119

¡Oh mi Dios te doy gracias! Todo en ti
es cierto en este cuarto, aunque nada
más sólo hayan papeles y una “espada”,
unos versos quizás, ningún rubí.
¿Qué valor le das Dios, o no lo intuí,
a esta pobreza ruin, tan anunciada,
que me acerca a los cielos, bienamada,
y me aleja del suelo en que nací?
Cansada de la vida, ya no duermo,
porque hablan las amigas y me enfermo.
Como a Rut, me fatigan sus rumores,
y sólo pido pan, un poco de agua,
su compañía y qué más... ¿Por qué fragua
el demonio y me lanza sus furores?

Juan Carlos Ramiro Quiroga
Historia del Ángel 


121

Puedo morir en paz porque conozco
a Dios, después de darme a la carrera
de las letras con fe y a la carrera
de las armas con fuerza. Reconozco,
para mi mal, que yo mismo fui hosco,
a la vez montaraz, a la primera
cita con Dios en cerca de su vera,
porque no vi su seña por tan tosco.
Estando solo y pobre, no hay peligro
para nadie, que tenga tino y suerte,
a juntarse conmigo, ya que emigro.
Que el morir me sea báculo o portal
a la Vida y el vivir sólo sea muerte:
porque todos mudamos, bien o mal.

Juan Carlos Ramiro Quiroga
Historia del Ángel 


Responde mi Señor...

Responde mi Señor a este ejercicio
de rimas, tonos, lloros, que se elevan
a tus dulces celajes mientras llevan
de la noche, las dudas y el suplicio

monótono, medroso y soez del vicio
que al cuerpo, de lujuria toda enseban,
para hacerlo morir mientras se van
muchas purezas por un orificio.

Junta tu brazo sobre esta plegaria,
pon oídos a este cántico en Samaria,
que se ejecuta libre, sin panderos

ni arpas ni voz de lamento en los labios.
¡Qué importan los demás y sus resabios,
mi alma te clama en todos los senderos!

Juan Carlos Ramiro Quiroga





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