Al viento su esperanza y su porfía

Al viento su esperanza y su porfía,
siguiendo Apolo a Dafne, encomendaba;
el miedo, con que el paso aceleraba,
su blanco pie de plumas guarnecía.

De su madeja el oro reducía
el viento a rayos con que al Sol flechaba,
mientras amor, injusto, preparaba
la victoria mayor a quien huía;

cuando la ninfa exclama al padre undoso,
y, humanando un laurel, halla venganza
del Sol en el auxilio de Peneo.

«¡Ay! -dijo Apolo al árbol desdeñoso-,
¿por qué, si en ti fallece mi esperanza,
verde imagen te ofreces al deseo?»

Gabriel Bocángel


Esta partida imagen de la vida

Esta partida imagen de la vida,
reloj luciente o lumbre numerosa,
que la describe fácil como rosa
de un soplo, de un sosiego interrumpida;

esta llama que al sol desvanecida,
más que llama parece mariposa;
esta esfera fatal que, rigurosa,
cada momento suyo es homicida:

es, Fabio, un doble ejemplo. No te estorbes
al desengaño de tu frágil suerte:
términos tiene el tiempo y la hermosura.

El concertado impulso de los orbes
es un reloj de sol, y al sol advierte
que también es mortal lo que más dura.

Gabriel Bocángel



Este morir, esta postrera suerte

Este morir, esta postrera suerte
es imagen del miedo repetida;
en cuanto a ser imagen tan temida,
pues la imaginación la hace tan fuerte.

¿Cuándo en, pues, el morir? (porque se acierte).
¿Al querer espirar? No, que aún hay vida.
¿Es cuándo el alma está ya desasida?
Eso es estar ya muerto, que no es muerte.

¿Acaso es el morir aquel instante
del aliento postrero? ¿Es aquel punto
que el último suspiro en quietud trueca?

No, porque todo punto es semejante
al vivir cierto o al estar difunto.
Pues, ¿cuándo es el morir? Cuando se peca.

Gabriel Bocángel



"Flor. ¿No es Fernando, hijo segundo del rey D. Sancho el Primero de Portugal?
Bernardo. De eso infiero según las leyes del mundo, que no es mucha su riqueza, no, más el cielo le ha dado, lo que le negó de Estado, de valor, y de gentileza. Y para que echéis de ver cuántos sus méritos son, oíd la imaginación que he tenido desde ayer, que entramos los dos en Gante.
[...]
Bernardo. ¿No soy Bernardo de Raíz? Sí; ¿pues de qué me acobardo?... Pues no me dio el cielo en vano está viva semejanza, estos pensamientos altos, esta condición altiva, y este espíritu bizarro... ¿Pues por qué ha de enmudecer quien tan altivo, y valiente tuvo siempre el corazón y nunca temió la muerte? Yo soy Bernardo de Raíz, hijo solo de mi suerte, y mis altos pensamientos en este punto me tienen. Yo soy el César fingido, y si por serlo la muerte merezco, por haber sido castigo de los rebeldes merezco que me perdone vuestra Alteza; aquí obediente me tienes puesto a tus plantas."

Gabriel Bocángel
El emperador fingido



¿Qué son los celos? El mayor tormento…

¿Qué son los celos? El mayor tormento;
áspid que del veneno se alimenta,
con que a otros mata; infierno que atormenta
la memoria, el discurso, el pensamiento.

Quimeras admitir, abrazar viento,
hacerse de la parte de su afrenta;
curar el mal con lo que más se aumenta,
negarse en la experiencia al escarmiento.

De la menor sospecha que le llama,
el crédito fiar, que el juicio altera;
relámpago sin luz, fuego sin llama.

Si esto los celos son, con ser quimera,
¿qué será un desengaño? ¡Ay de quien ama!
¡Ay de aquella otra vez que aquí le espera!

Gabriel Bocángel


Viendo España la pérdida temprana

Viendo España la pérdida temprana
de Carlos, que hoy los astros acrecienta,
a deidad memoriosa se lamenta
que en Templo no mortal reside ufana.

Divina en ciencia y en respuesta humana,
no sólo con alivios la alimenta,
mas en glorioso rapto la presenta
a Carlos que hace su querella vana.

Satisfechas se vencen sus querellas;
las de llanto son ya de gozo fuentes,
mirando un godo ejército cristiano.

Contempla a Carlos entre formas bellas,
añadido a sus altos ascendientes;
parte alegre y consuela al gran hermano.

Gabriel Bocángel



Yo aquel que un tiempo con semblante ledo

Yo aquel que un tiempo con semblante ledo
ice sagrado. amor, de la huída,
mi libertad, que aún vive defendida,
rindo a tu imperio, aunque negarle puedo.

Que si temiendo amar cautivo quedo 
en la pena mayor, que es la temida,
ni pierde libertad ni arriesga vida
quien pide al golpe no morir de miedo.

Y aunque no falta en mi valor lo fuerte,
amor, contra venganzas de tu aljaba 
desde hoy tus armas vencedoras sigo.

Amando excusaré -no ya la muerte,
que el miedo de morir también la obraba-
la afrenta de morir sin enemigo.

Gabriel Bocángel



Yo cantaré de amor

Yo cantaré de amor tan dulcemente
el rato que me hurtare a sus dolores
que el pecho que jamás sintió de amores
empiece a confesar que amores siente.

Verá como no hay dicha permanente
debajo de los cielos superiores,
y que las dichas altas o menores
imitan en el suelo su corriente.

Verá que, ni en amar, alguno alcanza
firmeza (aunque la tenga en el tormento
de idolatrar un mármol con belleza).

Porque, si todo amor es esperanza
y la esperanza es vínculo del viento,
¿quién puede amar seguro en su firmeza?

Gabriel Bocángel










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