Concepcióm

Me tendrás a tu lado. Me besarás. Y luego,
como al moreno cántaro que espera al fin del surco,
a mi sumiso cuerpo se alargarán tus brazos.
Se saciará tu sed: la exigua sed de un hombre.
De mi lecho después, en largas madrugadas
hacer creerás el blanco camino del olvido.
Y sin embargo, ciego piloto de mi entraña,
conmigo habrás llegado por una noche sola,
a la encantada playa donde no está tu muerte.
Por el nocturno río caliente de mi sangre
irán tus ojos lejos, para jamás volverse,
tu voz prenderá en roca para perennes ecos.
Tú no lo sabes, hombre, tú no lo piensas, ciego.
Esta noche mi cuerpo será, ¡oh antiguo nauta!
el puerto de que zarpen las naves de otra aurora.

María Josefina Teodora Pla Guerra Galvany​ más conocida como Josefina Pla


Desde cuándo

¿Desde cuándo marchabas a mi lado,
Desde cuándo tus pasos?
¿Desde cuándo, en la noche, aproximándose,
Ocultos tras de cada latido? ¿Desde cuándo?

¿Desde cuándo, en la noche, por los valles sin nombre,
Rastreando mi angustia?
Y tras de cada puerta abriéndose, y de cada
Recodo el camino, ¿desde cuándo?

¿Desde cuándo tus sienes en las salvias
Del reposo tranquilo?
¿Desde cuándo tus brazos en los cálidos ramos
Del viril eucalipto, bajo las siestas altas?

¿Y desde cuándo el pedregal desnudo;
Desde cuándo el desierto irredimible?
¿Desde cuándo la brasa los párpados;
Esta sed, desde cuándo?

¿Desde cuándo este siempre irrevocable;
Esta muerte creciendo, desde cuándo?

Josefina Plá



El amor realizado

El amor realizado es un sorbo de muerte
Que nos pasa los labios, que se filtra en las venas.
El alma que nos cambia es más ancha y vacía:
Más triste y más sedienta, la boca que nos deja.

Dentro del corazón alárgase una sombra
Cada vez que los labios su antiguo vaso llenan.
El amor realizado aguza en nuestros ojos
Del imposible anhelo la trémula saeta,
Y es paso que prolonga, en cruel hechizo mágico,
Ante la planta laxa la cansadora meta.

Amor: perfecto guía para ir al encuentro
Del dolor apostado al fin de cada senda.

Josefina Plá


“El poema es un sueño que puede compartirse.”

Josefina Plá


El viajero

Y, de pronto, el viajero
Surgió. Sobre el sendero
Sus pies dejaban pálido,
Fosforescente reguero.

Vio mi mano en oferta,
Y dijo: —¿Es para mí?—
Yo no sé si despierta
O en ensueños le oí.

Extasiado, mirándole
Los ojos, se lo di.
¡Poder no pensar,
Poderse abandonar,
Como el pétalo al viento,
Como al fuego el sarmiento,
Como la astilla al mar!

Caminito escondido
Caminito escondido
Que te embozas en sombra
Y con grama te alfombras,
Y al silencio haces nido:

Caminito escondido:
Eres humilde y breve,
Y tu surco es muy leve
Entre el bosque tupido.

Medio sol de mañana,
Un poquito de luna,
Un hilo de fontana,
Son toda tu fortuna.

¡Poco tienes, sendero
Enflecado de sauces,
Mas tú sabes, camino,
Que breve, pobre, austero,
En sombra, eres el cauce
De un designio divino.

También yo sé, camino
Que, aunque corto y umbroso,
Te vio el dolor celoso
Y el amor adivino;

Que alguna vez, acaso,
Pudo encontrarte al paso
El hada de la suerte,

Y que, en noche sombría
O en el claror del día,
Te sabrá hallar la muerte!

Josefina Plá



Fuimos, en sueños...

Fuimos, en sueños, compañeros:
la vigilia no nos unió.
¡Sólo en los sueños traicioneros
su pie a mi paso se ajustó!

Labios gemelos en el ansia:
¡no unisteis nunca vuestro ardor!
Pupilas, astros de constancia:
¡nunca rimasteis un fulgor!

Jamás la diestras se estrecharon;
los labios sedientos no hablaron;
pero el juramento existió.

