Bolívar

Entre los agostadores
los que mantienen abiertos los ojos del cuchillo,
entre los crueles, los monstruos del relámpago,
entre los animales humanos de la guerra,
entre las patas, heridas, llamas, alaridos,
brotando de la sangre, despunta al fin Bolívar.

Más joven que su muerte andante y próxima
tan joven para los años que le esperan
tan lleno de furor puro, de esperanzas,
tocado por el crimen, como todos,
ebrio de un fuego por vencer la muerte
pero también capaz de detenerse
para aspirar la flor gratuita, vana,
para soñar algún sueño en que se mira
con los pies en el lodo, con la frente en la estrella.

Bolívar peleaba por su pan de Independencia
con frenéticas hambres de iluminado
caía al fondo de sus iras
ensuciaba sus alas juveniles
se arrastraba sobre esponjas de barro
lleno de costras, de escamas, de hojarasca,
sacaba su garfio, su zarpa, su hocico de hombre de guerra
tatuado tenía el cuerpo de presidiario de la muerte
de matador de canarios y españoles
de gran sembrador ensangrentado.

Rachas de pánico le cruzaron
cuando quiso contener las crecientes, el diluvio,
las tribus retemblantes de los hombres caballos..
Nadó entre corrientes fragorosas
entre torbellinos de rebaños acuáticos
alcanzó alguna orilla batida por las olas
se derrumbaban las montañas del trueno
llovía un crepúsculo, un ejército en derrota
caía ceniza funeraria de las fugas, de los éxodos,
subía el nivel del agua de la muerte.

Clarea sobre el mundo a pesar de la guerra
amanece a pesar de la derrota
un ave con alas de palmera real
vuela en la aurora a pesar del exilio.
Entonces Bolívar se levantó de su sueño
lo despertó, profundamente, a la mañana en ciernes
lo soñó, por primera vez, lúcido y despierto
atravesó su cristal sin quebrarlo
fue traspasado por el rayo de imágenes.
Visión y visionario fueron un mismo hombre
compartiendo un mismo desayuno frugal
en ese primer día insular del destierro
en esa jornada de juntar los pasos,
de pisar firme sin aplastar la nube,
de recorrer lo andado hacia el futuro.

Boves en Urica se quebró como una lanza.
Bolívar saltará la bocado sus palabras sueltas
las arrojará al voleo sobre las turbas revueltas
cabalgará los enlutados caballos solares
ganará un ejército de vástagos verdes,
de raíces viudas, de h humus, de libertos en armas.
Mudará  de piel en el tórrido verano guerrero
dejará entre los helechos su casaca mantuana
su capa quebradiza y seca, su uniforme vacío
le vestirá  una luz matinal de victorias.
Bajarán lentamente las aguas tenebrosas
aflorarán las cimas lucientes y chorreantes
como lentas tortugas marinas,
aún no habrá cruzado la paloma ni crecido el arco iris.
Su voluntad de fundación le irá quemando.
Sufrirá por sí mismo y por los otros
por el presente ciego y el porvenir herido
por su visión de paz y su verdad de guerra;
llorará alguna vez sobre una piedra,
creerá haber arado un mar de lágrimas pétreas
pero las fieras regresarán a su guarida
se ocultarán en su espesura de libertador
se amansarán un tiempo al influjo de su canto
empezará a verdecer el yermo, a ser de todos la esperanza
resplandecerán los territorios emergidos
y entre las ramazones de la guerra
en la extremidad de sus disparos
surgirá un firmamento de yemas delicadas.

¡Bolívar, ay, Bolívar tan mentido!
En este tiempo de prisiones
de ejércitos voraces salidos de su cauce
—revueltos espadones, creciente agostadora—
nadie labora tus campos estelares
nadie vela tu insomnio que palpita
de viento a viento como una llamarada
nadie oye crujir tu impaciencia
en las maderas nocturnas, en los bosques
nadie bebe tus palabras sangradas
en tu exilio, en tu isla y en tu asfixia
cuando pensaste con peso de huerto de agonía
de planeta de plomo tenebroso
y hablaste de una imposible mano abierta
de un pueblo sonreído
de un tiempo de estatua consagrado
de un ala de laurel constante
de un rayo de aire libre.

Acabó tu violencia amando sin remedio.
Repartiste entre todos la victoria
y un sueño de países tomados de la mano.
Quisiste armar la paz con letras, libros
quemar la guerra con su propio fuego;
quisiste hacernos hombres
                                         ¡no soldados!

¡Bolívar, ay Bolívar! ¿Quién te cumple?
¡Cuánta historia rebotando de eco en sombra!
¡Cuánto nombre arrojado a los cerdos!
¡Cuánto Bolívar invocado en vano!

                                 *

De la guerra brotará un cielo de verdura
que se convertirá en guerra
de la que brotará un nuevo cielo verde
que agostará la guerra
hasta que reine un día el verde eterno.

