Busca

Busca el alma de las cosas,
y el ruido simbólico del viento
a orillas de caminos que florean.

Te observará un ángel tartamudo
desde una vieja nube
que vaga errante por el mundo.

Él cuidará tus pasos
en los días que tiemblan,
y él velara tu alma sofocada,
cuando vayas, romera, por la niebla.

Él te guiará a chupar razonamientos
en las ubres que lloran.
¡Eso requiere el prohibido cuerpo
de tu arrastrante historia!

Tus preguntas irán por noches sin respuesta;
y lo que buscas, pasará dos veces,
antes de perderse para siempre.

Luego,
olvidados en el frío
como dos caballos sin establo
andaremos, tú y yo, sobre la nieve.

Humberto Garza Cañamar


Extraterrestre

Como una viajera interplanetaria
que no comprendía los gestos de alegría
o de enojo,
así eras tú.

Con tus ojos mágicos y extraños
me veías llorar y golpear la tierra,
me veías rechinar los dientes,
en momentos raspados por higueras
que tirarían sus hojas en noviembre.

Mirabas el peso de la noche
cayendo lentamente
sobre mí,
aplanando mi cuerpo
sobre un pasto de voces y suspiros
que mi sangre teñía
gradualmente...
de gris.

Después,
el aire se impregnó con cenizas humeantes,
con ruidos de turbinas
y cantos de pájaros distantes;
y te alejaste...
dejándome entre el aire ionizado,
sufriendo la tensión y ambigüedad
que provoca desorden
y provoca desastre.

Me dejaste flotando en cotidianas preocupaciones,
amando tu rostro joven
y el desamor de tu medianoche.

En algún lugar te acordaste de mí
porque llamaste para decirme:
"Voy camino al astro zahorí
en mi nave de ausencia;
rodeada por madrugadas secas,
heridas por un ruido automotriz.
Espera mi regreso
en un día cargado con botones de azahar
henchidos de perfume
y dispuestos a reventar."

Yo te escuché,
aguijoneado por el ahogo febril,
contemplando largas páginas
que había por escribir.

Tal vez cuando regreses
tu apariencia y expresión sean más delgadas,
casi imposibles de leer.
Posiblemente seas una canasta
llena de alaridos salvajes,
un laberinto de funciones desconocidas,
un ruido que mendiga al aire
sonando inútilmente su cascabel.

Pero me intrigarán igual
tus dedos temblorosos,
tus miedos, tus desdenes...
y el inmenso misterio extraterrestre
de tu ser.

Humberto Garza Cañamar

Juegos

Se me escapa la vida en un lamento
que yo no puedo corregir y llego
al barranco insondable de un apego
donde en aullidos se deshace el viento.

Se me escapan la vida y el contento
en un cariño inconquistable y ciego
donde las llamas de ordinario fuego
ahogan mi tranquilo sentimiento.

Me duele conocer tu hegemonía,
y víctima de innoble desafuero
te abandono en la noche y busco el día.

Tu voz no llega ya con el sincero
bullicio de inocente algarabía
al sitio donde siempre yo la espero.

Humberto Garza Cañamar


Profeta

Empecé a olvidar los nombres de las cosas,
un día, sacerdotalmente, tranquilo,
tranquilo y blanco como el bórax;
el bórax que volaba en el camino.

Busqué la rama literaria
con mirada de anciano y voz de niño;
de niño cruel que destruía el árbol,
el árbol del druida que no vino.

Después anduve organizando flores
que gente le llevaba a Jesucristo;
Jesucristo, el poeta de la tarde,
de la tarde ambarina en que vivimos.

Humberto Garza Cañamar


Quiero partir

La noche llega a mí con su embeleso
y es imposible cobijar tus manos
con el calor de fértiles veranos
o la ternura de mi ardiente beso.

Mis afiebrados sueños al proceso
de dar afecto a tus caprichos vanos
se lanzan con la furia y los desganos
de la impotencia en que me tienes preso.

Quiero dejar aquí los consabidos
problemas que doblegan mis amores
para nunca llorar por tus olvidos.

Y marcharme a los prados y a las flores
ahogando entre mi pecho los gemidos
que tu abandono asfixia con dolores.

Humberto Garza Cañamar


Tempestad

No será tu naufragio maniobra de injusticia
porque Dios sabe dónde su crueldad imponer,
serán; tu sed de hazañas y tu gran impericia
quienes lleguen fatales tu viaje a detener.

Llamarás, Capitana, con tus gritos de lluvia
cuando estés en el centro de la bestial tormenta,
habré de responderte: «Aquí también diluvia
y la pugna en que vivo es cada vez más cruenta».

De babor a estribor correrás por tu nave
exigiendo que arríen las abultadas velas,
pero tus marineros, en ese trance grave
oirán tus demandas con miedo a obedecerlas.

Al escuchar bramidos de ráfagas australes
abrazarás un mástil para no ser volada
al sitio donde esperan las faunas abisales
tu enardecido cuerpo, y alma alucinada.

Humberto Garza Cañamar













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