Nunca las bocas se besaron;
¡de los besos que no quemaron,
brasa fue el doble corazón!

Josefina Plá


Las puertas

Un cerrarse de puertas,
A derecha e izquierda;
Un cerrarse de puertas silenciosas,
Siempre a destiempo,
Siempre un poco antes
O un momento demasiado tarde;
Hasta que sólo queda abierta una,
La única puntual,
La única oscura,
La única sin paisaje y sin mirada.

Josefina Plá


"Me tendrás a tu lado. Me besarás. Y luego,
como al moreno cántaro que espera al fin del surco,
a mi sumiso cuerpo se alargarán tus brazos.
Se saciará tu sed: la exigua sed de un hombre."

Josefina Plá


“Nunca olvidé que era canaria, y para más, majorera. Pero nunca tampoco pude recordar cómo eran cómo son- estas Canarias con cuyo barro se amasaron años párvulos míos.
La Isla de Lobos, donde nací, verruga en el mar de la epopeya definitiva en la conquista del planeta, es una estampa que me construyeron; como la de la tormenta que fue orquesta en el nacimiento, o la del charco con los pececillos “impescables”.
Tuve una niñez relativamente feliz. digo relativamente porque tenía a otros niños con quienes jugar. Había rocas por doquier y algunas pocas plantas raquíticas. A veces el paisaje era desolador y deprimente. Lo único que me sacaba de mi estado melancólico eran las gaviotas. Me pasaba horas y horas estudiando sus vuelos y comportamientos, Creo que aquella vida en medio de la nada, rodeada del mar insondable y del horizonte lejano fue templando mi espíritu para mi vida futura. El trabajo de mi padre era duro y de gran responsabilidad. De él dependía la navegación de los barcos, que no encallaran o naufragaran y llegaran a buen puerto.”

Josefina Plá


Soy

Carne transida, opaco ventanal de tristeza,
Agua que huye del cielo en perpetuo temblor;
Vaso que no ha sabido colmarse de pureza
Ni abrirse ancho a los negros raudales del horror.

¡Ojos que no sirvieron para mirar la muerte,
Boca que no ha rendido su gran beso de amor!
Manos como dos alas heridas: ¡diestra inerte
Que no consigue alzarse a zona de fulgor!

Planta errátil e incierta, cobarde ante el abrojo,
Reacia al duro viaje, esquiva al culto fiel;
¡Rodillas que el placer no hincó ante su altar rojo,
Mas que el remordimiento no ha logrado vencer!

Garganta temerosa del entrañable grito
Que desnuda la carne del último dolor:
¡Lengua que es como piedra al dulzor infinito
De la verdad postrera dormida en la pasión!

Haz de inútiles rosas, agostándose en sombra,
Pozo oculto que nunca abrevó una gran sed;
Prado que no ha podido amansarse en alfombra,
¡Pedazo de la muerte, que no se sabe ver!

Josefina Plá


Sueño de sueños

Secreta noche herida de menguante
Cae donde no hay agua ni tierra.
Marcha a cortar el filo de la luna,
Mis raíces, que están donde no estuve.

Traerán mi corazón, negra violeta
Que se durmió en la orilla de otro sueño.
Lo he de llamar y no sabrá su nombre.
Me ha de cantar, y no he de comprenderle.

Y llevaré, camino en mediodía
De veinte cielos con opuestos soles,
Mi angustia en veinte voces sin mi sangre.

He de llorar mil años sin mi llanto
Y he de dormir mil años sin mis ojos
Noche con veinte pétalos de luna.

Josefina Plá


Trópico

Amargas lunas mates de estero hechizan, muertas,
noches de frutos altos y de tácitos vuelos.
Ríos de cocodrilos y de tortugas lentas
descaman las estrellas de un calcinado cielo.

En urgencia arterial, por roja tierra tibia
discurre el agua madre de las inundaciones,
mientras corolas túrgidas como sexos encienden
la lámpara votiva de las insolaciones.

Carnívoros estambres, piedras que encierran astros;
troncos que se hacen nudo mortal bajo agua quieta;
peces de aguda voz, aves de mudos rastros.

La Cruz del Sur, guardiana de sus misterios, arde,
cual cifrando en su acorde de siderales neones
la música del mundo en su primera tarde.

Josefina Plá











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