Ahora

Ahora, cuando el día se viste de ceniza,
cuando el otoño logra ya su fruto perfecto
cuando se muere el rojo estío de las rosas,
cuando os crisantemos inauguran su reino.

Ahora, cuando el vino madura entre las sombras
y las manzanas logran su plenitud exacta,
cuando la niebla tiende su manto de violetsa
y el ruiseñor de octubre se despierta en el alba.

Ahora, cuando la tarde se queda en los cristales
temblando, como una mariposa perdida,
ahora, en e esta luz que se filtra en el aire,
y esta niebla sin luz, dulcísima y sombría.

Ahora es el momento para que el huésped llegue
y que el viento suene la llamada del ángel,
ahora es el instante de inclinar la cabeza
y decir las palabras que no ha de escuchar nadie.

José Umaña Bernal



Diálogo

¿Cuándo vino el otoño?

¿Fue cuando el ruiseñor calló en la noche
bajo los pinos, al llegar el alba?

¿Cuando el recinto tibio de las rosas
bajó la tarde trémula su llama?
¿Cuando el temblor de las primeras hojas
cayó, como un crepúsculo, en el agua?
¿Cuando el mar devolvió sobre la costa
su carga de canciones y de barcas?

¿Cuando vino el otoño?

Vino, cuando los dos en el silencio, lo esperamos.

José Umaña Bernal



Elegía del adiós

1

¿A que engañarnos más si ya perdiste
para mi sueño el misterioso encanto
de lo imprevisto, del hostil quebranto
fatal estrella nuestro amor asiste?

Si han pasado los días en que fuiste
un motivo fugaz para mi canto,
¡por qué en las sombras ocultar el llanto
y hacer la hora del adiós más triste?

Ignoto anhelo de inquietud me lleva
a buscar en la noche una luz nueva
para alumbrar la ruta alirecida.

Sereno olvido mi dolor te implora;
—¿qué es el amor? _soñar solo una hora
para llorar después toda una vida.

2

Al decirnos adiós, bajo el florido
amparo del fragante jazminero,
murió en las sombras el postrer lucero
tras un hondo crepúsculo de olvido.

Todo el encanto del ayer perdido
gimió en tu voz con ritmo lastimero,
y ante mis ojos se extendió el sendero
como un largo dolor desconocido.

Tu lánguido mirar se hizo más triste
cuando en las brumas del recuerdo viste
el sueño roto y la esperanza trunca;

Y ante la paz serena se las cosas,
llorando nuestras almas silenciosas
lo que no pudo ser, ni será nunca.

3

Yo, que anhelando la visión futura
huyendo del amor y sus engaños,
de adusto olvido coroné mis años,
y apacenté mis sueños en la altura.

Hoy, ante el hado que la muerte augura,
rota la paz por éxodos extraños,
breves congojas y fugaces daños,
lloro al dejar la juvenil locura.

Señor, que das la pena y la alegría,
tú, que me hiciste ilusionar un día,
de gloria ornando el porvenir risueño.

Concede al alma lo que el alma pide,
y dame un gran dolor para que olvide
la vanidad de este dolor pequeño.

José Umaña Bernal


La rosa

Esta rosa en el cielo, inmóvil, pura;
y este aire, que la cerca, y la convida:
y ella, en su propio sueño suspendida,
serena, en su voluble arquitectura.

Es casi de cristal, en la segura
presencia de su línea estremecida:
tan perfecta, en el tono, y la medida,
exactos, de su tedio y su hermosura.

El aire pasa, y ella, sola, queda,
embriagada en su tácito perfume,
oculta entre su tálamo de seda.

Y en la alta noche su virtud resume
trémula gota que, en la sombra rueda,
y en estéril silencio se consume!

José Umaña Bernal









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