A la muerte de su dama

Si después de la muerte, todavía
se encuentran nuevas voces dolorosas
y bajo las heladas duras losas
abrasa el pecho el fuego que solía,

prosiga el eco de la angustia mía;
y las verdes colinas que, envidiosas,
dividen nuestras tumbas silenciosas
lo aumenten y repitan a porfía;

para que sea el punto conducido
a Leyla en alas del piadoso viento
hiriendo con amor su tierno oído.

Así tendré al morir el contento,
que aunque me halle ya a polvo reducido,
se goce Leyla con mi triste aliento.

Gaspar María de Nava Álvarez


A un deseo vano

Oh deseo insensato, tu osadía
¡cuán justamente queda castigada!
Caminaste con ala arrebatada
adonde el bien a tu ansia se ofrecía.

Hallaste en vez de fuego, nieve fría,
mármol en vez de fuego, y rodeada
de agudas puntas, de impiedad amada
la rosa, que tan dulce parecía.

No quiera imposibles. No con vuelo
altivo al Cielo registrar presumas
ni el carro gobernar del Sol dorado.

Que destrozados yacen en el suelo
Ícaro, ya desnudo de sus plumas,
Faetón por el rayo ya abrasado.

Gaspar María de Nava Álvarez


Clara noche

Clara noche en que vi confusamente
mezclarse mi desdicha y mi ventura,
noche de amor y noche de amargura
siempre en mis ojos estarás presente.

Veré continuar el oro refulgente
que de orla sirve a la celeste altura,
el vivo resplandor la nieve pura,
la dulce majestad y el fuego ardiente.

Veré la copa del placer unida
al vaso del dolor y en un instante
empezar y acabar mi triste vida,

mas no veré sereno mi semblante
hasta serme otra noche concedida
de tanto gusto pero más constante.

Gaspar María de Nava Álvarez, Conde de Noroña


Dando la enhorabuena a un amigo

Cual suele con las ramas enlazadas
dos árboles unirse, que ni el viento
puede arrancarles de su firme asiento,
ni quebrantar sus copas levantadas,

pues antes entre sí bien apretadas
parecen elevarse al firmamento,
dándoles hermosura y ornamento
las frutas, que producen sazonadas,

así, querido amigo, te deseo
un lazo delicioso, un lazo fuerte
por medio del dulcísimo Himeneo.

Y que esta unión se forme de tal suerte
que, colmado de paz y de recreo,
seas siempre feliz hasta la muerte.

Gaspar María de Nava Álvarez


Recuerdos de un ausente

Hermosas hebras de ébano luciente,
sobre la nieve y rosas esparcidas,
o con arte a los lados divididas
para dejar que luzca la alba frente.

Ojos, donde reside un fuego ardiente,
cejas, arcos de Amor, cejas pulidas,
en mi pecho os halláis tan esculpidas,
como si no estuviera agora ausente.

Y vosotros, hoyuelos, producidos
de una risa, entre perlas lisonjera,
cuyos ecos anhelan mis oídos.

Si sólo imaginados, de manera
mi alma excitáis que pierdo los sentidos,
al veros, ¿qué será? ¡Quién, ay, os viera!

Gaspar María de Nava Álvarez


Situación inalterable del justo

Al ambicioso aterran los cuidados
de ser entre los hombres el primero.
Al avaro la sed del vil dinero,
cercado de temor por todos lados.

Al jugador la suerte de los dados,
de los dañosos naipes y el tablero.
Al soberbio le ahoga su ardor fiero.
Al lascivo deseos no arreglados.

A éstos destruye la voraz conciencia,
poniendo los delitos por delante,
y dándoles pesar con su presencia.

Mas el justo, sereno su semblante,
sabe la grande indubitable ciencia
de no temer a nadie ni un instante.

Gaspar María de Nava Álvarez



Soneto amante feliz al tiempo de ausentarse

Clara noche en que vi confusamente
mezclarse mi desdicha y mi ventura,
noche de amor y noche de amargura
siempre en mis ojos estarás presente.

Veré continuar el oro refulgente
que de orla sirve a la celeste altura,
el vivo resplandor la nieve pura,
la dulce majestad y el fuego ardiente.

Veré la copa del placer unida
al vaso del dolor y en un instante
empezar y acabar mi triste vida,

mas no veré sereno mi semblante
hasta serme otra noche concedida
de tanto gusto pero más constante.

Gaspar María de Nava Álvarez











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