Ahondando en la bruma, en el vacío, en el fuego
bajaron a la muerte los soturnos caciques
los conquistadores tiznados por hogueras auríferas
los reyes negros con los ojos en blanco
y en su sitio terreno, bajo el sol clamoroso,
quedaron los hijos repitiendo sus gestos,
los hijos que bajaron también a la muerte
ahondando en el vacío, los incendios, la niebla
y dejando en su sitio terreno, repitiendo sus gestos
a los hijos, a sus hijos mortales
que bajaron también a la muerte dejando a sus hijos
quienes siguieron cavando las minas de la muerte
mientras sus hijos cambiaban granos y monedas
alzaban torres, hollaban los caminos
y bajaban a la muerte dejando a sus hijos
bajo el sol clamoroso, repitiendo sus gestos...

Los hijos de todas las razas
de todos los metales y materias terrenas
tejen los hilos  de un bordado inacabable
de una indetenible danza de cintas
ensartan un collar de rostros y de calaveras
se extienden, de hijo en hijo, los dominios de la muerte
las comarcas de grutas, cascadas y estrellas pétreas
las galerías de sales y de fuegos fríos
el imperio de los resurgimientos y de las fuentes,
hasta el día perfecto de la eternidad.

Juan Liscano Velutini


Carencia

Buda se equivocó.
La causa del dolor no es el deseo
sino la carencia que motiva el deseo.

JUAN EDUARDO CIRLOT

¡Sí! es necesidad, por eso tan real,
surtiendo adentro,
recreando lo creado,
persistencia indefinible juntando
expectación y carencia,
algo abstracto, fuera de consumo,
inconsumible, llamada confundida
con la costumbre de respirar.
Tan sólo cuando un hecho en bruto
altera la perfecta maquinaria del soplo
se oye, de pronto, la respuesta.

Juan Liscano Velutini


Declives

Hábito: dudar de la esperanza
y sentirla como carencia.
Agonía sin crisis, declive, desgaste,
lento derrumbe por trozos,
memoria, ruinas, vestigios.
Cuando impere el desasimiento
¿Advendrá la resurgencia?

Juan Liscano


Duración

La memoria sorprende en la blancura
de corredores enfilados
y es un salto la sombra;
precisa, ahondando los lugares,
en esta mansión tan diurna,
tan joven y ya ausente.
No hay ruido
y el pasar de la doncella única,
dura, todo se agita, las palmas,
el agua de la pila, los destellos en el piso,
la luz en las vidrieras,
las cortinas de paño leve.
Ella sigue pasando inmóvil,
no asienta los pies, se desvanece,
avanza, mientras el silencio de los relojes
confunde o apaga las horas.
Fue ayer.
No fue nunca.
Sigue siendo.

Juan Liscano Velutini


"Hay quienes ponen en el camino y hay quienes lo emprenden. Yo soy de los primeros y acepto con estoicismo mi prisión interior. Soy capaz de sentir lo que escribió Gerard de Nerval sobre sí mismo: Trabajo y alumbro en el dolor, me alimento de mi propia sustancia y no me renuevo."

Juan Liscano Velutini
 La Tentación del Caos



Hundimientos de la costumbre

18

Hundimientos de la costumbre.
Brotes. El viento construye ciudades
(quien las ve no las ha visto).
Silencio: súbita elocuencia.
Y una luz inmediata
que no deja tomar aliento.

                     *
 No es el tiempo el que corre
somos nosotros quienes pasamos
iluminados por un lado o en sombras
ahogados o clamorosos.
Somos la referencia del tiempo
la irremediable certidumbre de destrucción
las ruinas por venir las contingencias
y la memoria que de pronto cesa
se expanden la ausencia el vacío
palpita el recuerdo entre los que nos miran morir
empiezan el despojo
las liturgias del luto
los vestigios devorados día a día por el olvido
las descomposiciones activas
                                       el polvo
el pasaje desconocido hacia el enigma.

                     *
 Debe haber algún lugar en nosotros mismos
donde cesa el combate de los contrarios
y no se juega más a cara o cruz
donde las cosas brillan con propia lumbre
y la mirada resplandece en el silencio
dominios de doble blanco
donde se unen el agua y el fuego sin violencia
y nieva en el trópico sin cambiar de clima
y los hielos eternos calientan el cuerpo
y podemos vernos nacer y morir
en un movimiento de duna que se desliza
o viajar en constantes de años—luz
hacia ayer para corregir las desgracias
o hacia mañana para anticipar los trabajos
detener los vencimientos
antes de hundirnos en algún núcleo
en algún hervor en alguna inmanencia
sustraídos al tiempo
máscara de la eternidad.

Juan Liscano Velutini


"Los gnósticos y los cristianos convivieron fraternalmente en el siglo I de Nuestra Era. Gnósticos como Simón Mago, citado en el Nuevo Testamento, un hombre del que se dice que hacía milagros y que incluso cuentan que podía volar, llegaron a ser tan reverenciados como Jesús. Pero el Cristianismo, por su retórica, por sus ideas, logró aliarse con el Imperio Romano y esto fue determinante para su supervivencia. Al mismo tiempo, los que no eran cristianos, como los gnósticos, fueron declarados herejes y perseguidos... me he preguntado en varias ocasiones qué hubiera sido de Occidente si la religión que concretara esa alianza con el Imperio Romano hubiese sido el gnosticismo."

