A veces ocurre

te despiertas a medianoche
enciendes la luz y la luz no se enciende
caminas a oscuras, adivinando. 
O te quedas pensando
tratando de olvidar que tienes sed.
O frío
tanto, tanto frío
sabes que necesitas una frazada pero no te levantas
prefieres no levantarte
esperas que venga el sueño. Esperas, esperas.
El sueño tarda pero termina por llegar.
Y al día siguiente
sin saber por qué
aprietas el interruptor
y el foco se enciende
recuerdas el frío y ves una frazada, estaba a la mano
ahí, a un paso.
Puede ser que te preguntes
¿qué me habrá pasado?
o no te preguntes nada porque ya es de día;
dices: ya pasó la noche y no quiero pensar
pudo haber sido un sueño.
Y te lo echas a la espalda, como todos los sueños.

Giovanna Pollarolo


Bien difícil

Bien difícil es ser la musa de un poeta en estos tiempos
eres su mujer y él se aprovecha
de todas esas imágenes que lo asfixian
una casa una mujer unos hijos
y él hubiera querido alas
pero construyó una casa
lee el periódico y hace el amor durante el día
cada vez con menos entusiasmo
por las noches escribe
habla mal de ti
y cuando te encuentras en esos poemas
quisieras borrarlos porque a romperlos no te atreves
eres sólo la musa de un poeta
que no canta que se aburre
aunque después explique que no es por ti
eres apenas el pretexto

para desencadenar viejos fantasmas
quizás hubieras querido ser la musa
de un poeta de otros tiempos
y aún esperas ese poema que un día soñaste
cuando no habían construido una casa.

Giovanna Pollarolo


Delirios (Uno)

Quiero celebrar contigo estos años
y no sé qué hacer para atraerte
he tendido mis redes
pero caminas cerca de mí como en un campo minado.
Igual que Ulises
te has puesto cera en los oídos
y no escuchas mi voz que te llama
mi oferente canto que invita al banquete:
tengo alegrías guardadas
y ganas de amar con buen amor
mi cuerpo es aún hermoso
no debes tener miedo
sé quién eres
sé cómo eres.
Quiero celebrar contigo.

Giovanna Pollarolo


El llegó con la luna llena

La noche era clara
el mar calmado y azul.
Esa noche la luna se mostró entera
sin la sombra de ninguna nube;
eran las doce
y nuestros cuerpos proyectaban sombras
como si estuviera amaneciendo.
Mirábamos el cielo, el mar, la arena
a cincuenta metros se distinguía
cada roca
cada ola punto de reventar
hasta las botellas y las latas vacías de cerveza
abandonadas en la orilla.
Milagro de milagros
amanecía en plena noche
y él acababa de llegar.
Me dio un beso, bebimos, bailamos.
Bendije, entonces, mis peregrinajes
a la cruz
el conjuro de la bruja
experta en amores
mis avemarías
el mismo deseo tres veces repetido
que formulé ante la luna nueva
cada noche.
Pero él, acabada la fiesta, se deshizo de mi abrazo
y dijo: no sé por qué he venido
no te amo,
no sé qué estoy haciendo aquí.
Y recordé la piedra que tiré al río
las noches sin luna,
mi falta de fe.

Giovanna Pollarolo


Reencuentro

Estás igualita, me dice
Los años no han pasado por ti, le miento.
Me casé, tengo dos hijos, decimos las dos a la vez.
Me va bien, sí muy bien.
Tenemos que vernos más seguido.
Sí tenemos.
¿De qué hablábamos antes?, me pregunto.
¿De qué, cuando no teníamos, hijos, marido, ni empleada?
cuando no era necesario encubrir ni adornar
una máscara bien puesta, casi cara.
Hablábamos, entonces, del futuro
cada una soñaba lo que ahora no es
o lo que ahora es, pero distinto
casarse, tener hijos
irse de la casa que parecía una cárcel
decirle adiós para siempre a las monjas
una vida de postal, sin ropa sucia
ni platos que lavar
esas cosas no se sueñan en los sueños.
Hacemos entre tantas máscaras sonrientes
el primer brindis
el segundo y el tercero
alguien ha traído las fotos de entonces
leemos los autógrafos
reímos de lo mismo de siempre, los profesores
que entonces eran más jóvenes de lo que somos
vuelven a parecernos viejos aburridos. Ellas,
solteronas histéricas, viejas amargadas
recordamos los grandes amores
que no acabaron en matrimonio
soltera, casada, viuda, divorciada, monja
sin hijos, con hijos, uno, dos, tres
cumplido ya el anuncio del juego de la soga
nos asombra la relación de compañeras muertas
las recordamos, nos entristecemos
bebemos, fumamos
contamos nuestras miserias, somos amigas
de una tarde
comparamos el tamaño de los penes de nuestros maridos
su habilidad o torpeza en la cama
los amantes.
No hay madre Giusseppina espiando detrás de la puerta
papá que nos mande a dormir, ni exámenes pendientes.
Días marcados por los timbres entre el recreo y la clase
nos recuerdan ahora la felicidad. Estaba ahí
y no lo sabíamos.
Como no podíamos saber que veinte años después
estamos soñando al revés
y lo daríamos todo por empezar de nuevo
cuando las cartas no habían sido todavía echadas.

Giovanna Pollarolo


"No eres escritor para estar en el canon y que te estudien."

Giovanna Rosa Pollarolo Giglio 


Todos piensan

que tengo suerte
les he contado que por las mañanas
despido a mi marido
desde la ventana, una sonrisa
nuestro hijo en mis brazos
voy todos los días al mercado
me adorno a media tarde
mientras estreno en la puerta
la sonrisa de bienvenida.
Nunca espero en vano
nunca un suspiro, un miedo
pero a veces, de madrugada espío
el ir y venir de la gente, la calle
y él me llama
quiere que vuelva a la cama
¿no tienes frío?, susurra. Me besa.

Tengo suerte, yo sé,
pero estoy aburrida.

Giovanna Pollarolo


Todas se llaman María

Todas se llaman María
y es inútil distinguirlas
buscar para cada una el rostro diferente
saber cuál del ellas fue la enamorada
la que supo romper el frasco de perfume
secar con sus cabellos los pies recién lavados
si ella es la misma que lloró
cuando Él fue muerto
si ella le alivió el sudor en el camino
o fue otra la María
que corrió detrás de los sepultureros
todas se confunden en ese obediente rebaño
nadie recuerda el día
cuando Él la llamó
le dio un nombre
como si fuera la única
acompañando sus noches
la elegida para vivir por los caminos
anunciando las buenas nuevas
mas la palabra no les fue otorgada
el día de la confirmación de la fe
cuando el espíritu santo
llenó a los elegidos de sabiduría
ellas estaban en la cocina.

Giovanna Pollarolo









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