A ti

Llegaste a mis tinieblas como enviada del cielo.
Tus manos de alabastro curaron mis heridas.
Y oí los cascabeles de olvidados anhelos
que habían enmudecido en medio de mis ruinas...

Me diste una esperanza poblada de inquietudes.
Un amor vacilante de dudas, de temores...
Una paz temblorosa que muere si me huyes
y resucita en risas cuando a mi encuentro corres.

Y en el fugaz instante de esa rara alegría
la noche ya no existe, el tiempo se detiene
y se anida en mis ojos la luz de un nuevo día...

Mi corazón cansado es un niño que espera
fervoroso a tus plantas con pasión enfermiza.
No le niegues, amada, tu adorada presencia.

Por lo que tú más quieras, no le quites la vida...

Julio María Sosa Venturini


El error

El erótico error de mis padres
me dio luz, yo me llamo Fracaso...
es mentira que tengo otro nombre
por más que lo diga, lo grite o lo ladre
el severo y absurdo papel de un juzgado...

Fui un orgasmo fatal de un momento
fui un instinto morboso y malsano
y pasé de mi padre a mi madre
por un tubo convulso y enfermo
una noche, hace ya treinta años...

Pude estar encerrado en el vidrio
de la feria brutal de algún sabio.
Por error he nacido y existo
sin poder ayudar a la ciencia
conservado en el fondo de un frasco...

Pude ser una obra suprema
de monstruosa fealdad, una bestia,
pero tengo un defecto que impide
consumar tan macabra belleza...
Y es que en mí, tan deforme y enfermo
puso Dios con crueldad manifiesta
la espantosa salud de un cerebro...

Julio Sosa


Espejismo

Boca arriba en el lecho alquilado
de un hotel de este pueblo sureño
prisioneros mis ojos hastiados
de un paisaje de cal y cemento.
Sobre mí tengo un cielo cercano
de ladrillos oscuros y viejos
y una gran asamblea de moscas
como muertas estrellas pendiendo.
A mi lado ella duerme sonriente
con la húmeda boca entreabierta
por los últimos besos gustados
en mi boca tan sabia y tan vieja.
Es apenas mujer, casi niña
y dormida la veo tan bella
que un instante la amo embrujado
por su aspecto de gracia y pureza.
Mas el sueño se irá de su frente
será turbia y procaz su mirada
y su impúdica boca sonriente
insultante a las luces del alba
seguirá repartiendo caricias
por un precio irrisorio o muy caro;
yo me iré cada vez más vacío
a otro pueblo, a otro hotel, a otros brazos.
Con mi ropa, su enagua y corpiño
se abrazaron de amor en la silla
y en la cama abrazaron sus piernas
el desorden total de mi vida.
A un costado del lecho me espera
mi valija de eterno viajero;
está abierta y me envía burlona
una gran carcajada de cuero.
Sólo existe este cielo cercano
de ladrillos oscuros y viejos
con su gran asamblea de moscas
como muertas estrellas pendiendo...

Julio Sosa


La búsqueda

Otra vez el agónico beso
semejante y distinto en cien bocas.
Otra vez el orgasmo demente
y una nueva esperanza que aborta.
Otra vez el cadáver de un sueño
naufragado en un lago de esperma.
Lujurioso y sediento, el cerebro
sublimiza las frases obscenas.
Otra vez la caricia crispada
en la mórbida carne de seda.
Nuevamente las mismas palabras
siempre iguales mintiendo promesas.
Otra vez el temblor convulsivo
precursor del abismo adorado.
Siento en mí la presión de tus muslos
un inmenso collar nacarado...
El marfil estatuario del vientre
es testigo del húmedo beso
que palpita en mi boca afiebrada
y en la seda sin par de su sexo.
Y un violento huracán de lujuria
convulsiona sus manos de lirio
y su monte de Venus se agita
bajo el beso que es dicha y martirio.
Luego aplasta mi pecho jadeante
la armoniosa esbeltez de sus senos
y penetro su carne, y su boca
se hace beso en el grito supremo.

Después, siempre es igual, sin palabras
crece el gran malhumor del cansancio
y qué frío y ausente es el beso
un instante después del orgasmo...
Otra vez el inútil intento
por creer que el amor está cerca
y dejar pesaroso la almohada
con el alma más vieja y enferma...