Juan Liscano Velutini


Marea viva

Como la ola pero no como la mar inacabable
como la ola solamente que nace y se derrumba
como la ola que muere de su propio impulso
que se expande rugiente y se estrella espumea destella
hasta abolirse en la ribera o regresar a su origen
como la ola que es un temblor del tiempo
tú y yo sobre la playa
                               frente a las olas
en el tiempo que nos destruye y nos repite.

Más tarde
               después
                             cuando no estemos
¿verán otros ojo este mismo movimiento
con los ojos de quienes lo contemplamos ahora?
¿podremos asomarnos a aquella mirada?
¿tendrá la nostalgia en otros labios
                                                     sabor a salitre
como ahora la tiene en tus labios?
¿Despedirán las aguas descendentes
este profundo macerado olor sulfuroso
levemente carnal y carnívoro
que evoca despojos de líquenes de algas de mariscos?
si así fuese: ¿los sabrán nuestros polvos
                                                           lo sabrá nuestra muerte?

Desde lo profundo del otoño marino
te invito a subir hacia el día futuro clarísimo
en que alguna pareja enlazada
                                               semejante a la nuestra
al contemplar las olas que rompen destellan espumean se abolen
pensará en la muerte uniforme general
pensará en la suya y en quienes más tarde
podrán perpetuar la mirada con que se aman ahora
la mirada con que también ven moverse las olas
en el tiempo sien duración que las repite y las destruye.

Acaso sientan ellos entonces vivir su eternidad.
Acaso la sentirán como si fuera el firmamente
acaso empiecen a ascender hacia su nebulosa
como las aguas vivas del mar en tiempos de equinoccio.

Juan Liscano Velutini



Pareja sin historia

Se acarician. Se bastan.
Están colmados por ellos mismos
colmados por la sed sensual del otro.

Se conocieron ayer:
llevan siglos de parecerse
de abrazarse en las paredes siempre únicas
de reconocerse en todos los lugares
donde el sueño esconde su tesoro
donde la dicha deja a la nostalgia
donde nunca estuvieron
donde están.

Aroma de piel ramajes íntima penumbra
labios que besan por la herida
rostro asomado al secreto del rostro que lo refleja
palabras que se derriten por los dedos
semejanzas descubiertas con delicia
apetencias de olvido y de sabores no probados
mientras se inventan paraísos sin castigo
y se cuentan a tientas el alma
mientras asumen el destino de las frutas
y la vida fulgura en ellos
con sus “siempre” y sus “nunca” efímeros
con sus “primera vez” repetido hasta el final
con sus partes confundidas cual miembros que el amor enlaza.

Hasta ellos no alcanza el rumor de la urbe
o será más bien que no lo oyen
que lo cubre el susurro con que se aman
que lo dispersa el soplo que se dan.

Se huelen se gustan se desean.
La libertad que encuentran los deslumbra.
Ascienden en una isla espacial entre los astros.
Pareja sin Historia
pareja constelada.

Se miran a sí mismos en el otro.
Ella aparece abierta impúdica ojerosa tremulante
él: enhiesto obsceno avisor posesivo
ella: contráctil húmeda gimiente umbría
él: herido llameante solar fulminado.
¡Cuánto abandono momentáneo!¡Cuánto triunfo!
Pueden equivocarse gozosamente
confundir las imágenes del deseo espejado
fundir los sabores de sus bocas
perderse juntos en el placer del otro
fluir de manantiales en arroyos
de arroyos en raudales de raudales en ríos
hasta el mar hasta volcarse en la unidad del origen
en el espacio pletórico y vibrante
donde cada movimiento se transmite de polo a polo
donde flotarán donde están flotando
como dos hipocampos entregados al rito nupcial.

Aflojan las redes y los nudos milenarios
arrojan de sí el pasado las cáscaras los trapos
viento propicio borra las huellas mezcla arenas y estrellas
le dan la espalda a la memoria hueca
para ser cresta de una ola
para ser cresta espuma sortilegio
cielo de mar espacio palpitante que rompe en sales
y en la cresta de esa ola de caballos tornasolados
que recorre de punta a punta el tiempo como una playa
me arrojo contigo!
¡la corro contigo hasta el final del día!
¡sobre su filo tú y yo somos jabalina y destello!
¡vivan este esfuerzo estos besos esta presencia única!
¡vivan este júbilo del mar los cuerpos aparejados!
¡nuestro almizcle que huele a marisco y a gato montés!
¡el relámpago en que nos dormimos juntos! 

Juan Liscano Velutini



Reflexión

Detrás de la máscara
de rey de las piraterías
está el espejo
y también está detrás de la máscara
del seductor
que añeja su adolescencia
y tras de las abigarradas máscaras
rutinarias
las del héroe
la víctima
el estoico
el justo

Entonces
aparece a la intemperie
la seca reflexión de su cara
en el espejo de su sombra.

Juan Liscano Velutini




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