medias.

Si tú quieres, llámame;
yo te llamaré si esperas.
¡Hazme el nudo corredizo;
eche yo el nudo a tu cuerpo,
y acabemos esta vida
que por tanto amor te pesa!

José Antonio Ochaíta




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