ARLEQUÍN Y ASCETA

Tengo la soledad de las estrellas...

Trasunto soledad en mis caminos
hago mi nido al borde de los montes
no tengo amigos santos ni asesinos.
Voy persiguiendo abismos y horizontes
como viejo ladrón entre las sombras
escondo multitud de polizontes.
Mis huellas en la arena o las alfombras
no tienen ni han tenido compañía
(ya veo que ni ríes ni te asombras...).
No busco ni el placer ni la alegría
ni el castillo ni el dios ni la princesa
ni el dragón ni la espada ni la arpía.
Todos encuentran pan sobre mi mesa
abrigo y protección bajo mi techo
y un beso de ternura quien me besa.
Sé que el camino es áspero y estrecho
sé que no abundan manantial ni trigo
sé que los buitres viven al acecho.
No pido credenciales al amigo
no sé de la piedad con los traidores
ni explico por qué voy por donde sigo. 
Si tengo un alma es llena de colores
si tengo un corazón es extranjero
si tengo una caricia son las flores.
Tan sólo el mar es noble y verdadero
(en él mi padre como vieja historia
navega capitán y marinero...).
Hace diez años desprecié la gloria
y me vestí de polvo y de cometa
sin nombre sin razón y sin memoria.
He fracasado de arlequín y asceta
de sabio de ladrón de amable y malo
de encantador de amante y de poeta.
Te ofrezco estas miserias de regalo:
mi verso gris mi falta de talento
mi lástima mi pie cuando resbalo
mi terca fe mi pérdida mi intento...

José Luis Mejía Huamán


Canta el verso y la guitarra

Canta el verso y la guitarra,
canta la voz de la noche,
canta el ave con derroche,
canta el vino de la jarra.
Canta el puñal que desgarra,
canta el hombre moribundo,
canta el pobre vagabundo
que va pidiendo monedas,
cantan en nuestras veredas
todas las calles del mundo.

José Luis Mejía Huamán


Vino como la sombra...

Vino como la sombra o como el fuego
que todo lo marchitan. Como el grito
que todo escandaliza. Como el rito
del ajedrez, que es guerra pero es juego.

Nadie supo decir cómo sus formas
quebraron el espejo. Cómo el ojo
de tanto Sol herido y tanto rojo
pudo incendiar crepúsculos y normas.

Todos guardan silencio. Nadie cuenta.
Pero su nombre vive en la memoria
del pueblo que no es voz, luz, ni tormenta.

En sus manos gestaba la victoria.
Sólo Dios la recuerda, cenicienta,
en un cuarto vacío. Sin historia.

José Luis Mejía Huamán













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