"Cada coincidencia no es más que la cima del témpano que atrae, ocasionalmente, nuestra atención; pues normalmente tendemos a ignorar las ubicuas manifestaciones de la serialidad."

Arthur Koestler
tomada del libro de Josep Guijarro, Coincidencias imposibles página 31


"Creo que, en general, solemos sobreestimar la importancia del carácter individual. La sociedad permite al individuo un margen muy limitado para realizar sus disposiciones originales. La cuestión no es lo que el hombre es, sino la función que le dicta el sistema social a realizar.
Estas son reflexiones banales, pero la aplicación de ellas en una guerra civil, conducen de algún modo a resultados paradójicos, y explica porque el anarquismo es tan popular en España. Para los anarquistas el problema humano es tan simple como cascar una nuez; uno rompe la dura cáscara y luego saborea la deliciosa semilla. Una teoría atractiva; sólo que a mi me gustaría saber si los árboles darán alguna vez nueces sin cáscara.
Nunca se es tan curioso sobre el futuro de la humanidad como cuando se está encerrado en una jaula custodiada por dos “gorilas”, y pensando más bien en cualquier cosa menos en el propio futuro. Creo que el mayor placer posible que pudiera ofrecérsele a un condenado en su camino hacia la silla eléctrica, sería decirle que un cometa viene hacia la tierra y destruirá el mundo al día siguiente...
Sobre las dos o tres de la mañana llegó un coche y, escoltado por los dos “gorilas”, me llevaron por desiertas avenidas, cruzando la dormida ciudad, y pasando el puente sobre el Guadalquivir, a la distante prisión de Sevilla.
Cuando surgió de la oscuridad el edificio de la prisión, volví a sentirme confortado, al igual que me ocurrió quince horas antes al ver las esposas. Por estas fechas yo ya sabía que los prisioneros solamente eran golpeados y maltratados en las comisarías de la policía, en los cuarteles y barracones falangistas, pero no en las prisiones. Había dos caminos que conducían fuera de la prisión, uno hacia la libertad, otro ante el pelotón de fusilamiento. Pero mientras estuvieses en la prisión, uno estaba seguro.
Con sentimientos de afectuoso agradecimiento, contemplé aquel enorme edificio. La podredumbre de una civilización que está atemorizada por su incipiente locura, revela en sí misma curiosos síntomas. Por ejemplo, los muros de piedra de la prisión, no sólo servían para proteger a la sociedad de los prisioneros, sino al prisionero de la sociedad."

Arthur Koestler
Testamento Español



"Cuanto más original es un descubrimiento, más obvio parece después."

Arthur Koestler



"Dos medias verdades no hacen una verdad y dos medias culturas no hacen una cultura."

Arthur Koestler


"El episodio debió ser bien conocido en la época de Kepler y Galileo, como lo demuestra el siguiente pasaje de una carta que Kepler dirigió a un colega:

Me agobias con el ejemplo de Rético. Y yo me río contigo. Recuerdo cuán miserablemente la Luna te torturó a ti y, a veces, también a mí. Si ahora las cosas no van bien con mi Marte, correspondería que tú, que sufriste parecidas vejaciones, mostraras piedad por mí.

El propio Rético describió en la Narratio prima su tormento mental, el tormento de un hombre de ciencia que, viviendo a fines de la Edad media y comienzos del Renacimiento, siente intuitivamente que debe haber una solución bella y luminosa del misterio cósmico, pero que, ello no obstante, no puede escapar a la pesadilla de los remolinantes epiciclos:

El astrónomo que estudia el movimiento de los astros es, de seguro, como un ciego que, sólo con la ayuda de un báculo [la matemática] para guiarlo, debe realizar un largo, interminable y arriesgado viaje a través de innumerables lugares desiertos. ¿Cuál será el resultado? Al avanzar penosamente por un instante y tantear el camino con su báculo, alguna vez se apoyará en él y clamará, lleno de desesperación, a los cielos, a la tierra y a todos los dioses para que le ayuden en sus tribulaciones.

