A la noche tempestuosa

¿Ves en la noche estrepitoso viento
rasgar los cedros y la ceiba umbrosa,
y en terrible ascendencia presurosa
romper las aguas su continuo asiento?

¿Ves a los brutos con feroz lamento,
-¡Ruge la tempestad más pavorosa!-
y al retumbar el rayo en su escabrosa
falda del monte, retener su aliento?

Pues mil veces, Ramiro, más terrible
el ceño airado de mi dulce amante
anonada este pecho en sus enojos,

cuando desoye mi aquejar sensible,
y ocultando el candor de su semblante
¡arden en ira sus divinos ojos!

Juan Lorenzo Jesús Vila


El perdón

Idólatra en su amor, rendido y ciego,
la fe en mi corazón, tierno y sensible;
y cual la sierpe con ponzoña horrible
pagó la ingrata mi ardoroso fuego.

De amargo llanto en sempiterno riego,
mi penar desde entonces invencible,
ni el rutilante sol miró apacible,
ni le calmó la noche en el sosiego.

Y en vano la memoria ¡Oh Dios¡ me irrita
del fementido amor de esa perjura,
si el sentimiento opone a la venganza.

Que cuando un pecho compasivo excita
la que fue amante y el perdón procura,
ningún poder a sostenerse alcanza.

Juan Lorenzo Jesús Vila









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