Julio Sosa


La Cumparsita

Pido permiso señores
Que este tango este tango habla por mi
Y mi voz entre sus sones dirá
Dirá por qué canto así

Porque cuando pibe
Porque cuando pibe me acunaba
En tango la canción materna
Pa' llamar el sueño

Y escuche el rezongo de los bandoneones
Bajo el emparrado de mi patio viejo
Porque vi el desfile de las inclemencias
Con mis pobres ojos llorosos y abiertos

Y en la triste pieza de mis buenos viejos
Canto la pobreza su canción de invierno
Y yo me hice en tangos
Me fui modelando en barro, en miseria

En las amarguras que da la pobreza
En llantos de madre
En la rebeldía del que es fuerte
Y tiene que cruzar los brazos

Cuando el hambre viene
Y yo me hice en tangos porque
Porque el tango es macho!
Porque el tango es fuerte!

Tiene olor a vida
Tiene gusto a muerte
Porque quise mucho, y porque me engañaron
Y pase la vida masticando sueños

Porque soy un árbol que nunca dio frutos
Porque soy un perro que no tiene dueño
Porque tengo odios que nunca los digo
Porque cuando quiero, porque cuando quiero me desangro en besos
Porque quise mucho, y no me han querido
Por eso, canto, tan triste
Por eso!

Julio Sosa


Reflexión

Tus manos sarmentosas se elevan en la niebla
escuálidas y negras en la súplica muda
recogiendo tan sólo del corazón que pasa
una ausente mirada de indiferencia oscura.

Cuántas veces te he visto tembloroso en el atrio
de la vieja capilla guarecerte del frío
cuyas finas agujas despiadadas y crueles
mordían implacables en tu cuerpo aterido.

Tus pupilas sin vida atisbaban la calle
y en un esfuerzo estéril aguzabas tu oído
con la vana esperanza de acercar tu miseria
al gabán insolente de un señor presumido.

Cuántas veces te he visto recoger tus harapos
que estorbaban el paso de la dama elegante
y otras veces te he visto, como a un Cristo, golpeado
y a la calle empujado por un sucio gendarme.

Y en la oscura calleja del dolor y del hambre
yo te he visto encorvado arrastrando tus trapos
masticando el recuerdo de un amor o de un hijo
en los pliegues vetustos de un pasado lejano.

Y a la puerta inflexible que cerró el egoísmo
del estómago lleno y del cómodo sueño
al mandato del hambre, el cansancio y el frío
yo te he visto golpear con un tímido empeño

e internarte más tarde como un tétrico duende
en el negro bostezo que anochece sombrío
y adornar tu cabeza de apóstol olvidado
con mil perlas fugaces: el llanto del rocío.

Quién supiera tu historia, tu niñez, tus anhelos
y el pesar inaudito que ha empujado tus pasos
a este triste destino de fantasma doliente
a este negro sendero que apresura tu ocaso.

Qué consuelo egoísta me has brindado al mirarte;
comparando mis ropas y mis años tan nuevos
a tus pobres harapos, a tus tristes achaques
tu espantosa miseria me ha sanado por dentro.

Me he quejado iracundo insultando a los cielos
lamentando en blasfemias mis problemas pequeños
y tus trapos gritaron a mi ciega experiencia
que no me falta nada para vivir contento.

Gracias, pues, buen amigo, acepta este dinero,
que a cambio de las sucias monedas que te dejo
como un valioso escudo me llevo tu recuerdo...

Julio Sosa


Tres amores

Tener un trozo de tierra en cualquier valle
adornado con álamos, custodiado por cerros
y en el mullido verde de los pastos
una vieja cabaña construida con leños.

Y sentada en el pórtico contemplando el paisaje
la sublime figura de cabellos de plata.
Mi madre.

Y en la alcoba en penumbra, recostado en el lecho,
contemplar mientras fumo en silencio
un amigo que duerme en el suelo.
Mi perro.

A la izquierda un hogar crepitante de leños
cuyas lenguas rojizas aprisionen recuerdos
dibujando en las sombras mil figuras inciertas.
Mis sueños.

Y en la mesa que guarda recuerdos
de incontables afanes y besos
mis ideas revueltas.
Y cruzando la puerta, a cien pasos apenas

un arroyo que cante y se pierda
arrastrando consigo por siempre
esta mala palabra.
Tristeza.

Y en mi valle de dicha serena
tres amores cuidar con empeño.
Mi madre, mi perro y mis sueños...

Julio Sosa



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