Como anejo a la Narratio, Rético escribió, según la moda de la época, un elogio del país y del pueblo que lo recibieron tan hospitalariamente: Encomium Borussiae ("En elogio de Prusia"), composición efusiva, del peor estilo altisonante de los humanistas, plagada de dioses griegos y rebuscadas alegorías. Comienza con este florido paisaje:

Píndaro celebra una oda -que, según se ha dicho, fue escrita en letras de oro en una tablilla y exhibida en el templo de Minerva- las proezas de Diágoras de Rodas, quien ganó el certamen de lucha de los juegos olímpicos. En la oda se llama "hija de Venus" y "amada esposa del Sol" a la isla de Rodas. Dícese que Júpiter hizo llover mucho oro sobre Rodas a causa de que el pueblo adoraba a su hija Minerva; por la misma razón, la propia Minerva hizo famosos a los rodios por su sabiduría e ilustración cosas éstas de que eran devotos. No conozco ningún otro país en nuestros días más apropiado para heredar la antigua fama de los rodios, que Prusia.

Y así seguía. La composición tiene interés sólo por la descripción que en ella se hace de los debates que Giese mantuvo con Copérnico y por sus reveladoras omisiones. Contiene un elogio de Giese en el cual se invoca al apóstol Pablo, y otro elogio del alcalde de Danzig, a quien el autor compara con Aquiles. También contiene una descripción de los aparatos astronómicos de Giese: una esfera armilar hecha de bronce y "un `gnomon´ [reloj de sol] verdaderamente principesco, que había traído de Inglaterra y que yo contemplé con el mayor deleite". Pero no hay mención alguna de los instrumentos de Copérnico ni de su observatorio, ni de dónde vivía ni de cómo vivía, ni tampoco de cómo era."

Arthur Koestler
Los sonámbulos



“El que comprende y perdona, ¿de dónde sacará el móvil para la acción?”

Arthur Koestler



"El redoble a su izquierda se hizo ligeramente más fuerte; se dio cuenta de que la puerta de hierro que separaba las celdas de incomunicados ordinarios, se había abierto. Se oyó el tintineo de un manojo de llaves, y la puerta se cerró otra vez, oyéndose los pasos que se aproximaban, acompañados de ruidos, como si se arrastrase algo por las losas. El redoble a la izquierda se elevó de tono, en un apagado crescendo, pero el campo de visión de Rubashov, limitado por las celdas 401 y 407, continuaba vacío. Los ruidos se aproximaban rápidamente, y ahora se distinguía también como gemidos y sollozos de niño. Los pasos se apresuraron, el redoble a la izquierda disminuyó ligeramente, aumentando a la derecha. Rubashov seguía redoblando, perdiendo gradualmente la sensación del tiempo y del espacio, y oyendo el hueco resonar como el de los tambores de caníbales en una selva; podían haber sido gorilas que estaban de pie detrás de los barrotes de sus jaula! golpeándose el pecho que resonaba como un tambor; aproximó el ojo a la mirilla; se levantaba y bajaba alternativamente al compás del redoble. Como antes, veía solamente la luz pálida y amarillenta de las lámparas eléctricas en el pasillo, y no divisaba más que las puertas de los números 401 y 407, pero el redoble aumentó los ruidos de arrastre y los gemidos se escucharon más cerca. De pronto, unas figuras imprecisas entraron en el campo de su visión: allí estaban. Rubashov cesó en sus golpes y miró. Un segundo después habían desaparecido. Lo que había visto durante ese segundo quedó grabado para siempre en su memoria. Dos figuras mal alumbradas, de uniforme, grandes e indistintas, arrastraban a una tercera, que traían agarrada por debajo de los brazos. La figura central colgaba como muerta; todavía presentaba una cierta rigidez de muñeco y se alargaba por detrás en toda su longitud, con la cara vuelta al suelo y el vientre arqueado hacia abajo. Las piernas se arrastraban con los zapatos resbalando por las puntas, produciendo el ruido que se oía a distancia. Blancuzcos mechones de pelo le colgaban sobre la cara, vuelta hacia las losas y con la boca abierta, de la que salía saliva que se mezclaba con el sudor que le corría por la barbilla abajo. Cuando lo sacaron del campo visual de Rubashov, arrastrándolo hacia la derecha a lo largo del corredor, los ruidos de los pies y los gemidos se fueron debilitando hasta que se perdieron, llegando a sus oídos solamente un eco quejumbroso formado por tres letras:
“u-a-u”. Pero antes de dar vuelta, cerca de la peluquería, Bogrov rugió dos veces, y esta vez Rubashov no distinguió sólo las vocales, sino la palabra completa, oyó claramente su propio nombre: Rubashov."

Arthur Koestler
El cero y el infinito




"El sonido que persistentemente reverbera a través de la historia es el de los tambores de guerra."

Arthur Koestler


 "En Roland Garros nos autodenominábamos cavernícolas, unos 600 de nosotros que vivíamos debajo de las escaleras del estadio...

Dormíamos sobre paja mojada porque había goteras y estábamos tan apretujados que nos sentíamos como sardinas...
Muy pocos de nosotros sabíamos algo de tenis pero cuando nos permitían caminar en el estadio, veíamos los nombres de Borotra y Brugnon en el tablero...

Hacíamos chistes sobre los dobles mixtos. De hecho, comparado con nuestras experiencias en el pasado y el futuro, Roland Garros era un parque de diversiones."

Arthur Koestler


“Es imposible formular una política a fuerza de pasión y desesperanza.”

Arthur Koestler



“Es más aceptable un misterio último que todo un desván colmado de intrigas inconexas.”

Arthur Koestler
Las raíces del azar, pág. 153



“Hizo lo mejor que pudo, sabiendo que no era suficiente.”

Arthur Koestler
Epitafio elegido de Arthur Koestler


"La brusca aparición del neocórtex se ha visto seguida por su crecimiento a una velocidad sin precedentes en la historia de la evolución. Una de las consecuencias de este proceso explosivo es el conflicto crónico entre el cerebro reciente, que dota al hombre con facultades de razonamiento, y un cerebro arcaico gobernado por instintos y emociones. Resultado: una especie desequilibrada mentalmente, afligida por una tara paranoica que su historia antigua y actual manifiesta de modo despiadado."

Arthur Koestler
Janus. A Summing Up
Citado por Antonio Escohotado en el libro Historia general de las drogas, página 743




“La capacidad de un pueblo para gobernarse democráticamente es proporcional a su grado de comprensión de la estructura y del funcionamiento del conjunto del cuerpo social.”

Arthur Koestler


"La cosmología se ha convertido en ciencia exacta... La danza caótica de sombras que las estrellas proyectaban contra las paredes de la cueva de Platón se han convertido en un ordenado vals."

Arthur Koestler
Tomada del libro de Miche Gauquelin, Los relojes cósmicos, página 123



“La marca principal de un genio no es la perfección sino, la originalidad para abrir nuevas fronteras.”

Arthur Koestler




“La mitad de mis amigos me acusa de pedantería científica; la otra mitad, de tener inclinaciones escasamente científicas hacia temas sospechosos como la percepción extrasensorial (ESP), a la que incluyen en el dominio de lo sobrenatural. Me consuela saber que las mismas imputaciones son dirigidas hacia una pléyade de científicos que me honran con su compañía en el banquillo de los acusados.”

Arthur Koestler
Las raíces del azar, pág. 11




"La patología y la creatividad de la mente humana son dos caras de la misma medalla acuñadas por el mismo monedero."

Arthur Koestler
Tomado del libro La vida después de la muerte, de Arnold Toynbee y otros, página 296


“La principal marca del genio no es la perfección, sino la originalidad, la apertura de nuevas fronteras.”

Arthur Koestler


"Los mayores desastres de la humanidad se deben a la propensión a identificarse con una tribu, nación, iglesia o causa, y abrazar ese credo sin asomo de crítica y con entusiasmo ciego, incluso si sus artículos de fe son opuestos a la razón, al propio interés y conservación. Los crímenes individuales por motivos egoístas representan un porcentaje insignificante frente a las muchedumbres sacrificadas en orgías de lealtad. La tragedia del hombre estriba no en su exceso de agresividad, sino en su sobreabundancia de devoción fanática."

Arthur Koestler


"Mientras tanto, el público educado sigue creyendo que Darwin ha dado todas las respuestas pertinentes mediante la fórmula mágica de cambios al azar y selección natural, ignorando del todo que los cambios al azar han resultado ser irrelevantes, y la selección natural una tautología."

