Abandono

He medido en tus ojos, mudamente
todo el mal de mi horrible
desamparo de amor. No me has querido
nunca, y no me querrás. Ya no me vale
buscarte en otros ojos de mujer.
Yo te he perdido para siempre cuando
he sentido vibrar sobre tus labios
el asco de tu espíritu al besarme
No me has querido tú, que me comprendes
no me has querido tú, que eres tan buena,
no me vale buscarte en las demás...
Seguiremos tú y yo, pues que lo quieres,
por esa senda que te mostré un día
blanca de luna y de serenidad.
Yo, más triste que nunca con mi muerte
y midiendo en tus ojos
todo el mal de mi horrible desamparo...
Tú estarás pensativa,
y yo adivinaré tus pensamientos
por el alcance que me dan los míos:
"No lo he querido. Yo que lo comprendo,
no lo he querido a él, a quién debiera
haber querido siempre...
no le he querido a él... ya no me vale
buscarle en los demás..."
Seguiremos, meditativamente:
tú, pensando en las cosas de la vida,
yo, pensando en tu vida y en mi muerte.
Seguiremos, meditativamente
por los campos desiertos...
(No habrá luna en el cielo... más la senda
estará siempre blanca. ¿No son blancas
las lágrimas del alma...?)

Juan Egaña


Amor

Vendrá una hora blanda, y yo le diré: “vamos”;
Y ella, sus manos dulcemente me tenderá...
Nadie nos verá ir por el blanco sendero...
Y nos alejaremos, para no volver más...

Y en la paz de sus ojos se copiará el camino
Todo lleno de luna y de serenidad,
la noche elevará vibraciones lejanas...
y nuestros labios, juntos, nunca se saciarán.

Y correrán los días tranquilos y callados;
Y una tarde muy lejos de la torpe ciudad,
donde no pesará la ausencia del hermano,
nuestras espaldas beatamente se curvarán...

Pero siempre serán sus palabras amigas
y sus manos tendrán la misma suavidad
para posarse sobre mis ojos afiebrados...
mis ojos, los que un día le enseñaron a amar...

Será una tarde plácida... ¡tiene cosas la vida!
Llamará muchas veces... ¿quién le responderá?
Y entibiarán mis carnes gratamente sus lágrimas,
Y mi espíritu, triste, mirándola, se irá...

Juan Egaña


El cansancio eterno

Finalizó en silencio mi poema de amor,
y no hubo ni ruegos, ni desconsolación,
¿Por qué?... Me está sonando a hueco el corazón.

Sólo quedó en mi espíritu, enfermo de dolor,
El eco agonizante, suspenso, de una voz
Que se fue modulando esa suave oración
Que reza por el alma de aquello que pasó...

Voy sintiendo como, de nuevo, mi cadáver
Torna a ser el paciente conductor de mi carne.
Mi carne que, cansada de errar, no puede más
Con el peso espantosos de mi conformidad.
(Oh, las rutas eternas... oh, el martirio obsediente
de llevarme yo mismo, de sentir que soy alguien)

el alma sabe como va agonizando el alma,
porque a través de sus calles imaginarias
mira hacia atrás hacerle muecas la juventud
riendo sobre la tapa negra de su ataúd...

¡Oh, el daño de la terca lentitud con que marcha
la procesión de las cosas que se va a la nada...!

Adoro el frío trágico que brota de mí mismo;
Y en tanto caminando voy por el laberinto
Silencioso y sombrío de mi mundo interior,
Gozo escuchando atento el ruido macabro
Con que van derrumbándose, en feliz descalabro,
Las virtudes que en mi alma puso, irónico, Dios...

Juan Egaña


"Inmediatamente condujo a Julián al más frecuentado de los clubs, nombrado de los patriotas tricolores. Se hallaban muchos de éstos en un gran salón, donde se acomodaron nuestros europeos en un rincón abandonado, y casi invisible. Allí se declamaba actualmente sobre los errores y mala versación de algunos funcionarios: sobre la protección que se dispensaba a personas indignas e imperitas; se improbaban todas las medidas públicas: se insultaba con ironía los defectos casuales de nacimiento, exterioridad, etc; en fin, todos se calificaban de malos, y a nadie se perdonaba. "¿Oyes, Julián?" (le dijo) aquí tienes la escuela de labrar desunidos y descontentos sin provecho. En todo gobierno tiene derecho el pueblo para censurar las gestiones públicas de sus magistrados; pero la justicia también le impone la obligación de elogiar la virtud, proclamar el mérito, y descubrirlo por oculto que se halle, sin rubor, y sin envidia, y a fuerza de honrarlo avergonzar a esas mismas magistraturas que acusan de no distinguirlo. A fe mía que aunque nos mantengamos aquí diez horas, no escucharemos una confesión de esta clase. Estos señores mezquinos del ajeno aplauso, que nada hallan grande y heroico cuando está cerca de ellos, y que tanto les choca la elevación de la virtud como la modestia del mérito, para sostener su propio orgullo se fundan en unos principios capaces de arruinar por sí solos el sistema político más bien consolidado."

