Alamos

Álamos negros
junto al arroyo fresco.

Álamos blancos
junto al arroyo claro.

Álamos blancos
y negros,
cogidos del brazo,
van cantando
al son de la brisa,
por el arroyo abajo.

José María Hinojosa


Canción final

Y qué se me importa a mí
que la helada se deshiele.

Y qué se me importa a mí
que los pájaros no vuelen.

Y que los barcos más barcos,
sólo por la mar naveguen.

Si tengo en ciernes un campo
de margaritas de nieve.

José María Hinojosa


Cuando nos miramos

Mi cabeza inclinada sobre el aire
miraba su cabeza hecha amor por mis ojos
cuando de sus cabellos
saltaban las abejas para dejar su miel
en los labios resecos y sin esperanzas
en los labios hundidos bajo las palabras
llenas de amor y sangre.

Nuestras cabezas acaban por perderse
envueltas en las nubes
la mía inclinada sobre el aire
la suya hecha amor por mis ojos.

José María Hinojosa


Dolor

Cuerda de guitarra
que se rompe
al templarla.

La punta de la flecha
fue untada
de tristeza.

Gira la estrella
en el vacío,
y deja deslumbrada
la caverna.

Silencio de silencio.

Ni abriendo nuevos cauces
al momento,
quita sus letanías
del desierto desierto.

El sentimiento
se vuelve más espeso.

José María Hinojosa



Huyendo del destino

En medio de este hueco redondo y transparente
que me persigue siempre a través de la tierra
retumban los hachazos que separan las ramas
brotadas en el tronco de mármol patinado
por el humo de pólvora y la luz de la luna
filtrada entre los dedos de tus manos de nieve.

Tus brazos recogían en sus siete colores
la lluvia de mi frente y la espuma del agua
perdiéndose en las aguas tu cabellera rubia
mientras que tu cabeza flotaba entre las olas
verde entre verdes algas con los labios abiertos
por la caricia última de mis labios de fuego.



José María Hinojosa


La rosa de los vientos

Para picotear sobre mi fría palma
bajan aleteando las estrellas
y la Osa Mayor no será nunca blanca
porque ha olvidado su pasión mimética.

Han puesto colgaduras encaladas
para borrar los huecos de mis huellas,
mujeres negras que habitan mi casa.
Sólo han brotado de mi barco velas.

Mientras oteo curvos horizontes
en el balcón de escarcha tempranera,
veo llegar el humo desde Londres,
que amarillo nació en las chimeneas
y, cano ya, me llama a grandes voces
y pregunta con gesto anacoreta
por la senda que lleva al Polo Norte.

Encogiendo mis hombros hechos niebla
yo le regalo un alfabeto Morse.

José María Hinojosa



Mi alegría

Vino a mí en espiral,
con vuelo de mañana,
su voz hecha sonrisa
de lucero del alba.

Mi sangre baña el río
en aleteo de agallas;
queda el cuerpo sin sangre
y oye la voz del alba.

Está mi cuerpo frío
ya tendido en la playa,
y huyendo de la luz
desaparece el alba.

Su voz hecha sonrisa
vino a mí en espiral;
mi gesto sin aristas
fue a ella en espiral.

José María Hinojosa



Mi corazón perdido

En su cuerpo de espuma nacían las espigas
que en ráfagas de viento llenan con sus rumores
mi corazón perdido en el mar de su lengua
mi corazón hallado en medio del desierto
por cadenas de voces en oasis de sangre.

Mi corazón perdido busca entre sus encajes
la llama que devore las ansias de su sombra
y las nieves que bajen de las altas montañas.

José María Hinojosa


"¿Tu corazón y el mío eran sólo de arena?"

José María Hinojosa







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