Arthur Koestler
Janus: A Summing Up, página 185



“No creo que el universo sea una institución caritativa, pero hemos de vivir en él y salir con bien de la experiencia. Las limitaciones de nuestro equipamiento biológico podrían condenarnos al papel de merodeadores curiosos que espían a la eternidad por el ojo de la cerradura. Pero, al menos, quitemos del ojo de la cerradura los molestos obstáculos que bloquean nuestra limitada capacidad de visión.”

Arthur Koestler
Las raíces del azar, pág. 167-168

"Pero, claro, yo estaba librando mi propia batalla en la retaguardia, defendiendo mis tranquilizadoras fórmulas, ecuaciones y racionalizaciones contra la escritura invisible que había aparecido en mi horizonte y que se me estaba acercando como el tío se acercaba a Maria. Y, en mi caso, Maria estaba del bando del invasor. Estaba enferma, pero poseía el don de leer ocasionalmente fragmentos de esa escritura. Conocía, aunque fuera algunas palabras, ese lenguaje al que yo había estado sordo. Estaba empezando a discernir los sonidos, aunque su significado me resultaba incomprensible. Sin darse cuenta de ello, Maria me estaba convirtiendo gradualmente a su punto de vista; y yo, también sin advertirlo, la estaba convirtiendo al mío. Esa clase de situaciones es, desde luego, bastante común; en un matrimonio ocurre a menudo que los cónyuges cambian recíprocamente sus actitudes. Estábamos jugando a una extraña mezcla de la gallina ciega y las sillas musicales. Sin embargo, no era un simple pasatiempo intelectual, sino una partida que entrañaba riesgos reales, ya que al cabo de un año Maria estaba muerta y yo condenado a muerte en una celda. De manera que si empleo adjetivos como «desesperado», su uso está plenamente justificado.
La diferencia entre nosotros es que yo deserté y abandoné a Maria, mientras que ella nunca lo habría hecho, ni conmigo ni con ningún otro. Pero también eso estaba implícito en la situación, porque ella podía leer los mandatos de la escritura invisible, mientras que yo solo comenzaba a comprender que pudiera existir tal cosa.
Durante esa crisis mental no «sufrí» del modo en que se sufre un dolor de muelas. Pero experimentaba una especie de conmoción interior crónica que, aunque concernía a materias aparentemente abstractas, me hacía gritar mientras dormía y cuya naturaleza podré ilustrar mejor mediante una digresión.
En 1952 me encontré en Princeton con un viejo amigo, el ya fallecido Hans Reichenbach, un eminente lógico y matemático, profesor de filosofía en la Universidad de California. Hacía cerca de veinte años que no lo veía. Había envejecido y se había quedado parcialmente sordo; no usaba uno de esos modernos audífonos, sino una anticuada trompetilla. Me preguntó qué tipo de cuestiones me habían interesado últimamente, y yo le dije que me había interesado por la obra de Rhine sobre la percepción extrasensorial. Me replicó que todo eso no era más que una patraña, y yo le dije que no creía que fuera así, al menos las evaluaciones estadísticas de los experimentos parecían mostrar resultados relevantes (lo que significaba que parecían confirmar la existencia de fenómenos telepáticos y otros de naturaleza afín). Reichenbach sonrió y me preguntó:
—¿Quién ha evaluado esas estadísticas?
—R.A. Fisher en persona —dije. (Fisher es uno de los más destacados expertos contemporáneos en el cálculo de probabilidades.)
Reichenbach se ajustó la trompetilla.
—¿Quién has dicho?
Y yo grité al aparato:
—¡Fisher! ¡El mismísimo Fisher!
En ese momento se produjo un extraordinario cambio en el rostro de Reichenbach. Se puso pálido, apartó la trompetilla de su oreja y dijo:
—Si eso es verdad, es terrible, terrible. Significaría que tengo que abandonarlo todo y volver a empezar de cero.
En otras palabras, si la percepción extrasensorial existe, todo el edificio de la filosofía materialista se desmorona. Y para un filósofo profesional eso significa el desmoronamiento del trabajo de toda su vida.
La batalla que libraba en retaguardia contra Maria era de una naturaleza abstracta similar, y aun así profundamente emocional. Yo era más joven que Reichenbach y no era profesor; pero aceptar la existencia de otro plano de la realidad, inaccesible a la mente racional, significaba, aunque en grado menor, una muerte y un renacimiento espiritual. Mi ya vacilante credo comunista no era más que la quebradiza superficie de mis creencias. Pero más allá estaba todo aquello que había pensado y creído desde mi más temprana época de estudiante, basado en los grandiosos hallazgos de tres centurias sin parangón, desde el Renacimiento hasta el triunfante siglo XIX. Más allá estaban las derrotas del oscurantismo y la superstición, la gran desinfección de la mente humana, la creencia en la razón y el progreso, la desecación de las pantanosas tierras del misticismo, la sensación de tener un suelo de firme roca bajo los pies. Pero ahora todo eso parecía ceder, como el lento comienzo de un corrimiento de tierra. María pensaba que mi dolor interior era la consecuencia de haber recibido muchos golpes; pero en realidad era más bien el resultado de golpes internos, una especie de retortijones y convulsiones de las vísceras espirituales, lo cual puede resultar muy aterrador.
Ese estado me llevó a protagonizar algunas absurdas escenas en la casa del lago. Un día, en la terraza, estábamos sentados uno frente al otro a la mesa de la terraza bajo la resplandeciente luz del mediodía. Habíamos estado nadando, y aún podía sentir a mi alrededor las ondas del agua y los círculos de silencio sobre el lago. Le comenté a Maria que, si me descuidaba, me pasaría todo el día en el lago y nunca terminaría de escribir la novela. Fue lo peor que podría haber dicho. Maria nunca me molestaba para que dejara de trabajar y apenas ponía el pie en el piso de arriba. Sin embargo aquel día, de forma bastante excepcional, había llamado a mi puerta y me había propuesto tímidamente que fuera con ella a nadar. Aquello debía de haber resultado muy duro para ella; tenía que haberse sentido inusualmente sola o asustada. En mi obtusidad, no me había dado cuenta de ello."

