La constancia

Mi humilde ruego despreciaste esquiva,
cuando, ¡infeliz!, te requerí de amores
y aun de hablarte en mi pena y mis dolores,
cierto o fingido, tu desdén me priva.

Pero el ardor de mi pasión se aviva
y destrozan volcánicos temblores
mi tierno corazón, como a las flores
nacientes, fiero el vendaval derriba.

Porque a pesar del triste apartamiento
a que me tienes, Laura, condenado
y del puñal que traspasarme siento,

te ven mis ojos de virtud dechado:
y no sirve la voz del escarmiento
a quien de veras gime enamorado.

Juan Bautista Alonso

No hay comentarios: