Algo invisible fluye a nuestro lado

Acaso despedirse de la vida
sea contar las veces que nos quedan
por habitar las cálidas costumbres.
Quizá estas tibias cosas cotidianas
ofrezcan las imágenes de lo que un día fueron:
encuentros soberanos con la luz
o con ese misterio fugaz de la hermosura,
la voz de una mujer, aquel poema,
cierto instante encantado del crepúsculo,
cuando el aire se incendia en los balcones
y el valle como un cuento se duerme en sus palabras.
Algo queda latente en nuestros labios,
un gozo, una inquietud ante lo impronunciable,
y la brisa remonta la torre del jazmín
y susurra leyendas de amor y de nostalgia.
Algo invisible fluye a nuestro lado,
el delirio estelar, la música del cosmos
palpitando en su espera deslumbrada.

Justo Jorge Padrón



"... Aquí canta el enigma de los bosques,
el círculo que afiebra tu cuerpo con el mío..."

Justo Jorge Padrón


El poeta

Ved a este hombre ignorado, ése a quien se desdeña
por el don esencial de su palabra.

El que ama la belleza como a la libertad
porque ambas son la fuerza de su fuego.

El que contra el poder injusto se rebela
ejerciendo su grave disonancia.

El que ilumina la palabra sol
cuando la escribe, y cuando dice pájaro
el aire es una ráfaga que canta en la maleza.

El que hasta el límite su verso pule
como labrado acero por defender la vida
de cuanto late y crece y vuela y sueña.

El que escucha los mundos lejanos de su mundo
y absorto nos trasciende un nuevo espacio.

El que rompe las trampas de la pena
y la esclusa de toda agua estancada
por adentrarse lúcido en su fosca planicie.

Ese mismo que un día abre una grieta
hacia la muerte para nunca ser
un guijarro atrapado en el muro del odio.

Justo Jorge Padrón


El sueño de sus sueños

Soñaron con el único tesoro
que alguna vez podría deslumbrarles:
ser el uno en el otro enteramente,
tornarse indestructibles para el tiempo y el mundo.

Anhelaron forjarse con poderes telúricos,
mitad árbol y viento, mitad tierra y hoguera,
y el soplo de la vida navegó por su sangre,
surgiendo vigoroso de la luz
de sus cuatro pupilas hechizadas.

El sueño de sus sueños fue el haberse encontrado,
porque desde ese instante, solitario y raigal,
se hicieron alma y sombra de un amor indeleble.

Justo Jorge Padrón


En el amanecer te desvaneces

En el amanecer te desvaneces.
Sólo queda tu sombra entre mis manos,
una presencia de aire, anhelo y sueño y risa
que disipa su incendio consumido.

Con desesperación busco tu cuerpo,
el fugaz testimonio, ese deleite
de toda tu fragancia derramada,
cautiva todavía por mi piel.

Relumbras por mis médulas como un latido unánime,
como una ciega música que habitara en mi oído,
con su calor, su vibración de fondo,
su presencia invisible en el silencio.

Cruzo de la pasión a la demencia
persiguiendo tu espectro, el espejismo
de una imagen que asciende por la escala nocturna,
llevándote desnuda entre sus brazos. 

Justo Jorge Padrón



¿Quién eres tú, palabra?

¿Quién eres tú, palabra? ¿Qué persigues?
¿Qué susurro deslumbras en mi herida?

Te escucho y no te alcanzo. Te espío en mi zozobra.
Acaso eres un astro diminuto,
el sueño de una piedra en el agua dormida
o la luz desterrada de la escarcha
tras un viento apacible que se esfuma.

En mí te voy buscando, cayendo como un ciego
dentro de ti para palparte y verte
con el tacto y la calma, para escapar contigo,
distante de lo ingrávido o lo inmóvil,
muy lejos de ti, muro, y de ti, tiempo avaro.

Fúndate en mí, palabra, horada mis pupilas.
Quiero oír en tus frondas la canción de la niebla
y edificar contigo el latir de la magia.

Justo Jorge Padrón


Resurrección

En mitad de la tarde soy un muerto cualquiera,
y el deseo una duna que se extiende
en su propio destierro, en su alberca sin ondas.
Por no querer saber no sueño ni el paisaje,
desoigo el territorio que disecciona el rayo
como si fuera el esqueleto en fuga
del espejismo, piedra que ancló bajo el silencio.

Todo cambia en la noche. Las estrellas resurgen
de poliedros fúlgidos. Son despiertos felinos
rasgando con vehemencia un sol que se hizo sombra.
La sed se pone en pie, con metáforas crece
en la alta arboladura del corazón profundo.
Aquí canta el enigma de los bosques,
el círculo que afiebra tu cuerpo con el mío:
esbelta pleamar de los sentidos plenos,
ebriedad y delirio de la resurrección.

Justo Jorge Padrón


Ritual de los esclavos

Dame lo que no tienes, pero que es tu esencia,
acaso ese deseo tan íntimo y prohibido,
lo más tuyo: tu entrega y tu renuncia.
Todo lo que has de ser cuando tu plenitud
alcance el porvenir que ha madurado
como un dorado fruto por la luz del otoño.

Tal vez la noche tersa nos reúna
para que conozcamos el mal de lo difícil,
el daño indivisible del amor,
en donde al fin podamos existir
en el tenue esplendor con que la vida
nos elige y nos mezcla fatalmente.

Por eso yo te pido que con firmeza cumplas
el acerbo ritual de los esclavos:
cambiar la libertad de la esperanza
por el ansia que juntos nos apresa.

Justo Jorge Padrón



Tu latido es el mío

Y luché contra el sueño y la fatiga,
contra la ira sin fin y el desarraigo.
Escudriñé, escarbé sin asomo de duda,
entre las débiles pavesas ciegas
de mi memoria por hallar un año,
un solitario día, apenas un instante
en que pude decir: jamás te amé;
mas no encontré resquicio para mentirme a solas,
para afirmar siquiera la negación más leve.
Tu latido es el mío. Allí donde comienza
ese deseo intenso al que nombramos vida,
allí, resplandeciendo en los días distintos,
en la ardiente espesura de mi asombro,
con el sí, con el no del abismo o la suerte,
silenciosa me esperas como el árbol de fuego
que sostiene esa fruta lustral de la esperanza.
Mi mirada te invoca en el presente,
en el rumbo indeciso de cualquier lejanía
de ese mar que me canta y me seduce
con los ojos vehementes del relámpago.
Eres sed del edén que no percibo
y, en los acordes hondos de tu voz,
perenne permaneces, con la música
aterida del alma y la audaz primavera,
en todas las palabras de la sangre.

 Justo Jorge Padrón








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