A la Tierra, mi génesis, mi nave espacial,
que me brinda oropéndolas y alerces,
el pródigo esplendor de arroyos y de cumbres,
caminos con retamas y sorpresas,
y me permite izar el arco iris.

Cristina Lacasa



Dónde voy con un libro de poemas

Si yo tuviera veinte años y una guitarra
me iría con vosotros
a cantar mis poemas.

Pero me encuentro al filo
del medio siglo.
Mi tiempo ya pasó entre alambradas
y sin canción.
Sólo pude susurrar entre dientes.
Mi voz está ahora ronca
por haber intentado socavar
ocho lustros de muro
sin nunca conseguir
el acompañamiento; una cordada
a que asirse. No puedo ya cantar
más que en voz baja, en queja y arropada
entre las hojas de algún libro
que casi nunca nadie lee.

Dónde voy con un libro de poemas,
con una mercancía
que no goza el favor de la publicidad.
Si no tengo guitarra dónde voy;
si mi voz se quebró en la soledad
y en las prohibiciones;
si tuve que gritar por los pasillos
del alma y entre sombras.

No tengo juventud, ni guitarra ni tiempo,
ni una sola palabra que no lleve raíces
de esa larga mordaza.

Esa es mi historia: una contradicción
sumida entre dos luces y dos sombras.

Cristina Lacasa



El abrigo de pieles

Abrazo de tersura, ondulación de brillos,
suntuoso despojo que siendo muerte es halo
sobre impávidos hombros de damas prepotentes.
Llama sin fuego, fleco boreal,
inocencia que paga su belleza
con la heredad suprema de la vida.

Cristina Lacasa


El silencio

A Norma Suiffet de Moreira.

Se oye andar al silencio, alba calzando pétalos,
espuma del secreto de la nieve.
El silencio es un álamo en la tarde,
un polen planetario y germinante.

Cristina Lacasa



Entre muros

Me gano el pan, la sal y hasta este verso
con un sudor heroico; en la frente
desemboca su río. Vedlo, vedlo
fluir mientras construyo esta frutal
palabra con mi sangre.
Si me asomo
a la ventana a veces, he de hacerlo
empujada; la sal, el pan, el verso
me requieren, me ordenan, se me llevan
muros adentro (corazón adentro
el poema).
Chorrean las cadenas,
hiedra que a mi cintura agobia y reta,
su derrumbe eslabonada, su costumbre
de cerco. Y me rebelo, espiga en pie,
contra el forzoso acero, contra el puño
de tierra prieta que me oprime el tallo.

Inútilmente aparto los postigos
y arrojo las maromas. Crece el pan
sólo al borde del poro, con su lluvia
fertilizante, entre los muros plúmbeos
de mi encierro.
Y el verso que me pide
también muros de sangre, lucha, tiempo
de latido, me esposa, me retiene
en su cápsula hermética de letras.

Cristina Lacasa


"Querido hermano árbol:

... Sé que sobre tu corteza fraternal está grabado mi nombre. Y que me esperas... Y tú no has recibido mi obligada visita ni tu tronco mi abrazo. Ni mis manos, tan dispuestas, te han acariciado, ni mis labios te han ofrecido un tierno beso, al tiempo que susurraba sobre tus poros arbóreos (tus oídos) cariñosas expresiones.

Habrás de perdonarme que no haya viajado hasta llegar a ti. No es por desvío, sino porque mi destino suele arrojar ante mis pasos porfiados obstáculos, que me impiden a menudo realizar algún sueño.

Pero, amigo mío, existe la comunicación en distintos estratos del aura que nos envuelve como seres vivientes, y de la más amplia, de nuestro planeta e, incluso, de la que da escolta a la inmensidad cósmica. Y el pensamiento viaja a mayor velocidad que la luz. Pienso en ti y ya estoy contigo.

Muchas madrugadas contemplo el Lucero del Alba, tan entrañable para mí. Ambos habitamos en el hemisferio Norte y, por tanto, ambos podemos verlo. A él le facilito el primer mensaje del día para ti. Luego al Sol, al viento, al oleaje de los océanos... a la enigmática Luna, a los pájaros que emigran, a las nubes... Franqueo después otros desfiladeros estelares y llego hasta ti rompiendo la barrera del tiempo.

Así pues, árbol mío, hermano lejano en el espacio pero muy entrañado en el latido que todavía me sostiene, recibe mi homenaje más ferviente y mi abrazo poético y fraterno, que nos funde a los dos, mínimas partículas interpenetrándose, henchidas de vida y sentimientos, en la Conciencia del Universo."

Cristina Lacasa
Fragmentos de la carta de Cristina Lacasa a su árbol



Soy vuestra voz

Ahora canto por vosotros.
Tengo la boca para todos dispuesta.
Decid vosotros a través de mi saliva
qué hambre de frutos os desborda.
Tomad mi lengua múltiple y palpad
la varia sed en que os sufro
y os denuncio y os amo.

Cantad conmigo.
Las bermejas canciones del que arranca
tantas mordazas a las cosas:
las lívidas canciones
del prisionero; las clavadas
notas de su albedrío.
Cantad, que mi instrumento es tanto río
como piedra de lápida. Cantad,
que irá muy lejos la tonada vuestra
y grabará su olivo o su bandera
de guerra
por esta tinta en sangre.
Habrá después quien diga: Alguien
me precedió, alguien me supo.
Alguien estuvo aquí vadeando estas piedras
o segando sonrisas a la aurora…

Cristina Lacasa


Tomadme la palabra

Tengo hambre de que alguien
se beba mis palabras
y que brinde con ellas
(¿copa de vida inútil? me pregunto),
por todo lo que nunca se ha brindado,
inventándose causas, astros, éticas.

¿Nadie escoge mis versos?
¿Nadie repara en mi ansia de ser guitarra, aroma?

Venid, tomadme la palabra
ecológica y ebria
de todo cuanto es nada todavía.
Cantaremos unidos a lo jamás cantado
y acaso despertemos latentes esperantos,
rosas enmudecidas, pájaros hacia el alba.

Cristina Lacasa




No hay comentarios: