Cometa

En su nave cohete
volaba el niño.
Nave la más segura
que el sueño hizo.

Aleteaban luceros
y soles lindos.
Coronaban estrellas
los altos vidrios.

Él soñaba con lunas
y con anillos.
voladores planetas
en equilibrio.

El mar de las estrella
mar de artificio,
engañadoras piedras
del infinito.

Verlas y oírlas
quisiera el niño.
Él no sabe qué ardores
pulen su brillo.

¿Dónde vas, el cometa,
loco y herido?
¿A dónde, desgajando
tu fuego íntimo?

Por espacios vagaba
de su destino,
hacia la órbita extraña
del sol antiguo.

Polvareda radiante,
de astro abatido,
estela vulnerable
quebraba en hilos.

Rotas y ardientes alas
en desvarío
el astro se desgarra
vuelto al abismo.

Zigzagueaban estrellas
aires tranquilos.
Velas ardiendo
vagan cielos perdidos.

En su nave cohete
volaba el niño.
La nave relumbraba
de soles lindos.

Haydée Ramírez de Arellano


Ha tiempo que callaron

Ha tiempo que callaron las voces,
El silencio
Merodea tu torre ensimismada.
¿En qué páramo habitas?
¿En qué estepa de hielo
Se congeló tu voz. ¡Oh muda estatua!?
¿Quién ahogó tus sollozos?
¿Quién tu risa
Estranguló, tu risa blanca?
Alguien secó tus labios azules
para que no cantaran.
Estrujadas las plumas de tu vuelo
Pájaro que subías a las cumbres sonoras
En aquella adolescencia dorada
Ahora cautiva vives,
Rocas te cercan,
Puertas de angustia sellan tu morada.
Atardece, y ya casi es la hora
De la noche cerrada.

Haydée Ramírez de Arellano


No era la espera


No era la espera, No.

Era el vacío insondable.
El ver un horizonte
Eternamente blanco.

¡Esperar, no! Es fácil
El aguardar, mirando
Cómo se llena el mundo
De flores y de pájaros.

¿Pero tener los ojos
Ciegos, de tanto y tanto
Blancor, sin saber cómo
Por qué, dónde, ni cuando?

No era la espera, era
El vacío del espacio,
Del tiempo, del lugar
El no ver ni el azul
Ni el rosa, ni el morado.
El leer un papel
En blanco. Siempre en blanco.

Haydée Ramírez de Arellano


No hagas daño al árbol

Tú no hagas daño al árbol. Sus altas ramas tiende
para albergar los nidos del pájaro cantor.
Cuando la primavera los rosales enciende
adorna los caminos, como una inmensa flor.

Dorados frutos tiemblan en los verdes ramajes
y su sombra te brindan los espesos follajes.
La copa, verde y alta, te sirve de sombrilla.
¿Quieres tú caridad más humana y sencilla?

Si ves cortar un árbol, con el corazón triste
pide perdón a Dios por el crimen que viste,
y a los que el daño hicieron, muéstrales tu tristeza.

Sin duda pasan ciegos por ante la belleza
y no saben que el árbol, en la tarde sin ruidos,
como una dulce madre mece los blancos nidos.

Haydée Ramírez de Arellano



Visiones del fin

Van cayendo los astros
Sucumben, van cayendo.
Todo se cae, el sol ya se desangra.
El cielo es de tinieblas, de luces.
El mar, hostil, como un gigante salta.
Ya no hay hierba, no hay flor que se resista.
Temblor violento agita el orbe en llamas.
Arden los montes, bajan en derrumbes
Y aniquilan ciudades bajo el agua.

La tierra gira, fea, envuelta en humo,
Cortinas de betún cubre su cara.
El mar va ciego, roto en remolinos.
La tierra, en grietas, muestra en sus entrañas.
Los retorcidos árboles se hunden
Arden los campos, ya no resta nada.

¿Los hombres, dónde están? ¿Dónde las aves?
¿En dónde, mi Señor? ¿Nada se salva?
En ira el sol, atronador el viento,
La tierra en erupción de hirviente lava.
Chocan los astros, la materia gime…
¿Vuelve a la forma prístina la infancia?

Haydée Ramírez de Arellano








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