Así

Como el monte al albor se va creciendo
ceñido por la luz que le rodea,
así tu viento, amor, en su tarea,
perfila este rumor en que me enciendo.

Así, sin ruido apenas, va puliendo
tu labio este cantil que me rodea
y va mi sangre haciéndose a tu idea
y yo de ti me voy aconteciendo.

Así, como el talud de fina arena
se va del aire cálido besando,
así ya tu caricia por mi vena.

Así, como esa lluvia que serena
va el suelo de sabores aventando,
así tu yugo, amor, y tu cadena.

Juan José Alcolea Jiménez



Crece el silencio

Crece el silencio sobre el alma mía
y en ella dulcemente se me posa
cual en la cima leve de la rosa
se duerme el agua cuando viene el día.

Viene tan pura, tan clara la alegría
tan llena de pudor y tan hermosa
que el cáliz de mi cuerpo se rebosa
y añora otra celeste lejanía.

Mañanas que de luz, pausadamente,
me dais la claridad como alimento,
mudadme a una distancia diferente.

Robadme del pasar en que me intento
y, en otro ansiado mar, calmadamente,
levad mi corazón con otro viento.

Juan José Alcolea Jiménez


Llueve

Está languideciendo lentamente
la luz por esta tarde en que se apoya
noviembre en el cristal de mi ventana.

Llueve.

Con esa mansedumbre de una madre
que al pecho tiene el hijo que amamanta,
está lloviendo azul toda la tarde
sobre la piel del patio y la azotea.
Los pensamientos
llevan manchas de tinta entre las manos
y el tacto de las nubes
se posa en la costura de los muebles
como un tapiz que sueña en mil baldosas
los gritos de un tropel que ahora es ausencia.

Todo parece lágrima y penumbra,
todo consumación y lenta espera.

Llueve.

Miro el jardín y llueve,
miro la escucha gris de las aceras
y mansamente llueve,
por la sed de las canales,
por las ubres de las tejas llueve,
por las erguidas copas de los álamos,
por un tempo en la música de Mahler llueve.

No deja de llover.

Todas las horas
calladamente asidas de un paisaje
que tiembla en el dolor de cada gota
como el sueño redondo de una hembra
que arroja su misterio hasta la vida.

Y llueve,
podrá llover, amor, toda la noche
con un sabor de labios y de dedos.

Abrázame,
no dejes que me vaya,
que está lloviendo, amor, tan mansamente,
tan cerca del silencio y la caricia,
que temo que la noche me despierte
y, ajena tú de mí,
me hunda en su llanto.

Juan José Alcolea Jiménez


Noche


La noche planta jardines

de oscuridad. Cementerio.
Las muertas niñas deshojan
-¿qué sí?... ¿qué no?- crisantemos.
La luna afila despacio
su redondez con el sueño,
mientras recorta a las niñas
trenzas - ¿No?...¡Sí! - del tiempo.

Juan José Alcolea Jiménez



Partida

Cada día su propio desconcierto,
su propia dimensión establecida,
tablero de ajedrez con la partida
propuesta del futuro en que me inserto.

Tan sólo del final el jaque cierto
y, mientras, despiezándome la vida
jornada tras jornada, trampa urdida
al mar de la esperanza en que me vierto.

Cada día los cuadros del tablero
con ciega exactitud, calladamente,
me ofrecen la distancia en la que muero.

Cada día, latiendo más urgente,
mi ronco corazón, por compañero,
arriesga otra jugada indiferente.

Juan José Alcolea Jiménez



Soneto

Crece el silencio sobre el alma mía
y en ella dulcemente se me posa
cual en la cima leve de la rosa
se duerme el agua cuando viene el día.

Viene tan pura, tan clara la alegría
tan llena de pudor y tan hermosa
que el cáliz de mi cuerpo se rebosa
y añora otra celeste lejanía.

Mañanas que de luz, pausadamente,
me dais la claridad como alimento,
mudadme a una distancia diferente.

Robadme del pasar en que me intento
y, en otro ansiado mar, calmadamente,
levad mi corazón con otro viento.

Juan José Alcolea Jiménez


Veleidad

Me vienes y te vas,
tu rastro por mi cieno
mi rostro por tu altar.

Me vienes y te vas...

Mis límites más ciertos
invades y, al pasar,
hambre y dolor de tu verbo.

Y sin embargo te vas...

Juan José Alcolea Jiménez










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