"¡Amar a aquel petimetre ridículo, cuyos pensamientos no iban más allá del nudo de una corbata o del nuevo corte de una chaqueta!"

Emma Orczy


"Comía tranquilamente la sopa, y reía de buen humor, como si hubiera ido hasta Calais con el propósito exclusivo de cenar en aquella posada asquerosa, en compañía de su archienemigo."

Emma Orczy


"Cuando estamos contentos, las olas constituyen un eco de nuestra alegría. Pero, cuando estamos tristes, cada ola parece aumentar nuestra desdicha, hablándonos de nuestra desesperación y de la insignificancia de todas nuestras alegrías."

Emma Orczy


"Desde que Inglaterra existe, sus habitantes se han avergonzado siempre de manifestar tanto su emoción como su simpatía."

Emma Orczy



"El amor apasionado se fortalece incluso ante la muerte."

Emma Orczy



"El corazón de una mujer constituye un problema tan complejo, que a veces la misma que lo posee es incapaz de encontrar una solución al enigma."

Emma Orczy


" "El dinero y los títulos pueden ser hereditarios", decía, "pero la inteligencia no"."

Emma Orczy





"El mejor juez de una cara es el dueño de una tasca de pueblo."

Emma Orczy





"El presente no es tan esplendoroso como para que no sienta deseos de remover un poco el pasado."

Emma Orczy




"El vigorizante aroma del mar fue como un néctar para su cuerpo fatigado; la inmensidad de los acantilados solitarios era silenciosa, como de ensueño. Su cerebro sólo permanecía consciente a la tortura incesante e insoportable de la incertidumbre."

Emma Orczy


"Hay incluso un límite para el dominio más férreo de uno mismo."

Emma Orczy


"La crisis moral que acababa de atravesar la hacía juzgar con indulgencia los defectos y las debilidades de los demás. Había comprendido, con fuerza devastadora, hasta qué punto puede golpear y dominar el destino a un ser humano. Si una semana antes le hubieran dicho que ella se rebajaría a espiar a sus amigos, que traicionaría a un hombre valiente y desprevenido para ponerlo en manos de un enemigo implacable, se hubiera reído despectivamente. Y sin embargo, eso era lo que había hecho: era posible que al día siguiente cayera sobre su cabeza el peso de la muerte de un hombre valiente."

Emma Orczy





"La virtud es como los aromas delicados: se hacen más fragantes cuando se los exprime."

Emma Orczy





"Las órdenes de una mujer hermosa son decisivas para cualquier clase de hombre"

Emma Orczy


"Lo buscan aquí, ellos lo buscan aquí.
Esos franceses lo buscan en todos los lugares.
Está él en el cielo? - Está en el infierno?
Ese maldito y perverso Pimpernel.
La bon mot de sir Percy rodaba por los brillantes salones. El príncipe estaba encantado. Aseguraba que, sin Blakeney, la vida sería un desierto de aburrimiento. Cogiéndole del brazo, lo llevó a la sala de juegos, donde se enzarzaron en una prolongada partida de dados.
Sir Percy, cuyo mayor interés en las reuniones sociales parecía centrarse en la mesa de juego, normalmente permitía a su esposa que coqueteara, bailara, se divirtiera o se aburriese cuanto quisiera. Y aquella noche, tras recitar su bon mot, dejó a Marguerite rodeada de una multitud de admiradores de todas las edades, deseosos y encantados de ayudarla a olvidar que en el espacioso salón había un ser alto y perezoso que había cometido la estupidez de creer que la mujer más inteligente de Europa se avendría a aceptar los prosaicos vínculos del matrimonio inglés. Sus nervios sobreexcitados, la agitación y preocupación prestaban a la hermosa Marguerite Blakeney aún mayor encanto: escoltada por una auténtica bandada de hombres de todas las edades y nacionalidades, provocaba múltiples exclamaciones de admiración a su paso.
No estaba dispuesta a seguir pensando. Su educación, un tanto bohemia desde su más tierna edad, la había hecho fatalista. Pensaba que los acontecimientos se desarrollarían por sí solos, que no estaba en sus manos dirigirlos. Sabía que no podía esperar misericordia de Chauvelin. Aquel hombre había puesto precio a la cabeza de Armand, y había dejado que ella tomara la decisión de pagarlo o no.
Más adelante vio a sir Andrew Foulkes y lord Antony Dewhurst, que al parecer acababan de llegar. Observó que sir Andrew se dirigía inmediatamente al encuentro de la pequeña Suzanne de Tournay, y que al cabo de poco tiempo los dos jóvenes se las ingeniaban para quedarse a solas en el mullido alféizar de una ventana, para mantener una larga conversación, de la que ambos parecieron disfrutar."

Baronesa Emmuska Orczy
La pimpinela escarlata




"Los pequeños vicios son menos peligrosos y menos desagradables."

Emma Orczy





"Los seres humanos se juzgan unos a otros de una forma superficial, insustancial, despectiva. Sin racionalizar los hechos, sin caridad."

Emma Orczy



"Por lo común, el destino es muy rápido en asestar sus golpes."

Emma Orczy


"Para servir a la patria hay que dejar de lado los prejuicios."