Juan Egaña
Cartas Pehuenches



La hora ciega
               
Sé que no es mi destino el que me lleva
a desoír las voces interiores
que a muchos nada dicen. Sé que hay algo
en mí, que tiene aquella efervescencia
de los fuegos internos. Inquietudes
de locura que estalla. Palpitantes
angustias de corrientes subterráneas,
y a veces, fugitivas claridades
que alcanzan hasta el labio...

Pero la vida está sobre el espíritu,
y el amor, que adormece los cerebros
con sus horas internas, y esa íntima
musicalización que nos arrastra
irremisiblemente, hacia las bellas
trivialidades de horas blancas....

Ese tranquilo sino de agua clara
de las aguas que pasan por la vida
saturada de enseñanzas, en puntillas
sobre su alba certeza de hojarasca;

Ese blando soñar despreocupado
tiene más armonía con sus ansias
Humildes, de encontrar en este mundo
sólo aquello que duerme, sueña o canta...

Mi espíritu cansado, no apetece
la efímera fruición de los arcanos,
y quiere abandonarse en el remanso
en que flotan, durmiendo, las sencillas
ventanas de las almas entreabiertas...

Es la alegría santa de su alma,
es su aureola de paz, es ese efluvio
de apacible y serena bienandanza
que surte de sus ojos...

Que cuando ya la carne se resista
a seguir con nosotros, para esa
inquieta ebullición habrá una ruta...

Y será éste un paréntesis de oro
en la futura ebullición suprema
del átomo a la luz... hasta la hora
de la enorme victoria, en que, vencidas,
las sombras se desprendan de los ojos
para dejarnos ir serenamente
cara a cara al arcano...

Juan Egaña


Los responsos sentimentales

No lo busques, que ha muerto ahogado entre tus manos,
sin alcanzar hasta tus labios.

¿Se enredó acaso a tu alma el perfume del muerto,
blando perfume a sangre y a recuerdo...?

Siempre es grato el sabor de las cosas lejanas,
únicamente es bello es ayer y el mañana...

Sólo quedan cenizas de aquel fuego, y al fin
volarán por mi espíritu, tiñéndolo de gris...

Suele decirse "Amor" sólo una vez; porque el
corazón da las mismas flores sólo una vez....

... Que cuando tú ahogaste mi amor entre tus manos
el alma hecha una sombra se escapó de mis labios...

Juan Egaña


Visión

Tristeza vaga, inquieta, suave...
penas que nunca hemos tenido...
añoranzas... ¿de qué?... Dios sabe...
tristeza vaga, inquieta, suave...
penas que nunca se han sentido...

Nostalgia, desorientación,
conciencia de no saber nada...
resignación de ciego, helada;
ciega, brutal resignación...
¿se habrá podrido el corazón
en la mitad de la jornada...?

Más nuestro espíritu no ignora
lo que somos y adonde vamos...
hay largos siglos hasta la hora
de llegar a lo que ignoramos...

Tristeza vaga, inquietud suave,
presentimiento de algo grande:
apóstol, genio, sombra, ave,
(arcano, clave)
cerebro autómata que arde...

Mientras vivamos sin motivo;
sigamos, sin saber por qué.
Yo sé que hay algo eterno y vivo,
sigamos mientras, sin motivo:
yo sé...

Juan Egaña


Y vagar

Naces, entre dolores
para dar a la muerte un nuevo cuerpo
que llevas a la nada,
seguir entre quimeras,
para alcanzar hasta los desengaños;
amar sin ser amado
para saber de las desolaciones
y conocer entonces
que la grandeza del alma es una horrible
ironía de Dios...

Y tener un cerebro que nos haga
saber serenamente
que nuestro propio mal a nadie importa;
y, al fin de la jornada,
abandonar el cuerpo a los gusanos
y seguir caminando.

Juan Egaña



















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