El mar

El mar se prolongaba en tus pupilas
de esmeraldas oblicuas. Se borraba
la tarde, y sobre del confín temblaba
un último fulgor de tintas lilas.

Las olas remansadas y tranquilas,
morían en la playa. Semejaba
la costa un vientre herido que sangraba
entre un temblor de acuáticas esquilas.

El triángulo latino de la vela
de una barca, en el aire opalescente,
era un ala tendida. Blanca estela

quedó en la solas tras la frágil barca;
obscureció después. Y el mar durmiente
se prolongaba en tu pupila zarca.

José Navarro Montes de Oca


En la playa

Se riza en el sonoro acantilado
el temblor de las olas palpitantes,
y al romperse la espuma en el collado,
se convierte en diluvio de diamantes.

Va muriendo el crepúsculo. Encorvado
viejo lobo de mar, de ojos brillantes,
nos narra un cuento, con su hablar pausado,
de un naufragio que tuvo tiempos antes.

El viejo marinero se anticipa
a las preguntas con un gesto fino,
y enciende, al fin, con parquedad, su pipa.

Y en sus ojos, azules y salvajes,
se pinta la visión de otros paisajes
que vio en sus juventudes de marino.

José Navarro Montes de Oca







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