A la Virgen de la Soledad

Dios te salve, mi Señora, 
Reina de la Soledad 
y mira que quién te implora 
es la mujer de Zamora 
con su infinita piedad. 

Dios te salve, Reina mía 
la del dolor solitario, 
óyela en su poesía 
del Dios te salve María 
en las cuentas del rosario. 

Dios te salve Soberana 
y mira la devoción 
de la mujer zamorana 
llevando en sus labios grana 
la salve por oración.

Federico Acosta Noriega



El Cristo de la Humildad

Después de condenado en burdo juicio,
coronada tu frente por espinas,
sobre tu misma mano la reclinas
en el breve descanso del suplicio.

¿Qué se esconde, Señor, bajo tu frente?
¿Qué piensas mi Señor en ese instante?
¿Es acaso, Jesús, que no es bastante
hacerte condenar, siendo inocente?

Sólo a tus jueces la condena infama
por el torpe baldón de su sentencia,
y todo el orbe con ardor se inflama

al noble resplandor de tu inocencia.
Y para siempre con amor te aclama,
Señor de la Humildad y la Paciencia.

Federico Acosta Noriega


La novia olvidada

Los frenos del odio, soltaron su presa,
flotaron las crines de indómitos potros,
los campos se abrieron a locas mesnadas
con bocas de hierro, de trágico vómito.
Las fobias del crimen dictaron las leyes,
volcanes de pólvora hicieron los Códigos.
Los hombres, reptiles, se esconden en tierra
o rapiñas del aire, con garras de cóndor,
y hundido en los mares, escualo abismal,
vigila la presa que sacie sus odios.
Amor y amistad, es misión de espionaje,
la ciencia se vuelve esclava del oro,
se alientan pasiones de bajos instintos
y el juego de muerte se llama "lo heroico".
Es la guerra que cruje sus carros de hierro,
manchados de sangre, mezclada de lodo,
sembrando su muerte de histéricos llantos,
de inválidos tristes, enfermos y locos.

He visto una novia vestida de blanco
con ojos brillantes vidriados de lagrimas
que a todos los vientos agita un pañuelo,
clarín que resuena con dulce llamada.
Es reina y mujer; brindando a los mundos
de amor horizontes, sueños de esperanza.
¡Paz! ¡Paz! -ha gritado- ¡despertad Naciones!
Paz, paz, va escribiendo en fugaces auras.
Paz en la tierra para todos los hombres;
de paz la semilla los vientos esparzan.
Y en toda conciencia, germine con fuerza
repleta de vida, rellena de savia.
Paz para el mundo que quiere olvidarme.
Que la paz no sea una novia olvidada.

Federico Acosta Noriega


Recuerdo

Desde el Duero al Genil tendí yo un puente
sobre el arco ideal de una poesía,
y mi amor suprimió la geografía
para fundir los ríos en mi mente.

Sobre este arco con amor ardiente
Castilla daba un beso a Andalucía,
era de un hijo que le prometía
un recuerdo filial eternamente.

De ese beso tal vez fuera yo el dueño,
que imágenes sublimes fui forjando,
porque quise fundir con loco empeño

lo que el espacio estaba separando;
yo bien sé que eso siempre será un sueño;
pero, dejadme a mí seguir soñando.

Federico Acosta Noriega









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