"... Bella al alba y al crepúsculo
dueña de la vida, todo te magnifica..."

Harold Alvarado


Buenos tiempos 

En aquellos buenos tiempos tenía que visitarte de tarde,
cuando crecía la brisa,
y esperar que terminaras tu primera cita con aquel,
a quien no amabas. 

Tenue recuerdo, tu casa, idéntica a todas,
con un patio de baldosín, cuadrados verdes y rojos,
unas macetas de geranios, las sillas de espaguetis,
las paredes cubiertas de cal amarilla
y el eterno marica
—trasnochado—
yendo de la Ceca a la Meca,
como un perro de matarife. 

En aquellos buenos tiempos
pagarte era un placer enorme. 

Poder comprar un poco de tu amor,
las múltiples caricias que cambiabas
por diez o veinte pesos,
verte mostrar las piernas y las nalgas
o recordarte
con los pantalones negros apretados a la carne,
y el pulóver rojo que cubría tus enormes tetas,
diosa, bella como ninguna otra, eterna hembra
que han soñado todos a través de los siglos. 

Me parece verte, verte y volver a verte
con los labios rojos retumbando bajo el calor de las dos,
al pie de la puerta, muerta de risa y de ganas,
ganas, de algo que solo sabemos son ganas de vivir. 

En aquellos buenos tiempos
era bueno abrirte las piernas
y lamerte hasta el cansancio
y fornicarte hasta la última gota y partir. 

En aquellos tiempos,
cuando no eras la grande
y gorda puta de hoy a quien celebro,
memorable objeto hecho de música,
muñeca sin rencor,
juguete de todos los placeres,
bella y única. 

En aquellos buenos tiempos
idos para siempre, ahora en marzo,
cuando solo el recuerdo
puede construir un pasado y una vida
muerta para siempre.

Harold Alvarado


Dónde

¿Dónde posar el pie,
dónde el poema?

¿Por qué las llagas nos cubren
y el escarnio te cerca a toda hora?

Sueño del hombre y su sombra
ninguno sabe que uno es sombra de otro
nadie sabe si sueña o está muerto.

Harold Alvarado



Lunas de ayer

La luna, esta noche, la que nunca ha vuelto
vendrá para nosotros.

Porque hemos mentido, como en las lunas de ayer.
No habrá segunda parte esta vez.

Nuestro amor ha de ser como nunca fue,
un insensato amor, amor de dos
que nada necesitan ni nada desean
más que amarse.

Nuestro amor será así
o no será.

Harold Alvarado



Noche de octubre

Su memorable voz
una noche de Octubre, sobre la puerta.

Su cabeza coronada con hiedra, violetas
y numerosas cintas de colores.

El equilibrio de su cuerpo
dejando oír, cómo una noche,
recostado en aquel a quien amaba,
rogando compartir su cuerpo
obtuvo sólo una mirada.

Harold Alvarado



Proverbios

No hables.

Mira cómo las cosas a tu alrededor se pudren.

Confía sólo en los niños y los animales
y de los ancianos aprende el miedo de haber vivido demasiado.

A tus contemporáneos pregunta sólo cosas prácticas
y comparte con ellos tus fracasos, tus enfermedades,
tus angustias, pero nunca tus éxitos.

De tus hermanos ama el que está lejos
y teme al que vive cerca.

A tus padres nunca preguntes por su pasado
ni trates de aclarar con ellos tu niñez y juventud.

Con tu patrón no hables, escríbele y nunca le cuentes
tus planes futuros y miéntele respecto a tu pasado.

Ama a tu mujer hasta donde ella lo permita
y si llegas a tener hijos, piensa que,
como en los juegos de azar,
podrás ganar o perder.

El destino no existe.

Eres tú tu destino.

Y si llegas a la vejez
da gracias al cielo por haber vivido largo tiempo,
pero implora con resignación por tu pronta muerte.

Los que no tenemos dinero ni poder
valemos menos que un caballo,
un perro,
un pájaro o una luna llena.

Los que no tenemos dinero ni poder
siempre hemos callado para poder vivir largos años.

Los que no tenemos dinero ni poder
llegados a los cuarenta
debemos vivir en silencio
en absoluta soledad.

Así lo entendieron los antiguos,
así lo certifica el presente.

Quien no pudo cambiar su país
antes de cumplir la cuarta década,
está condenado a pagar su cobardía por el resto
de sus días.

Los héroes siempre murieron jóvenes.
No te cuentes, entre ellos,
y termina tus días
haciendo el cínico papel de un hombre sabio.

Harold Alvarado



Servicio de placer

De cada noche que vivimos
recuerdo implacable tus caderas.

Como nunca, nadie
ofreció iguales placeres.

Como nunca, nadie
extrajo de mí la vida.

Dicen que ahora otro,
tan alto como yo,
complace tus caprichos
y los de tus padres.

Soy sólo un escribano
y debo componer
tres mil caracteres cada día.

Apenas sirvo para dar placer.

Harold Alvarado








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