A Eros

No gastes, niña, tu sonrisa loca,
no derroches en vano tus venenos,
ni con la nieve de tus blancos senos,
pienses vencer mi corazón de roca...

Es para hablarte la elocuencia poca
de tu cuerpo gentil... Tus ojos llenos
de lujuria inmortal no son ajenos
al labio ardiente que besó mi boca.

Sigamos embriagados. Tu blancura
me brindará champañas de hermosura,
que a chorros brotan de tu cuerpo mago...

Loba y Chacal, tú y yo... nos conocemos
y sin hablar de amor nos marcharemos
cuando quede la fuente sin un trago...

José Rodríguez Díaz

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