Arthur Koestler
Memorias


"Pero pensándolo bien, ¿qué otra explicación existía en aquella época? A una mente curiosa, sin conocimiento alguno de los procesos de que se sirven la herencia y el medio ambiente para formar el carácter humano, la astrología, de una forma o de otra, era el medio más evidente de relacionar al individuo con el conjunto universal, haciéndole reflejar la constelación omnipresente del mundo y estableciendo una simpatía y una correspondencia íntima entre el microcosmos y el macrocosmos."

Arthur Koestler
Tomada del libro de Miche Gauquelin, Los relojes cósmicos, páginas 122-123


“Qué hermoso es el fuego que se levanta al quemar uno sus propias naves.”

Arthur Koestler



“Quizá nuestra civilización no está muerta, sino solamente ávida de sueños.”

Arthur Koestler



"Rusia usó a España como un callejón donde asesinar anarquistas, trotskistas y otros indeseables políticos."

Arthur Koestler



“Se ha dicho que la ciencia sabe más y más sobre menos y menos cosas. Pero esto sólo se cumple para el proceso de la especialización. Podríamos decir, con la misma veracidad, que sabemos menos y menos sobre más y más cosas. Esto vale pare el proceso complementario de unificación de materia y energía, partículas y ondas, en el delta fluvial de los conceptos, que se desplaza majestuosamente hacia el océano de las abstracciones. En efecto, cuanto más preciso es el conocimiento que adquiere la ciencia, tanto más evasivos se tornan los símbolos a que debe recurrir. La cacería del quark comienza a recordarnos la búsqueda mística de la bruma de lo desconocido. La ciencia se presenta como el hallazgo más glorioso de la mente humana, y también como su derrota más torturante. Nos hemos vuelto mucho más listos desde Pico della Mirandolla hasta nuestros días; pero no mucho más sabios en cuanto al significado de todo lo que conocemos.”

Arthur Koestler
Las raíces del azar, pág. 166


“Se podría definir la actividad creativa como un tipo de proceso de aprendizaje en el que el profesor y el alumno se hallan en el mismo individuo.”

Arthur Koestler


"Si trato de ver el universo como lo veía un babilonio en torno al año 3000 a.C., he de recorrer a tientas el camino de vuelta a mi propia infancia. A los cuatro años, tenía lo que a mí me parecía una comprensión satisfactoria de Dios y del mundo. Recuerdo una ocasión en que mi padre señaló con el dedo al blanco techo, que estaba decorado con un friso de figuras danzantes, y me explicó que Dios estaba allí arriba, observándome. Inmediatamente me convencí de que los bailarines eran Dios… De modo muy parecido, me gusta imaginar que a los egipcios y a los babilonios las luminosas figuras del oscuro techo del mundo les parecían divinidades vivientes… Hace unos seis mil años, cuando la mente humana se hallaba aún medio dormida, los sacerdotes caldeos se encaramaban a sus torres de observación y escudriñaban las estrellas."

