Díptico a Tarragona

Izada como ave en blanca loma,
luminosa de sol, plena de vida,
ciudad de sueño blanco amanecida
en vuelo venturoso de paloma.

A tus ojos de vidrio el mar se asoma,
a tu talle de miel como una herida
donde gime la roca adormecida
de la misma cantera que hizo a Roma.

Despiertas al gritar de las gaviotas,
marinera ciudad, con la alegría
que prestan al amor tus manos rotas.

Dora la tarde el sol de la bahía.
Cuando todo es quietud rompen las notas
jubilosas de tu marinería.

Jose Manuel Cardona


EL EMBELESO

"For worse? for better? but happened."
Ezra Pound

A Mariano Villangómez,
con una nostàlgia inmensa

Puede que las cosas no sean
como quisiéramos que fuesen.
El río sigue su curso
y lo contemplamos atónitos.
Este río serà el mismo que vieran
los ojos de Heràclito aunque no sea
el mismo río.
Cavilo así, embelesado
a orillas del Danubio
esta tarde otonal
en que fluyen las aguas, sarmentosas,
como ramificadas, arrastrando
vestigios de tormenta, ranúnculos,
despojos ribereíios de un paisaje
que sí seria el mismo hace mil anos.
Solo el hombre es capaz de destruir
lo que nunca ha creado
y que él solo cree pertenecerle.
Ver para vivir no le basta,
todo tiene que ser suyo, apropiàrselo. No pienso que nunca salgamos
de la caverna. Lobo, tigre y buitre,
vocablos que el hombre ha inventado
huyendo de sí mismo,
cercenando ese doble ingrato
que refleja el espejo al contemplarse
en él, nada tienen que ver
con la naturaleza.
Y, al irlos suprimiendo,
borràndolos de su vida, el espejo
se los devuelve intactes,
convertidos en monstruós, encamados en su espècie,
y seran
ese homo sapiens del que hablan los libros.
Pesadillas horribles nos asaltan
y al despertar nos gustaria
seguir sohando por no ver los cuerpos
de tanto supliciado.
En todas las edades, sublimando
sus propios horrores, el hombre
crea los dioses a su semejanza
y, sacrifïcàndolos,
se enganarà creyendo redimirse.
Se extinguirà la espècie humana
sin haber alcanzado nunca
la edad de la razón, como esas muelas
que dicen ser las del juicio, tardías,
dolorosas e inútiles, vestigio
como el hombre de otras edades.
Perecerà también
ese embeleso que me habita
a orillas del Danubio y al perderme 
por los Campos de Córdoba
que dieron su caballo al romancero
o al evocar el Júcar
y las hoces del Huécar
y al banarme en las fuentes siempre heladas
del río Cuervo y subir a la Vega
del Codorno,
0 cuando en Delfos, tras el crepúsculo
de un dia esplendoroso, me detengo
entre los olivares plateados
y corono mis sienes
con el laurel de Apolo
y evoco, emplazo a mis antepasados
fundido como acufiado en el màrmol
de una tierra que pudo ser la mía
y de la que surgió una vez
la única raza humana que valia
la pena así llamarse.
Aquí y ahora siento en mi crecer
y que de mi dimana
como un aura celeste, límpida,
etérea, grandiosa,
y recuerdo a Cernuda, el hermano
y guia memorable,
y recuerdo con él que el hombre,
solo el hombre que él y yo sabem

Jose Manuel Cardona





















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