A nadie le importa
(Dedicado a Bilbao)

Piel en mudanza.
Pasión de hierro y acero
vencido
por nuevos horizontes virtuales y sus llagas.
Con apertura al mar que sana, día a día, las entrañas.
Puerto sin marineros, sin dársena,
muros elevados que adoran el euro
y no filtran ecos de tragedias
en horizontes destemplados por hambre y sus miserias,
ni filtra armas, armas, armas… en contenedores para la guerra.
Piel de titanio en alma escondida y bella.
Valle entre montañas acicaladas de tristeza.
Barrios altos, barrios bajos, y núcleo urbano destetado.
Manos y pies de monstruos que crecen hacia Babel
en la altura de oligopolios mercenarios.
Corazón de piedra. Mirada altiva.
Ternura escondida y a propósito disimulada.
Vida oculta. Desigualdades yermas, encubiertas
en “esmarfons” de metro y sus virtuales dentelladas.
¿Quo vadis, Bilbo? Inori ez zaio inporta.
Gargantua y Olentzero suben a Begoña para beber la luz.
Marijaia no se entera, está de fiesta. Sólo vive una semana,
y es tan grande…
¿Quo vadis, Bilbo?
Una carraspera de pensiones, olas en igualdad de género,
y una historia plural
te alaban.
Voy contigo, Bilbao,
y con don Miguel, que aquí, desde su butaca,
no pierde la mirada.

José Serna Andrés


OTXARKOAGA

Duele el barrio.
Duelen sus maletas viejas, guardadas en la memoria marginal
de una historia compartida sin vallas ni fronteras.
Duelen las esquelas a puñados coqueteando con la muerte en rincones olvidados
y un dolor que inyecta resistencia a madres coraje.
¿Quién podrá aullar con más nitidez en su memoria?
Duele su sinfonía rota de cemento, sus esquinas,
sus escaleras marcadas por la lluvia de ancianas reptando
con las bolsas de la compra en sus laderas.
Duelen sus bloques de llanto, sus entrecortadas risas,
la abrupta impunidad que propicia la indefensión,
los jardines silenciados con cemento, sus miradas de pedir,
sus desesperanzadas amenazas, su abatimiento.
Duele la vista cansada de mirar desde el silencio cómo huye el miedo
entre lágrimas y amenazas que a veces vagan solas
con los fantasmas de alejamientos familiares y su desamparo.  
Duele el barrio como unas castañuelas que repiquetean sed entre las plazas.
Duelen los pies fríos en el invierno de calefacciones yermas.
Duelen los medios de comunicación que hurgan en las heridas
y no rubrican el trazo vivo de la luz en sus pupilas mañaneras
cuando el alba lo saluda en la palma de su mano abierta.
Pero en tus lágrimas, Otxarkoaga, hay crisol de estrellas
y arcoíris de esperanza.
Cuando parpadean las sábanas en los balcones,
cuando el viento aventa tu crespón de ayes,
coloco en mi ventana un paño blanco donde se retratan
corazones generosos que entran por las cañadas,
por cunetas no transitadas, por las utopías más altas.
Entonces se me cambia el gesto y veo las raíces del mar en tus entrañas.
Entonces levantas la frente, ¡ay!, dulcificas la mirada
y el horizonte besa manos abiertas, conciencias tranquilas, que relucen satisfechas.
Entonces, sí, ya no duele tanto el barrio, huyen los lobos,
y no duelen las cicatrices suturadas.
Hay un despertar de primaveras que laten,
urgen brotes de solidaridad en sus entrañas.
Hay luz en los rostros que transitan sus mañanas,
y una confabulación de gestos solidarios
que escriben derecho entre tanta línea torcida y su fatiga incendiada.

José Serna Andrés



Transparencia

Los carámbanos,
tan bellos,
tan fríos,
se asoman desde los tejados.
La blanca nieve
reviste de coronas inmaculadas
la tarde,
antes de que la noche fría
la convierta en hielo,
antes de que el sol reparador
se la regale
al mar,
antes de que el mar
la bese,
y se haga luz,
tan bella,
tan fría.

José Serna Andrés










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