Elegía pequeña a un poeta de mi generación:

En la sombra fugaz de la memoria,
dejaste al loco colosal sin sueño.
Se te olvidó la historia de la vida
en la profunda soledad del esqueleto.

Hoy estás más acá,
en la mañana que nunca fue de noche;
en la esperanza,
donde el candil de ausencias
protege su pabilo
del rayo de nostalgia de tramonte.

Ahora sabrás que, en la amargura de luces y promesas,
caído se le ha un clavel a tu ventana.
Pero, dime, poeta, ¿dónde tiene su asiento
aquella voz que puso un espejismo en tu mirada?
¿Dónde tienes el arpa, que no existe,
sino en los huesos del misterio que te aclaman?

Eso es vivir, mirar sobre los hombros,
buscando algún enigma iluminado,
en las raíces de los astros,
y palpar que el perfume del espacio
no tiene la distancia de una rosa.

Eso es saber que el fuego congelado
es un secreto abierto que nos mata,
y que esa fantasía es más humana
que tu propia persona
y que toda la razón y toda la palabra.



Jorge María Ruscalleda


Muerte

Pluma veloz, la carne se desprende
en el aire atrapado del misterio.
Viento que se eterniza en cementerio
donde calla el silencio que se entiende.

Ancla que en la ceniza se sorprende
en la llama escapada del criterio.
Veta de luz dormida en el salterio
del sonido de luces que se enciende.

En la hora fugaz de la jornada,
no hay minuto final para el receso,
no hay oportunidad de retirada.

En esta encrucijada del exceso,
en que la vida es simplemente nada,
la muerte es una cuna sin regreso.

Jorge María Ruscalleda


Partida

Si tú me dices sí, rompo el misterio,
le quito a las estrellas la distancia.
Grito en el fondo, donde cada instancia
es voluntad de nube en el imperio.

En la ausencia y la lágrima es el serio
sangrar en el silencio de la estancia.
Allí la soledad es la lactancia
que roba la razón a mi criterio.

No tengo corazón para exigirte
la suerte que me das para perderme
en la historia en que ahora quiere sirte.

Nadie podrá jamás ya detenerme.
Yo no tengo ya nada que decirte.
Tú no tienes ya nada que ofrecerme.

Jorge María Ruscalleda


Renuncia

Si en la mentira popular, mañana
se adueñara el silencio de mi vida;
en esa misma lucha, perseguida,
sonará en la mudez de la ventana.

Si en el umbral de esa inquietud, se afana
en alumbrar la forma merecida,
en valle de sordera conocida
pondré sobre el secreto la campana.

Pero si en los caminos conocidos
de mi tierra, engañada por las flores,
me acribilla su escala de sonidos

con la sangre vendida de dolores,
renunciaré a los huesos más queridos.
¡Yo no quiero una patria de traidores!

Jorge María Ruscalleda


Vergüenza

No eras estrella, pero te buscaba.
En la luna de tierra eras mi sino.
El golpe fue de seda, pero vino.
En esa primavera te esperaba.

La suerte de sentir que me nombraba
la soledad del peso más dañino,
no fue la excusa, pero fue el camino
para sentir que el tiempo me ordenaba.

La perfección no quiero para nada.
Me basta con vivir en los contactos
que pueda propiciar cada llamada.

No tengo corazones con los pactos
que alumbren mi vergüenza derramada.
Duelen más tus palabras que mis actos.

Jorge María Ruscalleda










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