Arthur Koestler
The Sleepwalkers, Hutchinson, 1968, pp. 19, 20.
Tomada del libro La serpiente celeste de John Anthony West, página 24


"Su disertación aparecía salpicada de observaciones similares en las que se parodiaba a sí mismo, pero no cabía duda de que su odio hacia «el Sistema» —la civilización occidental en todos sus aspectos— era sincero y obsesivo. Era necesario destruir el sistema para poder liberar a la sociedad, y el sistema sólo podía destruirse mediante una guerra de guerrillas total. Una guerra de guerrillas total no exigía armas nucleares. Su finalidad era la desintegración de todo el tejido social, fibra por fibra, hasta que las calles dejaran de constituir una seguridad para los peatones que siguieran vistiendo la indumentaria convencional del sistema, hasta que la gente no se atreviera a girar la llave de encendido de sus coches por temor a que ello pudiera provocar el estallido de una bomba de plástico; hasta que nadie se atreviera a subir a bordo de un avión, porque no supiera si alcanzaría su destino o el destino que fuera. Las secretarias de las grandes empresas industriales se negarían a utilizar las máquinas de escribir por temor a caer en una trampa explosiva; los acaudalados habitantes de las zonas residenciales de las ciudades no se atreverían a enviar a sus hijos a la escuela por temor a que éstos fueran tomados como rehenes. Las escuelas tendrían que cerrar de todos modos las puertas porque los preceptores que intentaran enseñar observarían que «se les reían en su misma cara, les propinaban puñetazos en la nariz y los desnudaban à poil para curarlos de sus fobias púbicas». Los llamados crímenes violentos ascenderían en curvas más empinadas que las producidas por un cohete, no sólo los delitos engendrados por el mismo sistema, como el robo, sino la violencia ritualizada por sí misma, l'art pour l'art. Las autoridades se verían incapaces de contrarrestarlo porque no se puede coser y remendar una tela podrida que se está desintegrando en su totalidad. Cuando la policía persigue a un criminal busca ante todo un motivo; sin embargo, no puede perseguirse a unos asesinos que actúan sin motivo, sin resentimiento personal contra la víctima que no es más que un símbolo del sistema; no una persona, sino una cosa...
«Mes amis, ustedes olvidan siempre lo extraordinariamente asombroso que resulta que puedan ustedes caminar por una calle oscura y cruzarse con una persona que podría golpearles la cabeza con un bastón para divertirse y a la que nunca se podría descubrir. ¿Por qué no lo hace? Porque está apresada por la tela social, un tejido muy espeso, un sistema basado en un acuerdo tácito, un contrat social implícito que garantiza la seguridad de Jean cuando se cruza con Jacques en una calle oscura. No es la policía quien le protege sino el tejido, el contrato tácito porque, sin él, todos los Jacques y Jeans necesitarían un guardaespaldas. Por consiguiente, cuando la tela del sistema se desintegre y quede hecha jirones, se desintegrará con ella la seguridad, y la ley y el orden se convertirán en un idílico recuerdo del pasado. El objetivo de la guerra total de guerrillas, chers amis, es completar esta desintegración del tejido que ya está bastante avanzada...»
Cuando terminó —bruscamente, con una frase sin terminar, como si de repente se hubiera hastiado y no hubiera visto la utilidad de proseguir— se produjo un embarazoso silencio. A Niko le sorprendió comprobar que sus duros convocados aún eran capaces de experimentar turbación. Miró en actitud invitadora a varios de los participantes, pero parecía que nadie mostrara deseos de hablar; incluso Bruno se limitó a encogerse de hombros, dando a entender en silencio que se lavaba las manos. Al final, sir Evelyn, que en el transcurso de la disertación de Petitjacques había fingido estar haciendo la siesta de la tarde, con las manos cruzadas sobre su abultado vientre, empezó a despertarse."

Arthur Koestler
Los convocados











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