A Clori

Para que sepas, Clori, los dolores
Que tus ojos divinos me han causado,
Dejo escrito en el álamo agobiado
del valle de las fuentes y las flores.

Ni en las églogas tienen los pastores
Una amada que más hayan soñado,
Ni Paolo a Francesca ha contemplado
Bajo lunas más nítidas de amores.

Y así fuera en tu espíritu querido
La Pluvia que Danae recibiere,
O muriendo como Atys en olvido.

O triste como Sísifo estuviere,
Te diré con mis versos al oído
El Amor es un Dios que nunca muere.

Humberto Fierro


Brisa heroica

Bajando por las gradas de los Andes
Entre rocas de Cíclopes mineros,
Recordaba el honor de los guerreros
Que llenaron la historia de hechos grandes
Al desnudar los ínclitos aceros.

No tuvieron las águilas alpinas
Paseo más triunfal sobre las ruinas
Y las tumbas levíticas de Europa
Que los corceles de la invicta tropa
que luchó en las Repúblicas latinas.

Sagradas son las cumbres y los valles
Donde se enrojecieron los detalles
Que la Fama magnífica prolonga,
Buenos para Rolando en Roncesvalles
Y dignos de Pelayo en Covadonga.

Oigamos las guerreras armonías
Que dicen al pasar de aquellos días,
Mientras huyen barridas al momento
La negra Tradición, las Tiranías,
Graznando como cuervos en el viento...

Humberto Fierro


De sobremesa

Desdeñais la moral y el alma pública . . .
Todos sabéis, amigos y poetas,
Platón nos desterró de su República
Con guirnaldas de rosas y violetas.

A la sombra de un arco se le viera
Platicando en amor y poesía,
Y en los banquetes del divino éra
La mejor vianda su filosofía.

Somos hijos del tiempo, para el gusto
De las filosofías y las cosas;
Pero siempre veremos en su busto
La guirnalda recíproca de rosas.

Humberto Fierro


El fauno

Canta el jilguero. Pasó la racha.
Entre los mirtos resuena el hacha.

La rosa mustia se inclina loca
Sobre su fuente, cristal de roca.

El fauno triste de alma rubia
Tiene en sus ojos gotas de lluvia.

Humberto Fierro


Ofrenda de rosas

En la tumba de Arturo Borja

Recuerdo que te hallé por mi camino
como un Verlaine aún adolescente.
¡Y daba el signo de un fatal destino
tu alma de estirpe lírica y ardiente!

Y ambos fraternizamos; que tus rosas
para todas las almas entreabrías,
¡haciéndote en las horas humildosas
dueño de todas las melancolías!…

Quien volviera a tus ojos, en ofrenda,
la vida humilde que suspira y canta,
como el Rabí de manos de leyenda
que antaño dijo a Lázaro: ¡Levanta!

Evoco el sueño juvenil de un día
que, en el Claustro del Arte bien sentido,
matamos la viril hipocresía
y laboramos lentos el gemido…

Y ahora la Luna de tu sistro agreste,
al visitar nuestro santuario frío,
da su color de lágrima celeste
en el cristal de tu crisol vacío…

¡Adiós, fuente perenne de quebranto!
que volvías un Fénix mi rosal,
encantando las rosas sin encanto
cuando el encanto huía con el mal…

Duerme y reposa; que quizá es bueno
sólo el sueño sin sueño en que caíste.
¡La flor de espino y el laurel heleno
entremezclados en tu frente triste!

Humberto Fierro


Retorno

Llegó de lejano país
El compañero,
Que vimos partir del país
Un mes de Enero.

Conversa afectuoso y está
Encanecido,
Al lado del piano, que está
Dado al olvido.

¿Por qué su sonrisa infeliz
Al sol que muere?
Nos calla que ha sido infeliz,
¿Ya no nos quiere...?

El viento deshoja el jardín
Hoy mustio y viejo,
Y él ve amarillear el jardín
En el espejo.

Humberto Fierro


Siringa

Turbó tu risa de cristal sonoro
Al mirlo que habló perlas al jardín,
Y el Céfiro sahumaba de jazmín
Alborotando tu cabello moro.

Bajo la nervazón del sicomoro
El Grifo festoneado de Verdín,
Prorrumpió en un alegro de violín
Al inundar tu ánfora de oro . . .

Pan chispeaba sus ojos, en acecho
Del nacarado ritmo de tu pecho . . .
Y al ocultarse de él como de un tigre

En el margen del río, a poco trecho,
Te trocaste en la caña de que ha hecho
Su flauta azul a que la tarde emigre!

Humberto Fierro


Sueño de arte

Blanca estela dejaba el cisne blanco
En las mágicas aguas andadas

Y en gallardas y suaves balanceadas
Me mostraba la seda de su flanco.
Desde el césped frondoso de mi banco
A la Milo de mármol enlazadas
Trepaban las volubles lanceoladas

A ocultar el divino brazo manco.
Armoniosa la tarde descendía
Paipadeando su luz con agonía.

Ya la estrella de Venus fulguraba.

Y mirando unas flores abstraído
De repente salté muy sorprendido:
Impaciente Pegaso ya piafaba.

Humberto Fierro


Tu cabellera

Tu cabellera tiene más años que mi pena,
¡Pero sus o­ndas negras aún no han hecho espuma...!
Y tu mirada es buena para quitar la bruma
Y tu palabra es música que el corazón serena.

Tu mano fina y larga de Belkis, me enajena
Como un libro de versos de una elegancia suma;
La magia de tu nombre como una flor perfuma
Y tu brazo es un brazo de lira o de sirena.

Tienes una apacible blancura de camelia,
Ese color tan tuyo que me recuerda a Ofelia
La princesa romántica en el poema inglés;

¡Y un corazón del oro... de la melancolía!
La mano del bohemio permite, amiga mía,
Que arroje algunas flores humildes a tus pies.

Humberto Fierro


















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