Emma Orczy


"París, 1793: [...] ¡Adelante, siempre adelante!, en aquel torrente salvaje y vertiginoso, sembrando el viento de la anarquía, del terrorismo, del deseo de sangre y odio, y cosechando un huracán de destrucción y de horror. ¡Adelante, siempre adelante! ¡Francia, con París y todos sus hijos, sigue corriendo a tientas, enlo­quecida; desafía a la poderosa coalición (Austria, Inglaterra, España, Prusia, todas unidas para poner freno a la carnicería), desafía al universo y desafía a Dios! París, este septiembre de 1793.[...] París, una ciudad de derramamiento de sangre, de la humanidad en su aspecto más bajo, más degradado. La propia Francia como un monstruo gigantesco que se devora a sí mismo.[...] Esta es tu recompensa, poderosa y santa Revolución, apoteosis de igualdad y fraternidad, gran rival del cristianismo decadente [...]
El tigre devorador de hombres por lo que dura un suspiro se lamió las poderosas mandíbulas y reflexionó. Algo nuevo, algo maravilloso. Hemos tenido una nueva Constitución, una nueva Justicia, nuevas leyes, un almanaque nuevo. ¿Y ahora qué? ¡Si es evidente! ¿Cómo es posible que a aquella inmensa, intelectual y estética París no se le ocurriera antes algo tan maravilloso? ¡Una religión nueva!
El cristianismo es viejo y obsoleto, los sacerdotes son aristócratas, ricos opresores del pueblo, la Iglesia no es más que otra forma de tiranía sin sentido.Por supuesto que hemos de tener una nueva religión. Ya se ha hecho algo para destruir la vieja. Destruir, siempre destruir. Se han saqueado iglesias, se han despojado altares, se han profanado tumbas, sacerdotes y coadjutores han sido asesinados, pero no es suficiente.Tiene que haber una religión nueva y para con­seguirlo tiene que haber un nuevo Dios. «El hombre es un idólatra nato.» De acuerdo, pues; que el pueblo tenga una nueva religión y un nuevo Dios. ¡Un momento! Que no sea un Dios esta vez, porque Dios significa majestad, poder, realeza, en realidad todo lo que la mano poderosa del pueblo de Francia se ha esforzado y ha luchado por destruir. Que no sea un Dios, sino una diosa. ¡Una diosa! ¡Un ídolo! ¡Un juguete![ ...]
París quería una nueva religión[...] y los hombres serios, los patriotas fervientes, los locos entusiastas sesionaron en la Asamblea de la Convención y discutieron seriamente la forma de proporcionarle las dos cosas que ella pedía. Creo que Chaumette fue el primero que resolvió la dificultad [...] El fiscal Chaumette fue el primero que descubrió exactamente el tipo de religión que París quiere justo ahora. «Tengamos una diosa de la Razón -dijo [...]-, que el pueblo se alegre y baile en tomo a aquella pira funeraria y, por encima de todo, que la nueva diosa descuelle sonriente y triunfal. La diosa de la Razón, la única divinidad que nuestra Francia nueva y regenerada reconocerá a lo largo de los siglos venideros.»
El discurso apasionado fue recibido con fuertes aplausos. «Una nueva diosa, ¡claro que sí! -gritaron los caballeros serios de la Asamblea Nacional-,
¡la diosa de la Razón!» [ ...] «La diosa ha de ser hermosa [...] no demasiado joven.[...] La Razón sólo puede ir de la mano con la edad más madura de la segunda juventud [...] debe estar engalanada con ropas clásicas, austera pero sugestiva[...] ha de llevar colorete y maquillaje [ ...] ¡Sí! La fiesta debe ser brillante, alegre u horrible, enloquecida o aterradora, pero a través de ella hay que hacer sentir a todos los habitantes de Francia que había una mano que los guiaba, que regía los destinos de todos, una cabeza que formulaba las nuevas leyes, que consolidaba la nueva religión y establecía a su nueva diosa: la diosa de la Razón: ¡Y Robespierre era su profeta!."

Emma Orczy
Tomada del libro de Robert Bauval y Graham Hancock, Talismán, ciudades sagradas, una fe secreta, página 375-376




"¿Quiere que le tienda una emboscada y le atraviese con mi espada? Sería la forma más rápida de deshacemos de ese obstáculo. - ¡No bromee, sir Andrew! ¡Ay! Desde anoche me he sorprendido en varias ocasiones deseando la muerte de ese desalmado. ¡Pero lo que usted propone es imposible! ¡Las leyes de este país prohíben el asesinato! Sólo en nuestra hermosa Francia se pueden cometer matanzas al por mayor legalmente, en nombre de la libertad y del amor fraterno."

Emma Orczy



"Sus antepasados habían sido los opresores del pueblo, lo habían aplastado bajo los tacones escarlata de sus delicados zapatos de hebilla y, de repente, el pueblo se había hecho dueño de Francia y aplastaba a sus antiguos amos -no bajo los tacones, porque la mayoría de la gente iba descalza en aquellos tiempos-, sino bajo un peso más eficaz, el de la cuchilla de la guillotina."

Emma Orczy



"Y cada día, cada hora, el repugnante instrumento de tortura reclamaba múltiples víctimas: ancianos, mujeres jóvenes, niños pequeños, hasta el día en que reclamara también la cabeza de un rey y de una hermosa y joven reina. Pero así debía ser, ¿Acaso no era el pueblo el soberano de Francia? Todo aristócrata era un traidor, como lo habían sido sus antepasados. El pueblo sudaba y trabajaba y se moría de hambre desde hacía doscientos años para mantener el lujo y la extravagancia de una corte libidinosa; ahora, los descendientes de quienes habían contribuido al esplendor de aquellas cortes tenían que esconderse para salvar la vida, escapar si querían evitar la tardía venganza de un pueblo."

Emma Orczy



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