A Gerardo Diego

Me dijeron, Gerardo, que te fuiste,
y no quise pensar que fuese cierto,
pues mi norte quedaba en desconcierto
sin palabra, sin eco, sólo triste.

Insistieron, Gerardo en que te fuiste,
no sabrán que en silencio vas despierto,
orillado el “ciprés” –verde su acierto–
y ofertando los versos que escribiste.

Peregrino de sendas o campiñas,
amaneces en luz por los trigales,
laboreas planchando rubias eras...

y el ocaso te rueda por las viñas.
Sobre un mundo de signos, ya terrales,
nos describes mudanzas compañeras.

Irene Mayoral

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