Alma de ayer

Hoy la recuerdo a mi pesar... surge
de las mismas entrañas de mi historia
y con doliente súplica me urge
para que más la adhiera a mi memoria.

Y al recordarla en el instante miro
el balcón donde vi por vez primera
cintilar su pupila de zafiro
sobre el azul de la celeste ojera.

Miro otra vez los trémulos doseles
que en su ventana entretejiera Flora,
donde asomaba en marco de claveles
cuando era apenas niña soñadora.

Miro otra vez sus blancas vestiduras;
la contemplo otra vez de blanco toda,
cual si soñaran siempre sus ternuras
con la plácida noche de la boda.

Después!... Después!... El trágico descenso!
oculto en el prostíbulo el querube!
su virtud, como el humo del incienso,
dejó su aroma y se perdió en la nube!

Después!... as noches! El placer! La orgía!
amante sin amor de un viejo verde!
Después. . . .la calma estúpida y sombría
del que ignora el valor de lo que pierde

Luego... dolerse de incurable herida;
sentir que en el dolor nadie nos nombra;
sentir que el mismo corazón se asombra
al contemplar nuestra fatal caída,
y ver que entre las sombras de la vida
somos tan solo imperceptible sombra!

Tal su leyenda... Hoy siento, al recordarla,
estremecerse el propio pensamiento;
quisiera de mi espíritu arrancarla
y deshojar sus páginas al viento.

Pero Ella surge del Pasado... surge
de las mismas entrañas de mi historia
y con doliente súplica me urge
para que más la adhiera a mi memoria.

Gaspar Octavio Hernández


Alma Patria

¡Istmo de Panamá! Tierra de amores
que del fondo del mar surgiste un día,
para enlazar el Norte al Mediodía
con guirnaldas de perlas y de flores.

¡Patria del corazón! Tierra que a solas
cantas las glorias de tus dioses lares,
mezclando la canción de tus palmares
con la canción eterna de las olas.

Si alguna vez, el viento enfurecido,
mi nido arranca de tus verdes frondas,
si he de volar a que mis penas hondas
hallen amparo en extranjero nido.

Siempre oiré resonar en mis entrañas
la voz del viento de tu cordillera
y he de ver en los cielos tu bandera
sobre el azul de todas las montañas!

Siempre en todos los trágicos senderos
por donde el mal de transitar me abruma
he de aspirar el cálido perfume
de tus bosques de erguidos limoneros.

Porque tú, de tal modo has esparcido
tu fragancia en los ámbitos del mundo
que ha donde vaya, mi ánimo errabundo
he de aspirar tu aroma conocido.

Allá donde suspiren mis lamentos,
allá donde me lleve mi destino
veré tu mar sereno y cristalino
oiré cantar tus melodiosos vientos!

Bajo cielos de incógnitas veredas
cuando por costas extranjeras viaje,
en los quedos murmullos del boscaje
oiré gemir tus propias arboledas...

Porque yo de tu brisa en el suspiro
oigo la voz de todo lo que he amado;
porque siento la voz de mi pasado
en todo el aire que de ti respiro.

Porque el doliente espíritu comprende
que muchas gotas hay del llanto mío
en cada limpia gota de rocío,
que la noche en tu atmósfera desprende.

¡Patria! Doquier suspiren mis lamentos,
doquiera que me lleve mi destino,
veré tu mar sereno y cristalino:
oiré cantar tus melodiosos vientos.

Cuando la tarde encienda en arreboles
los claros cielos en extraña esfera,
veré en cielos extraños tu bandera
blanca, roja y azul con sus dos soles!

Y en ese instante, en que la tarde expire
sentirá mi interior melancolía
un rumor de tus bosques ¡patria mía!
que hará que el alma por tu amor suspire.

Y volveré a sentir en mis entrañas
el rumor de tus líricos palmares
y aspiraré el aliento de tus mares
y aspiraré el olor de tus montañas.

Porque con tal vigor infundió vida
en mi vibrante corazón tu aliento,
que en mis horas más íntimas te siento,
para siempre conmigo confundida.

Gaspar Octavio Hernández


Ego Sum

Ni tez de nácar, ni cabellos de oro
veréis ornar de galas mi figura;
ni la luz del afir, celeste y pura,
veréis que en mis pupilas atesoro.

Con piel tostada de atezado moro;
con ojos negros de fatal negrura,
del Ancón a la falda verde oscura
nací frente al Pacífico sonoro.

Soy un hijo del Mar... Porque en mi alma
hay –como sobre el mar– noches de calma,
indefinibles cóleras sin nombre.

y un afán de luchar conmigo mismo,
cuando en penas recónditas me abismo
¡pienso que soy un mar trocado en hombre!

Gaspar Octavio Hernández


La Agonía del Guerrero

Con ojos que denuncian pesadumbre,
mira el postrado capitán, colgada
de vetusta pared, la fina espada
con que pueblos redujo a servidumbre.

Ver le parece la musgosa cumbre
-de fresca sangre y lágrimas bañada-
donde su mano, del acero armada,
terror diera a enemiga muchedumbre.

-Inútil esperar -trémulo exclama-,
y, cual serpiente a quien la furia encona,
se retuerce de súbito en el lecho;

La Patria, envilecida; infiel mi dama,
mi acero inmóvil, rota mi corona...
¡Ah!, con la espada atravesadme el pecho.

Gaspar Octavio Hernández


Melodía

Todo vibra con músicas; el río
que orla de espumas el jardín; la espesa
y verde fronda que la Aurora besa
con un beso que vuélvese rocío.

Todo vibra con músicas: los mares
que al cielo ofrendan su cantar sonoro;
el oro de la cítara de oro
del cantar de los Cantares...

¡Oh amada toda ritmo...! Oh dulce amada!
Cuando empiece a extinguirse la mirada
de mis ojos enfermos de no verte,

¡arrúllame con músicas sonoras,
que –al escuchar tus músicas– las Horas
detendrán el avance de la Muerte!

Gaspar Octavio Hernández






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