Aniversario

Cada día mi amor ha ido creciendo
enriquecido en tanta confianza.
Si clausuró su cuenta la esperanza,
más de lo prometido va cumpliendo.

La juventud se fue desvaneciendo
y no el amor que día a día avanza
hacia más perfección y más la alcanza
cuando en el corazón va atardeciendo.

Hay un triste placer, una hermosura
que sosiega el vivir y lo engrandece
viendo el tiempo en el rostro de la amada,

cada arruga tornándola más pura,
más bella en la medida que envejece,
más amorosamente codiciada.

Ildefonso Manuel Gil López



"Es un crudo día de diciembre. El aire helador azota los campos, cauce abajo del río Cinca, sin conseguir despegar la nieve caída en días anteriores y cosida a la tierra por agujas de hielo.
Pisando sobre esa delgada y dura capa de nieve, dentro ya del cementerio de la villa del Monzón, dos hombres llevan un mezquino ataúd, cuyas maderas no han sido recubiertas de tela, ni siquiera pintadas. El peso es leve aun sólo para dos hombres; uno de ellos está cumpliendo su deber profesional: es Francisco Abadía, enterrador de la villa. El otro cumple un deber de caridad: se llama Juan Ric, de oficio tratante.
Pronto la tierra cubre la pobre caja. Queda, como una mancha en la total blancura del cementerio, un poco de tierra removida. Juan Ric coge del suelo dos pequeñas ramas secas, las limpia y, con un poco de bramante que ha sacado del bolsillo de su chaquetón, las une formando una cruz; inclinándose, la clava sobre la sepultura: sólo la cruz, sin inscripción alguna.
Extinguido el ruido de los pasos de esos dos hombres, que regresan al pueblo, el camposanto se sume en el silencio de su absoluta paz.
Pero esos restos que tan míseramente han ido a fundirse con la tierra tuvieron una vida intensa y brillante. El hombre que yace en tan desamparado anonimato tuvo un nombre famoso. De noble familia, fue amigo de aristócratas y artistas, brilló en encopetados salones de Zaragoza, de Madrid, de París. Vistió prestigioso y relumbrante; guerreó en Francia, fundó periódicos, publicó numerosos libros. Hubo momentos en que pudo creer que la gloria lo llevaba de la mano.
En el Libro de Defunciones se hace constar que era literato y que fue enterrado "a pobre". En el formulismo frío de la inscripción alienta el patético destino de los escritores españoles.
Quien de tal manera fue enterrado en el cementerio de Monzón el día 4 de diciembre de 1848 se llamaba D. José Mor de Fuentes."

Ildefonso Manuel Gil
Vida de don José Mor de Fuentes


Letra del himno de Aragón

Nos ha llevado el tiempo al confín de los sueños.
Un nuevo día tiende sus alas desde el sol.
Oh tambores del cierzo, descorred ya las nubes,
y a las cumbres ascienda la voz.

El paso de los siglos trazó su destino
que llama a la justicia y a la libertad.
Germinarán los campos, abiertos a sus cielos,
con la verde espiga, los racimos de oro
y el inmarchitable olivo de la paz.

¡Luz de Aragón, torre al viento, campana de soledad!
¡Que tu afán propague, río sin frontera, tu razón, tu verdad!
Vencedor de tanto olvido, memoria de eternidad,
pueblo del tamaño de hombres y mujeres, ¡Aragón, vivirás!

Resplandece el tiempo;
llega ya la edad,
para que la piedra
sea manantial,
de enlazar nuestras vidas
y entonar las voces.

Desde las blancas cimas donde duerme la nieve
hasta los llanos rojos que mece el aire azul,
un claro cielo enciende, con la frente en el agua,
sus coronas radiantes de luz.

Abramos las ventanas, que cante la noche,
y al ritmo de la vida, en rueda de amor,
se estrecharán las almas, cogidas de la aurora.
Brille la esperanza, se abran los caminos
en la tierra grave como un corazón.

¡Luz de Aragón, torre al viento, campana de soledad!
¡Que tu afán propague, río sin frontera, tu razón, tu verdad!
Vencedor de tanto olvido, memoria de eternidad,
pueblo del tamaño de hombres y mujeres, ¡Aragón, vivirás!

¡Tierra abierta, pueblo grande, Aragón!
¡Patria mía, patria mía, Aragón!

Ildefonso Manuel Gil López



No me dejes morir.
En tanto alientes,
víveme en tus recuerdos,
llévame de la mano hasta tu muerte,
cobíjame en tus sueños
        donde yo velaré mientras tú duermes.

Ildefonso Manuel Gil López










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